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Cuba tiene dos capitales. Una política, La Habana. Otra espiritual, El Cobre. Separadas por 762 kilómetros, ahora la segunda es un caserío espectral arrasado por la furia de la naturaleza encarnada en el huracán Melissa.
Si se quiere confirmar que la utopía, a veces, felizmente, se concreta y que una casa común es posible para todos los cubanos de cualquier signo, militancia, credo y origen, el Santuario de la Virgen de la Caridad es el lugar de esa posibilidad.
Nada azarosa, esa oportunidad aún espera su realización como proyecto nacional en la breve historia republicana de la isla. Y sí, este es el lugar. No hay otro. Todavía.
Y desde el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, donde se venera a la patrona de Cuba desde el siglo XVII, matria colectiva y fundacional entregada por un mar nada calmo, también se investiga, en medio de la desgracia, la viabilidad de una Cuba colaborativa y diversa; una versión de país sin las vanidades, rencores y soberbias del poder de unos y de otros que adeuda trabajar por el bien de todos, sin exclusiones.
Uno de los tantos protagonistas cotidianos en la construcción de ese paradigma martiano es el padre Rogelio Dean Puerta (La Habana, 1980), ordenado sacerdote en 2017, quien solícito accedió a responder las preguntas de OnCuba sobre asuntos tan terrenales como divinos. Fue una conversación vía WhatsApp, con algunos cortes telefónicos, apagones, falta de cobertura, en uno y otro lado de la línea en la tarde noche del viernes 8 de noviembre.

El Cobre, una reliquia
Padre, empecemos haciendo una especie de esbozo en la línea del tiempo antes de la llegada de Melissa. ¿Cómo usted caracterizaría a la comunidad de El Cobre? Por cierto, uno de los primeros asentamientos mineros de América, fundado en 1530.
Bueno, llevo 8 años como párroco del poblado de El Cobre, y a esto se suma un año y medio aproximadamente como rector del Santuario. Me ha tocado la misión de llevar este lugar patrimonial de todos los cubanos, el Santuario de la Virgen, y atender a los feligreses de El Cobre.
Esta ha sido una comunidad muy bendecida espiritualmente en los últimos años. Hemos recibido hermanos de diferentes países, de otras iglesias, que han traído retiros como Effetá, Emaús y Bartimeo, grandes aventuras de fe y amor. Es una comunidad que vibra, sirve y trata de seguir adelante en medio de las dificultades que enfrenta nuestro país.

Una de las primeras noticias que se propagaron en redes durante el acoso y luego el impacto del huracán fue que algunas personas en El Cobre habían quedado aisladas por un deslave. Como párroco de la localidad, ¿cómo percibió usted el peligro de esa situación y actuó en consecuencia?
Estuve al corriente de lo que sucedía y facilité la conexión entre las personas aisladas y la brigada de salvamento. Esto ocurrió casi antes de la llegada del huracán. Las personas estaban asustadas, pero estaban en un segundo piso con una estructura sólida debajo. Gracias a Dios, nadie resultó herido ni dañado.




Una casa para todos
¿Cómo se relaciona usted con la comunidad? ¿Tiene una relación fluida, cotidiana con las personas, sean creyentes o no?
Sí, hay una relación muy fluida. Creo que el cristianismo debe mostrarse en obras concretas. Como dice el apóstol Santiago: “Muéstrame tu fe sin obras, ahora que yo te mostraré mi fe por mis obras”. En El Cobre, ante la difícil realidad de Cuba, hemos desarrollado una pastoral social con más de 12 proyectos para todas las edades: mujeres con cáncer, niños discapacitados, síndrome de Down, tercera edad, etc. Pero yo no sería nadie sin mi equipo de trabajo.

Fortalecimos el consejo parroquial, el consejo del santuario y el equipo de proyectos. No se trata del impacto que podría tener un sacerdote, sino juntos como comunidad cristiana. Nuestra ayuda y nuestra amistad no está condicionada por credos, sino simplemente a la misión que nos da el Señor de amar a todos, al que piensa de una manera, al que piensa de otra.
La casa de María es la casa de todos los cubanos: creyentes católicos; no creyentes; personas con creencias afrocubanas; personas que vienen a valorar culturalmente el Santuario; personas de derecha; de izquierda. De acuerdo con la misión pastoral de la Iglesia, todos somos hermanos.

Es una labor ecuménica y colectiva, ¿no? Usted parece muy orgulloso de ese equipo. ¿Quiénes lo integran?
Son personas del día a día: médicos, enfermeras, fisioterapeutas, maestros, una socióloga, un profesor de Educación Física. También gente sencilla sin estudios pero con un corazón enorme. Lo admirable es que, a pesar de sus propias necesidades, se entregan a ayudar a los demás. La labor de escucha y cercanía es muy importante.
¿Estas personas están dedicadas 24 horas al equipo o comparten estas labores con sus vidas particulares y profesionales?
Eso es lo que los hace grandes y admirables. Comparten su tiempo de trabajo, hogar y vida social con las labores de la iglesia. Solo dos o tres personas en la secretaría están a tiempo completo. Los demás reparten su tiempo y lo hacen con gusto. Han encontrado en medio de tantas dificultades un camino de realización personal ayudando al que está peor. Como iglesia en salida, ellos, al estar insertados en la sociedad, pueden darse mejor cuenta que un sacerdote de las necesidades de las personas.


