Es cierto que la calzada Belascoaín en La Habana no se distinguió, si la comparamos con Obispo, Galiano o Neptuno, por ejemplo, como vía comercial. Sin embargo, tuvo cines, hoteles, fondas, bares y edificios emblemáticos que hicieron de ella una avenida atractiva para cubanos y extranjeros, sobre todo en el siglo XX. Aunque, desde la centuria anterior, era una calle muy popular y concurrida, “con árboles y hermosas casas a un lado y otro”, según el viajero asturiano Antonio de las Barras Prado.
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El nombre lo decidió el capitán general Leopoldo O’Donnell durante su mandato (1843-1848) para tributarle homenaje a su amigo Diego de León Navarrete, Conde de Belascoaín, fusilado en Madrid, España, el 15 de octubre de 1841, por órdenes del regente Baldomero Espartero.
Ya para esa época, sin embargo, la calle había tenido otras denominaciones, pues la habían llamado de Gutiérrez porque fue creada por el inmigrante canario Mateo Gutiérrez para acceder a un molino de tabaco de su propiedad, en 1782. Luego del Cocal porque había allí, en la estancia de Gervasio y en otro terreno, muchos cocoteros, según el historiador José María de la Torre. También se le conoció como de la Beneficencia, debido a que en ella estaba situada la Casa de esa institución.
Se dice, además, que en algún momento de su historia la llamaron Calzada del Hospicio y a partir de 1911, Padre Varela, por decisión del Ayuntamiento, en homenaje al ilustre patriota e intelectual cubano. El historiador español Jacobo de la Pezuela en su Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de Cuba, editado en 1863 así la describió:
Calzada de Belascoaín, una de las principales vías de la población extramural de La Habana. Estaba ya casi terraplenada cuando tomó el mando de la isla el Capitán General O’Donnell, en octubre de 1843 (…) Esta gran calle perfectamente rectilínea (…) en su principal y mayor extensión (…) es una de las localidades más saludables, frescas y risueñas de la capital (…) Su anchura amenizada por dos filas simétricas de árboles y por el ferrocarril urbano cuenta 65 varas (54 metros).
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La manzana de casas comprendida entre la Calzada y las calles de Concordia, Virtudes y Lucena, fue muy famosa en La Habana colonial porque allí existió una plaza de toros. Y en su esquina a la Calle de Virtudes estableció en 1845 un Balneario y Casa de Salud, con el título de San Leopoldo, el doctor Marcial Dupierris, quien fue un especialista brillante, distinguido como integrante de instituciones académicas de España, Francia y Estados Unidos, y autor del libro Memorias sobre la topografía médica de La Habana y sus alrededores, publicado en 1857. En esta obra ofreció detalles de una de las instituciones más emblemáticas de Belascoaín, fundada a fines del siglo XVIII por el gobernador Luis de las Casas y administrada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País:
La Real casa de Beneficencia, que se halla también en el barrio de San Lázaro, es un inmenso edificio, cuyo frente da hacia la calle Ancha del Norte. Su costado E. está sobre la calzada de Belascoaín, y se prolonga hacia el S. hasta enfrentar con la casa de salud de San Leopoldo. Dicho Real establecimiento es el refugio de los huérfanos de ambos sexos; en él se les educa y sostiene hasta la edad en que les permite ser aplicados a cualquiera clase de trabajos. En uno de los departamentos de su dependencia están las dementes; en otro la casa Cuna, o sea de espósitos. Esos diferentes departamentos están confiados al cuidado de personas que gozan de la mejor reputación. Las niñas, cuando hallan ocasión de casarse, reciben una dote de quinientos pesos que les da la casa. Cuando se las coloca para el servicio de casas particulares, es con el precedente informe y recomendación de buena reputación y moralidad de las personas a cuyo cuidado son entregadas.
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Hallé otro testimonio de la autoría del escritor y periodista español José María de Andueza, quien visitó la institución de la década de 1830. Destacó el novelista las buenas condiciones en que vivían los niños, pero criticó el tratamiento, infrahumano y discriminatorio, que recibían las dementes:
(…) no han tenido en cuenta los padecimientos de aquellas infelices mujeres, cuando les han dado por asilo un encierro, cuyos sucios calabozos (pues merecen este nombre mejor que el de aposentos) pueden compararse a los de los reos más criminales. Esto es tanto más sensible, cuanto que para los hombres hay un establecimiento separado, en risueña y ventilada situación, en el cual se echan a ver la limpieza y un arreglo interior que lo recomiendad eficazmente.
