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Cuando escribí en febrero una crónica sobre la historia, en la etapa colonial, de esta calle habanera, comenté que en otra edición reseñaría algunas de sus industrias desarrolladas en el siglo XX. Ahora cumplo lo prometido y me extiendo hacia las actividades comerciales.
Todavía los vendedores de leche a domicilio andaban por la capital de la isla con sus vacas, chivas y burras, y un banquito para sentarse a ordeñar en cualquier lugar donde un cliente requiriera de su servicio.

La leche de burra, por su alto valor nutricional y beneficios para quienes padecían de algún trastorno digestivo, tenía garantizado un segmento del mercado. Entre los comerciantes de este alimento estaba Manuel Vázquez, creador de un negocio próspero, situado en Belascoaín y Pocito, nombrado”La Criolla”. Utilizó los adelantos tecnológicos para garantizar entregas rápidas, una especie de Uber, pero en bicicleta. En 1918 anunciaba:
“Burras criollas, todas del país, con servicio a domicilio o en el establo, a todas horas del día y de la noche, pues tengo un servicio especial de mensajeros para despachar las órdenes enseguida que se reciban. Tengo sucursales en Jesús del Monte, en El Cerro, en el Vedado, calle A y 17, teléfono F-1382, y en Guanabacoa, calle Máximo Gómez, número 109, y en todos los barrios de La Habana, avisando al teléfono A-4810, que serán servidos inmediatamente”.
Manuel también vendía y alquilaba burras, y atendía las quejas de los clientes a través de llamadas telefónicas.
Hoteles
Lucía magnífico el panorama: mar infinito, con sus corrientes de aire fresco, y el trepidar de tranvías y coches. Esa zona, donde hacen intersección las calzadas de San Lázaro y Belascoaín, era muy concurrida. Allí se hallaba el Hotel Vista Alegre.
El bar-restaurante, en los bajos del edificio, tuvo fama por la variedad de bebidas y las comidas criollas que ofrecía durante las 24 horas del día. Su notoriedad se consolidó gracias a las descargas de los trovadores Sindo Garay y Manuel Corona.
Al finalizar las funciones en los teatros, allí cenaban integrantes de las compañías artísticas. También trascendió que, entre los trasnochadores, a veces se encontraba Alberto Yarini Ponce de León, “El Gallo de San Isidro”, el chulo más famoso en la historia de Cuba.

En la segunda planta del Vista Alegre, en la década de 1930, residió Cristóbal Díaz Ayala, hoy célebre coleccionista e investigador de la música cubana. Recordaba en una entrevista:
“A los 3 o 4 años viví en un lugar increíble: frente al Parque Maceo había un edificio que se llamaba pomposamente Hotel Vista Alegre, desde el Malecón hasta la calle San Lázaro y por todo el frente de la calle Belascoaín. En los altos había una serie de habitaciones amplias, pero con baños comunes. En los bajos estaba el famoso Café Vista Alegre, que corría a todo lo largo de la cuadra; a la izquierda, hacia el mar, estaba el restaurante; y a la derecha había una barra larguísima y una vidriera como las que tenían todos los grandes cafés en Cuba. También tenía una acera muy ancha, donde ponían mesas por la noche, como los famosos Aires Libres frente al Capitolio”.
En 1910, año en que Alberto Yarini murió baleado por Luis Letot, rival francés, y sus cómplices en el bajo mundo, se inauguraba cerca del Vista Alegre un hotel al que nombraron “Manhattan”, construido donde antes estuvo el establecimiento “Las Cuevas de Bellamar”.
Otro hotel de renombre fue “El Fénix”, en la esquina con Concordia, edificado por el arquitecto Manuel Llerena García entre 1926 y 1927, por encargo de la marquesa de Villalta, María Josefa Baldasano y Cortada, viuda de Gonzalo Herrera y Herrera.

