|
Getting your Trinity Audio player ready...
|
Teodoro Rubio Castaño, más conocido por Teo desde que vio la luz hace 63 años en Terrassa, voló por primera vez a Santiago de Cuba en 1994, tras la estela de la escuadra española que sucumbió bajo las aguas del destino, en el verano de 1898. Desde entonces abrió un corredor entre Barcelona y la isla por casi 30 años consecutivos, salvo cuando nació su única hija, Carolina. En la actualidad es considerado un experto mundial en materia de la investigación subacuática e historia de aquella flota protagonista de la guerra hispano-cubano-americana.
Entre los seis barcos —cuatro cruceros y dos cazatorpederos— comandados por Pascual Cervera es el crucero acorazado Cristóbal Colón su preferido. Se hundió entero. Gracias a su moderna ingeniería y velocidad consiguió escapar del bombardeo estadounidense hacia el poniente, pero a 48 millas náuticas se agotó el carbón y la marcha aminoró, condenándolo a verse a tiro de los perseguidores. Con voz enlutada, desde el puente de mando el capitán Díaz Moreu ordenó embarrancarlo junto a la desembocadura del río Turquino y abrir las válvulas para que no fuera trofeo del enemigo. Los norteamericanos quisieron remolcarlo y el intento determinó que el barco, ya con sus bodegas anegadas, se despidiera inexorablemente al fondo del mar. Muchos años después, quebrantando la democracia del silencio, Jacques Cousteau —presuntamente— le habría abierto un boquete con dinamita para explorar sus entrañas. Lo explotó y lo expolió.

Su epitafio estaba escrito desde el mismo día de septiembre de 1896 cuando fue botado en un astillero de Génova. Tuvo corta vida. Para España significó el primer navío de acero inoxidable, promesa de barco invencible. Y acabó siendo la auténtica resurrección del espíritu quijotesco, pues al jadeo de los tambores de guerra no dio tiempo a montarle la artillería gruesa, y aun así el crucero se fue a las Antillas. Era, más bien, un símbolo. Iba a llamarse Giuseppe Garibaldi, pero tras su adquisición por el gobierno español se le rebautizó como Cristóbal Colón, en tributo al navegante. El día que la marinería del Colón arrió del mástil la bandera rojigualda, quedaría como alegórico naufragio de un imperio de cuatro siglos y el nacimiento de una leyenda sumergida.
Haciendo honor a su profesión de electricista, Teo Rubio le pondría voltaje a la historia cuando definió al Cristóbal Colón como “el mejor pecio del mundo”. Un interesante pronunciamiento que ahora sirve de cable conductor para este diálogo en exclusiva con OnCuba.
Usted ha afirmado que para emociones fuertes no hay nada como admirar el pecio del Cristóbal Colón. ¿En qué basa su calificativo de “mejor pecio del mundo”?
Esa categoría se la otorgo yo. He definido al pecio del crucero acorazado Cristóbal Colón como el mejor del mundo porque para mí no tiene parangón en los siete mares. ¿En qué otro lugar del mundo puede verse en ese estado un barco de guerra del siglo XIX, de la clase Garibaldi? Solo se construyeron diez unidades de esa clase y el resultado fue satisfactorio. Nada es comparable a ver su impresionante proa de ariete. El acorazado —de 7 mil toneladas de registro bruto, 100 metros de eslora y 18 de manga— luce tan majestuoso todavía que hasta parece esperar por la armada del almirante Sampson. Cada vez que buceo en este coloso me siento en la máquina del tiempo y el corazón palpita frenéticamente, tanto como vibraría el cuarto de máquinas del Colón al momento de su condenada carrera. Es un entorno idílico donde se puede tocar la Historia con la mano. Y no hablo solo en sentido metafórico: recuerdo que la primera vez me quité el guante para tocar el casco.

¿Cuándo fue esa primera vez? ¿Cuántas expediciones submarinas ha realizado allí?
Mi primer viaje a Cuba fue en el año 1994. En esa ocasión llegué a verlo en modalidad de apnea. Quedé obsesionado. En la Plaza de Armas de La Habana conseguí con un viejito vendedor de libros antiguos algunos muy buenos. Me propuse estudiar todo lo relacionado con el tema histórico y conocer el barco al mínimo detalle. Pero no fue hasta marzo de 1996 que pude bucear y acercarme por primera vez. Pronto se cumplirán 30 años de mi primer buceo allí. Me acompañó un submarinista llamado Edgar, trabajador del hotel Sierra Mar. Ese día realizamos dos inmersiones. En total debo haber estado unas quince veces en el Colón. La última fue en abril de 2017.