También visitaron el edificio de la Casa de Beneficencia y Maternidad, que había sido inaugurado en 1794, los infantes Eulalia de Borbón y Antonio de Orleans, integrantes de la familia real española, en 1893.
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Instituciones militares y negocios
A principios de la década de 1880 era usual el movimiento de uniformados hacia la Academia Militar, en esquina a Estrella, rumbo al cuartel de la Guardia Civil, esquina a Zanja o en dirección a la Batería de la Reina, esquina a San Lázaro.
Había entonces dos casas de baños: El Bien Público, en el No. 37 y El Recreo Social, número 2. Realizaban el comercio mayorista los importadores: Severo Balaguer; J. Fernández; Goya y Martínez. Negocios muy solicitados fueron entonces El Asturiano, de trenes de limpieza de pozos y letrinas, propiedad de José Arias y el de Lamparerías, Hojalaterías e instaladores de cañerías para gas y agua, de Joaquín Puente.
Francisco Sáenz de Nanclares tenía una ferretería que se disputaba la clientela con La Cantabria, de José Tarno y La Escuadra, de Ricardo O. Zorrilla. Vendían ropa las tiendas: La Discusión, Bomberos del Comercio y una sastrería propiedad de José N. Flores. Zapatos; mercancías de talabartería se adquirían en el establecimiento de Jaimé Buxó; en La Suerte, de Pablo Tió o en Flor de Valladolid, de Lucio Merino.
De las farmacias trascendió La Caridad, regenteada por el Lic. José Manrique y a partir de 1888, la del Dr. C. J. Penichet, en la esquina con Virtudes. Como en aquellos tiempos el uso de caballos y mulas predominaba para el traslado de pasajeros y productos, no resultaba extraño que prestaran servicios, en la calle Belascoaín, tres negocios de veterinarios pertenecientes a Francisco Gallegos y Ocampos, Juan M. Vilanova y Tomás Medina. Hubo, además, varios establos.
Dato curioso es que existieron dos establecimientos nombrados Batería, dedicados a la hostelería: el café de Manuel Suárez y la fonda de Francisco Piñeyro. De las industrias, una de las más importantes fue El Tívoli, fábrica de licores, aguardiente y vinagres, de Otermin, Otamendi y Cía.
Fábricas de tabacos
Contaba al inicio de esta estampa que los orígenes de la calle se relacionaban con un molino de tabaco. Pues durante la segunda mitad del siglo continuaron fomentándose factorías para fabricar puros. Antonio de Gordon en un libro que publicó en 1897 refería:
En 1845 fundóse La Corona para explotar la industria en todas sus fases, la que adquirieron los Sres. Álvarez, López y en 1882, pasándola de la Calzada de Belascoaín al palacio de Aldama, Amistad, entre Reina y Estrella.
En 1874 había otra, de la sociedad mercantil Menéndez y Tuero. A fines del siglo XIX, existían la fábrica nombrada Intimidad, en Belascoaín n. 34, perteneciente a Antonio Caruncho, Rosa de Santiago, de Rogert y Cía, en el número 2, de la calzada y Por Larrañaga, propiedad de los hijos y la viuda de Antonio Rivero.
Varios vecinos ejercían el oficio de tabaquero en sus viviendas, un negocio modesto, que tenía como mercado, fundamentalmente, el barrio. Luego se fomentarían famosas fábricas, tema al que dedicaré una estampa en próximas ediciones.
Fuentes:
- Antonio de Gordon: El tabaco en Cuba, apuntes para su historia, La propaganda literaria, La Habana, 1897.
- Jacobo de la Pezuela: Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de Cuba, Madrid, 1863.
- José María de la Torre: Lo que Fuimos y lo que Somos, La Habana antigua y moderna, Librería Cervantes, 1913.
- José María de Andueza: Isla de Cuba: pintoresca, histórica, política, literaria, mercantil e industrial, Madrid: Boix, 1841.
- Federico Caine: Directorio Hispano-Americano, 1878.
- Archivo de la Oficina del Historia de la ciudad de La Habana.
- Antonio de las Barras Prado: La Habana a mediados del siglo XIX, Imprenta de la ciudad lineal, Madrid, 1926.
- Diario de la Marina
Mucho valor histórico en lo q escribes y mas de admirar es la bibliografía consultada en tu investigación. Buen trabajo compartido q me viene muy bien. Gracias!
Gracias.