A inicios de 1928 comenzó a prestar servicios de hospedaje en su parte superior, donde se habilitaron 100 habitaciones, y en los bajos tenía un café-restaurante de la empresa Puente y Vázquez. Refiere Benito Germán Peña Gálvez, en el grupo de Facebook “Fotos de La Habana”, que su bar-restaurante “atraía a decenas de asistentes al célebre Jai Alai de Concordia y Lucena, apenas a una cuadra de allí”.
Posteriormente fue reformado y funcionó bajo el nombre de Hotel Madrid. Pertenecía entonces a la firma F. Pillado y Co. “El establecimiento recuperó su fama pasada y se mantuvo operando hasta los años 60. Con posterioridad se convirtió en edificio de viviendas, y el café-bar-restaurante siguió ahí con cierta imagen, pero ya muy depauperado, desde los años 90 fue cerrado (…)”.
Rómulo Gallegos, autor de la célebre novela Doña Bárbara y expresidente de Venezuela, al ser derrocado y vivir exiliado un tiempo en La Habana, pasó entonces una temporada en el Hotel San Luis, situado en el número 73 de Belascoaín.
Fábricas de tabacos
De la poderosa red de fábricas de tabacos radicadas en la capital cubana, se estableció en la calzada de Belascoaín la empresa productora de la renombrada marca Romeo y Julieta. Fue fundada en 1870; sin embargo, el desarrollo más notable del negocio ocurrió a partir de 1903, cuando los asturianos José Rodríguez y Ramón Argüelles Busto adquirieron la propiedad.
Sus instalaciones, en 1918, estaban integradas por dos edificios de tres pisos cada uno y ocupaban en total un espacio de 2700 metros cuadrados. Ya en ese tiempo producían anualmente 25 millones de tabacos y se calculaba que la venta al año era de unos 2 millones de pesos.

La marca gozaba de fama internacional y había ganado medallas y diplomas en exposiciones celebradas en Bruselas, París, Chicago, Panamá, San Francisco, entre otras. Tenía 1500 empleados.
El andaluz Ángel Estrugo Hernández acondicionó el edificio de la calle Belascoaín No. 808, esquina a Sitios, para sede de su litográfica y fábrica de cartón. Junto a su socio el gallego José Maseda Bouso mantuvo allí unos años esta empresa. Luego el inmueble fue arrendado a Martín Dosal Martínez, propietario de La Competidora Gaditana, acreditada fábrica de cigarros.
En Belascoaín, entre Santa Marta y Clavel, el arquitecto catalán Mario Rotllant erigió un edificio entre 1909 y 1910 para el empresario asturiano Antonio Díaz Blanco. Allí residió temporalmente su paisana, la escritora y periodista Eva Canel. Conocido como el “Palacio Díaz Blanco”, acogió a la empresa tabacalera “Constantino González y Compañía”.

Tiendas populares
La marca de ropa Strand, de calidad para caballeros, tenía agencias en todas las provincias de Cuba y varias en la capital. La fábrica, sus oficinas y salón de ventas se hallaban en un elegante edificio situado en Belascoaín y San José, proyecto del arquitecto cubano Leonardo Morales Pedroso, construido por Morales y Compañía e inaugurado en diciembre de 1927.
En el giro de la ropa sobresalía La Casa Sánchez, entre Salud y Jesús Peregrino, propiedad de Rafael Sánchez González.
Un gran rótulo —Belascoaín 6— identificaba al gran almacén de víveres finos y licores, con servicio a domicilio, de Emilio Pérez en la Sociedad Comanditaria.
“La Protectora”, de Jesús Cao Riguera, era un establecimiento que importaba mercancías, especializado en la venta de muebles a plazos. Competía con “La Casa López”. Un anuncio divulgado en 1929 decía:
“Especialidad en muebles de encargo. Vea nuestra exposición de muebles, lámparas y objetos de adorno. La Casa López es la que supera, dando facilidades de pago en las ventas a plazos con gran reserva (…) Contamos con el mejor surtido en juegos de cuarto, de sala, desde Renacimiento Español, Luis XV y Luis XVI, hasta el mueble más modesto. Hay para todos los gustos y saldrá satisfecho”.
Aunque los propietarios la llamaron “La Casa de 1, 2 y 3 centavos”, el nombre resultaba demasiado largo y popularmente se le conoció como “La de los tres kilos”. Imitaba el modelo de negocios de la cadena estadounidense Woolworth. En la década de 1950 fue transformada para funcionar como tienda por departamentos. Este inmueble se conoce como “Yumurí” y se encuentra en la intersección de las calles Reina y Belascoaín.
Parafraseando uno de los anuncios citados: en Belascoaín había para satisfacer todos los gustos.
Fuentes consultadas:
Diario de la Marina
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