¿Cómo describe la aventura de esas inmersiones?
Ya de por sí es una aventura llegar desde la ciudad de Santiago de Cuba hasta playa La Mula, el paraje remoto perteneciente al municipio de Guamá donde se encuentra el pecio. Yace a 64 metros de la costa, orientado de cara al mar; con la popa a 11 metros de profundidad y dañada por los embates del oleaje; mientras que la proa cae en pronunciada pendiente hasta casi 32 metros. Aprovecho para refutar la teoría infundada de que el Colón vaya a precipitarse por un abismo. He avanzado delante del pecio la distancia equivalente a un campo de fútbol y no lo he visto.
Luego hay que franquear una poderosa ola de gran energía, que parece ejercer de centinela protector y que hace muy difícil la entrada al mar y la salida. En la profundidad la temperatura oscila entre los 22º y 27º, en dependencia de la época del año. Son aguas cálidas y transparentes típicas del Mar Caribe, sin embargo, por estar próximo a la boca de un río, en época de lluvia la inmersión se complica, pues el agua se enturbia y la visibilidad es nula. Entre los hierros de la guerra nació un ecosistema. Si bien nunca me he topado con fauna marina peligrosa, existen riesgos de atrapamientos o accidentes. Al ingresar en la bodega, por ejemplo, iluminada por el agujero que produjo la voladura de Cousteau en la mura de babor, uno tiene cierta seguridad de saber localizada la salida; pero no olvidemos que se trata de un buque de guerra sumergido hace 127 años, no deja de ser un laberinto caótico. La sensación es difícil de describir.

¿Qué hallazgos arqueológicos ha realizado allí y cuál es el estado de conservación del buque de guerra?
Lo primero que destacaría son las dos enormes anclas del almirantazgo a babor y estribor que están unidas al barco por grandes cadenas. También su impresionante chimenea caída por estribor. El estado general es aceptable, apreciando sobre todo que no ha colapsado, como ya ocurrió con los otros pecios de la escuadra. Esto se debe a que el Colón fue construido en acero inoxidable; aun así, la estructura manifiesta signos de fatiga, y en la proa, concretamente en la banda de babor, se ha producido un importante desprendimiento de planchas metálicas. Al interior se descubren miles de balas, munición de artillería naval y armamento como fusiles Máuser, bayonetas, sables; así como restos del menaje de a bordo. Este pecio ha sido estudiado por Cubasub, la oficina de Gestión y Manejo del Patrimonio Natural y Cultural Subacuático de Santiago de Cuba capitaneada por el doctor Vicente González Díaz.
El reciente huracán Melissa tocó tierra cubana casualmente por un punto cercano a la ubicación del pecio, ¿cree que pueda haberle causado algún daño?
Por intercambio con Vicente González estoy al corriente de que aún no han podido evaluar si el huracán Melissa causó algún daño al Colón o al resto de los antiguos barcos de Cervera. Según mi experiencia, creo que la profundidad a la que se encuentra el Colón suele protegerlo ante fenómenos de esta naturaleza.
Tengo entendido que usted es el único buzo en España que ha podido explorar todos los barcos de la malograda escuadra de Cervera, ¿cierto? ¿Puede apuntar sucintamente lo más llamativo de cada uno de los otros pecios?
Hasta donde conozco soy el único español, sí señor. Pero hay varios cubanos que ostentan ese logro: el ya citado doctor Vicente; su hijo Vicente González Portuondo, que es arqueólogo subacuático e ingeniero informático; Noel López, camarógrafo, ingeniero y divemaster en Jardines de la Reina; quizás haya otro. Sobre lo más interesante de cada pecio diría que el destructor Furor, frente a la playa de Mar Verde, es un espectáculo para la vista y los sentidos por ser una inmersión profunda. Durante el combate del 1 de julio de 1898 fue la única nave que explotó y se fue a pique. Su par, el destructor Plutón, reposa entre Buey Cabón y Rancho Cruz. En condiciones normales es una inmersión fácil, porque está a escasos cinco metros bajo la superficie. El hándicap es que allí no queda mucho para ver.

El pecio del Almirante Oquendo es otro buceo cómodo. Lo más espectacular son sus cañones de proa y popa, dos González Hontoria de 280mm y 29 toneladas cada uno, que son visibles desde la carretera y bien conocidos por postales. Su gemelo Vizcaya acabó cerca de Aserradero, con la particularidad de estar recostado en el arrecife coralino; bucearlo es contemplar un acuario. Mientras, el Infanta María Teresa, buque insignia de la escuadra que los americanos quisieron llevarse, se hundió en Cat Island, Bahamas. La defino como una inmersión marcada por los azares del Triángulo de las Bermudas, pero a la vez es súper emocionante. Añadiría a esta lista al USS Merrimac, carbonero estadounidense que fue hundido al interior de la bahía santiaguera y corresponde al contexto del 98. El buceo en ese pecio es muy técnico y estresante, por la turbiedad de las aguas en la rada y la fuerte corriente generada por las mareas.
¿Cómo surgió la pasión por el buceo y en particular por esa inmersión en la Historia?
Mi abuela materna, mi Yaya Antonia, tenía la costumbre de repetir como un mantra: “Más se perdió en Cuba”; frase coloquial para restarle importancia a los problemas cotidianos. Por lo que desde mi más tierna infancia siempre escuché referencias de la isla. Muy importante: mi amor al mar. También influyó la lectura de La capitana del Yucatán, libro de Emilio Salgari que narra de manera fabulada la guerra de Cuba, y en particular el hundimiento de la escuadra en Santiago. En resumen, mis tres pasiones son la Historia, el submarinismo y los viajes. Alguien me dijo una vez que era un privilegiado por poder unificar esas tres disciplinas, y eso lo he materializado en Cuba.

