Hilario Carmenate asegura que el tiempo se acaba, que quedarán a los sumo 15 o 20 años. Para cuando ese plazo termine, la mayor parte del arte rupestre que nos legaron nuestros antepasados, habrá desaparecido.
Así lo viene notando desde hace años. “Muchas pinturas descubiertas en la década de los 80’, ya casi no se ven”.
Dice que el problema está aceptado internacionalmente y se le atribuye a los efectos del cambio climático.
Aunque se graduó de artes plásticas en 1967, Hilario ha dedicado su vida a la espeleología.
Durante más de medio siglo ha integrado cientos de expediciones enfocadas en la investigación arqueológica sobre la etapa aborigen, la cimarronería y las guerras de independencia, entre las montañas de Artemisa y el Cabo de San Antonio.
También ha tratado otros temas relacionados con la colonia, como los cafetales y los ingenios. Sin embargo, en los últimos años ha concentrado sus esfuerzos en la búsqueda del arte rupestre a lo largo de Pinar del Río.
Mientras otros elementos de valor arqueológico como los instrumentos de piedra o los enterramientos humanos, perdurarán por más tiempo, Hilario considera que las pinturas que dejaron nuestros antepasados en las paredes de las cavernas, se perderán en un futuro cercano. “En menos de dos décadas, posiblemente no podamos ver ninguna”, asegura.
“En el mundo hasta ahora predomina la tendencia de no restaurar este valioso legado cultural. Por tanto, la única manera de conservarlo, es descubrirlo y fotografiarlo, para poderlo incorporar al Archivo del Arte Rupestre de nuestro país”, explica.
“En los eventos y reuniones de la Sociedad Espeleológica de Cuba, siempre insisto en la necesidad de brindarle a este tema la atención que merece, y organizar un sistema de expediciones”.
Convencido de que es preciso obrar con urgencia, Hilario ha decidido no seguir aguardando, y ha comenzado a actuar. Sus exploraciones han permitido el hallazgo de varias estaciones nuevas en la Cordillera de Guaniguanico.
“Una de las más recientes está en el Pan de Guajaibón, y da la impresión de ser una escena de caza, porque aparecen figuras humanas muy estilizadas, con lanzas en la mano”.
Según el especialista, Pinar del Río tiene en total 41 estaciones de arte rupestre, repartidas entre las cuevas del macizo montañoso y la península de Guanahacabibes, con una antigüedad estimada entre los 1500 y los 7000 años.
“La mayoría son pictografías, realizadas con pigmentos de diferentes colores, y también hay petroglifos, tallados sobre las superficies blandas de las paredes, generalmente en esa especie de barro que se crea por la descalcificación de la caliza como consecuencia de la humedad”, describe Hilario, y advierte que ambas manifestaciones se están perdiendo.
En incursiones recientes a sitios que ya habían sido inventariados, afirma que en las paredes donde se veían los trazos con bastante nitidez, hoy no se distingue nada.
“Son varios los lugares donde esto pasa. En otras partes del mundo, y también aquí, hay investigadores haciendo estudios sobre el tema, analizando la temperatura y la humedad dentro de las cuevas que poseen dibujos. Hasta ahora existe el consenso de que todo es producto del cambio climático”, agrega.
Ante lo que se vislumbra como un desenlace inevitable, Hilario repasa una y otra vez los bocetos y fotografías, tratando de descubrir otra manera de preservar esta valiosa evidencia del pasado.
De momento, admite que lo máximo que puede hacerse es apurar la búsqueda de nuevas estaciones, para dejar registro de ellas antes de que se borren definitivamente.
“A menos que aparezca una tecnología capaz de recuperar lo que ya no se ve, nunca sabremos con certeza cuánto hemos perdido”, dice.
No obstante, asegura que los cientos de cuevas que faltan por explorar en el extremo occidental de Cuba, todavía reservan importantes descubrimientos.
“Lo que aún no hemos encontrado pudiera ser el doble de lo que conocemos, pero si nos demoramos, nunca lo vamos a hallar”.
Buen trabajo, esperemos no ocurra lo que expone el periodista, porque pueden desaparecer maravillas de gran valor