A Ulises S. Grant, decimoctavo mandatario de la Casa Blanca y héroe de la Guerra Civil, dedicó José Martí algunas de sus crónicas del exilio en Nueva York, las cuales fueron publicadas en La Nación de Buenos Aires entre el 2 de junio y el 27 de septiembre de 1885.
La vida de Grant, presidente de los Estados Unidos entre 1869 y 1877, así como su muerte y el funeral que presenció desde la casa de la cubana Rita Tamayo de Portuondo, recrea Martí en sus páginas, donde hace una magistral síntesis, señalando los aciertos y desaciertos de su ejecutoria pública. Una sola frase puede dar idea de la valoración martiana: “(…) vino su enfermedad a cerrar, de luminosa y singular manera, aquella vida, ora brillante, culpable ora, que fue de propia fuerza, y por la magnitud de sus servicios, innegable y definitivamente ilustre”.
Cinco años antes de su fallecimiento, en enero de 1880, Grant visitó Cuba. Venía acompañado, entre otros, de su amigo y colega el general Philip Sheridan –a quien Martí también consagró una crónica en su muerte–, algunos familiares y dos periodistas: B. Andrews, del Chicago Inter Ocean, y Frank Hamilton Taylor del Philadelphia Times. La comitiva viajó a La Habana, Matanzas y Pinar del Río. En una carta dirigida a su hermana Grant narra entonces que había visitado acá varios lugares de interés, entre ellos una plantación azucarera, una hacienda de tabaco y unos baños termales. Se refería, en este último caso, al balneario de San Diego de los Baños, en Pinar del Río.
En esa propia misiva revela una nota pintoresca de su estancia: “Nosotros hemos tenido la experiencia de viajar aproximadamente cincuenta millas en volanta, vehículo de dos ruedas de este país”. Toda una novedad para los viajeros y que el periodista Taylor, que era también dibujante, se permitió reflejar en una ilustración. Otra sorpresa, no tan agradable, aguardó al ilustre visitante en esta ocasión. Fue testigo excepcional de un sismo que sacudió el occidente de Cuba, conocido como “el terremoto de Vueltabajo”.
En otra carta, para su hijo J.Root y fechada el 23 de enero, le cuenta del “terremoto terrorífico aquí anoche, el primero que dicen ha ocurrido en La Habana” y agrega que causó alarma entre la gente y “mucho a su madre”, la Sra Grant. Pero luego expresa: “Yo no he oído que haya hecho daño en la ciudad”.
En realidad los daños de ese accidente fueron menores en La Habana, pero sí castigó con fuerza a las poblaciones de San Cristóbal y Candelaria, en la zona vueltabajera, donde se localizó su epicentro. Los viajeros norteamericanos, a su paso por San Cristóbal, rumbo a San Diego de los Baños, observaron los destrozos que provocó en esta villa y Taylor, con olfato periodístico, dibujó algunas escenas, dejando constancia gráfica de los estragos en la calle principal del poblado, la iglesia católica, la cárcel y captó asimismo a grupos de damnificados que se guarecían en casas de campaña o cobijas improvisadas.
Así transcurrió, con más incidentes asombrosos que los que imaginaron, la visita a Cuba del célebre viajero y sus acompañantes, aquel recordado invierno de 1880.
Una reseña histórica interesante. . En eso de los aciertos y desaciertos estaba claro Marti. Me quede con las ganas de saber su opinión de Grant. La buscaré.