A decir de su abuela: ¿qué se le perdió en Cuba? ¿Cómo valora sus vínculos con el proyecto Cubasub?
Cuba ha sido mi universidad. He aprendido mucho gracias a este hermoso país, me siento parte de él. Vicente González Díaz me ha ayudado muchísimo para alcanzar los conocimientos que tengo al respecto. Él ha sido el artífice para que esos pecios recibieran el reconocimiento de Monumento Nacional y el de Patrimonio de la Humanidad otorgado por la Unesco. Para mí es un honor y un orgullo que los cubanos me hayan acogido en su grupo de especialistas. Quisiera que España se implicara en algún proyecto decisivo con la República de Cuba, para salvaguardar esas reliquias sumergidas y legarlas a las generaciones venideras.
¿En qué consistiría esa implicación? ¿Conllevaría extraer el barco para ubicarlo en un museo o acciones para preservarlo en su tumba submarina?
El pecio del Colón no se puede extraer del agua. Sería una misión imposible que conllevaría introducirlo en una piscina gigante y un tratamiento de desalinización demasiado complejo. Además, por estar inclinado en una pendiente submarina se desfiguró su estructura. La idea que específicamente me planteó un biznieto del almirante Cervera, Guillermo Cervera Govantes, quien es presidente de la Sociedad Amigos del País de Puerto Real, en Cádiz, y en cuya universidad radica una maestría de Arqueología Subacuática, sería suscribir un convenio de colaboración para que un docente de esa institución viaje a la isla a formar arqueólogos subacuáticos cubanos. Eso permitiría aprovechar el parque sumergido de Santiago para impartir cursos de planimetría y consumar un estudio arqueológico e historiográfico sobre los pecios que sigue pendiente. Esperemos a que soplen vientos mejores y pueda llevarse ese proyecto a feliz puerto.

¿Si existen los pecios del Titanic y otros mundialmente famosos, cómo un cubano puede convencerse de que tiene en sus aguas el mejor pecio del mundo?
Como he dicho antes, porque es el pecio más increíble y maravilloso que existe en el mundo para el buceo arqueológico y contemplativo. Podrán existir otros barcos superiores para el buceo científico, deportivo o recreativo, sin duda, pero con la leyenda y la belleza escénica de este: un buque de guerra del siglo XIX que puede bucearse en condiciones estupendas, no lo creo. Puedes introducirte en su interior, sumándole todos los hallazgos y emociones que he descrito. Es una aventura irrepetible, adrenalina en estado puro e historia viva. Hoy puedo afirmar sin rubor que el Colón es mi amor cubano. Es un incunable.
¿En qué otros sitios ha buceado? ¿Si le queda algún pendiente bajo el mar cuál sería?
He buceado en varios pecios de la costa catalana, que es mi tierra, el Boreas, el Marmoler, el Regio Messina, el Deltebre. En Menorca, isla de las Baleares donde suelo ir de vacaciones, hay dos que me entusiasman mucho, La Francisquita y El Malakoff. También he buceado en México y República Dominicana. Me encantaría conocer el SS Thistlegorm, un carguero británico hundido por la Luftwaffe alemana en el Mar Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Probablemente sea uno de los pecios mejor conservados y emblemáticos del mundo, por la espectacularidad que supone curiosear en su interior la cantidad de vehículos y material bélico dirigido a las tropas que enfrentaban al mariscal Erwin Rommel, el Zorro del Desierto.

¿Frente al espejo se ve como historiador que bucea o un buceador que hace historia?
En lo que a mí se refiere, no soy historiador, no tengo el título. Digamos que soy un buceador al que le gusta la Historia, aunque no descarto que algún día pueda ser historiador. Si mi pasión y mis modestas investigaciones han sido de utilidad y estímulo para otras personas, bienvenido sea.













Teo, pudiera sugerirte el pecio del Coolidge, un enorme trasatlantico utilizado por la marina norteamericana durante la II Guerra Mundial para el transporte dd tropas y material belico en la guerra del Pacifico. Se encuentra en la isla Espiritu Santo, Vanuatu. Se hundio por error al colisionar con una mina antisubmarina. Esta apenas a 50 m de la costa en aguas muy calidas y de buena visibilidad. Esta en muy buenas condiciones debido a la proteccion que le ofrece la bahia. Tiene muchisimo equipamiento militar y amplias bodegas que permiten el acceso a algunas areas de su interior.