Liderazgo, diálogo y rutina cotidiana
Padre Rogelio, ¿cómo ha logrado usted esa calidad de liderazgo? ¿Diría que tiene dotes de líder? ¿Cuál es su autopercepción?
Bueno, a ver, yo creo que el tema está en querer amar y querer amar en serio. No mirar tanto las limitaciones personales —yo tengo muchas, lo digo con sinceridad— sino mirar lo que Dios puede hacer a través de mí. Me siento muy pequeño solo, y por eso siempre he buscado ser convocante, sumar personas a una misión. Me doy cuenta de que así puedo llegar más efectivamente y más ampliamente en la misión.
¿Y su capacidad de diálogo con las autoridades, cómo la describiría?
Como sacerdote, uno tiene que ser el sacerdote de todos: del que piensa de un modo y del que piensa de otro. Siempre que haya del otro lado una persona de buena voluntad, yo estoy dispuesto a acercarme, dialogar y trabajar en conjunto.
A veces me dicen que peco de inocente, pero yo siempre trato de esperar lo mejor del otro, de sensibilizarlo. Como decía José Martí: “Patria es humanidad”. Yo trato de acudir a la humanidad que hay en cada persona, tenga el cargo que tenga, y hacerla partícipe de esta misión de ayudar a la mayor cantidad de personas en estos momentos tan difíciles.
¿Cuáles son hoy las principales urgencias de la comunidad de El Cobre?
Desde que pasó el huracán, nos hemos concentrado en dar comida. Es la primera necesidad: alimentarse para sobrevivir, para servir. Tenemos 29 casas con comedores emergentes que están dando un promedio de mil platos de comida diarios en el poblado de El Cobre. Además, hay una gran necesidad de medicamentos. Hoy mismo me comuniqué con amistades en Estados Unidos para que alguien viaje y nos traiga paracetamol. Hay muchas personas con fiebre, dolores, enfermedades como chikungunya y oropouche. También hay que reparar viviendas, algunas casi totalmente destruidas, pero eso tomará más tiempo.

¿Cómo evalúa la asistencia y solidaridad de otras iglesias católicas y evangélicas ante esta desgracia?
Cada uno está haciendo lo que puede. No es común que se hagan proyectos conjuntos, cada iglesia trabaja con su gente. Pero sé que hay otras iglesias haciendo cosas muy buenas: ayudando, animando, acompañando espiritualmente y psicológicamente. También hay grupos fraternales y asociaciones afines haciendo el bien, y eso es lo que hace falta.

Me interesa conocer su rutina cotidiana, padre. ¿Podría describirme un día suyo, antes y después del huracán?
Bueno, después del huracán… El santuario está en un lugar elevado desde donde se divisa todo el poblado. Cada mañana, al abrir la ventana, me da un dolor muy grande ver cómo ha quedado todo. Me fortalezco con la oración y la Santa Misa. Le pido a la gente que venga, porque necesitamos fortalecernos espiritualmente. Es Dios quien te levanta, te motoriza, te anima.
Durante el día trato de vincularme con la mayor cantidad de personas. Me paso el día preguntando, generando ideas, intercambiando. A veces me regañan porque no he almorzado, pero el tiempo no alcanza. También recibo grupos, personas, porque este es el santuario de El Cobre. Además, atiendo los diferentes grupos de la parroquia. Por ejemplo, dentro de un rato me encuentro con los jóvenes, y mañana sábado por la noche con los matrimonios. Para nosotros, la familia es fundamental.

La Basílica, un tesoro nacional
¿Por sus palabras, entiendo que la Basílica continúa su intensa vida pastoral, no se ha interrumpido con el huracán?
Para nada. Enseguida empezamos a recogerlo todo, a hacer el diagnóstico de daños. Tengo que decir que tengo un equipo de trabajo ejemplar en la Basílica. Muchos sufrieron pérdidas serias en sus hogares y pospusieron atender sus casas para venir a servir aquí, acogiendo a las personas que vienen buscando consuelo y fe.
¿Qué tipo de daños sufrió la Basílica?
Básicamente daños de carpintería y vitrales. Lo demás podemos decir que son menores.
¿Y los vitrales son patrimoniales?
Sí, son vitrales antiguos, varios ya habían sido restaurados. Estamos dialogando con empresas especializadas y hay perspectivas de restauración. No nos vamos a rendir, ya estamos trabajando en ello.

Es una gran noticia. La Basílica es uno de los grandes tesoros de Cuba. Usted es párroco de lo que llaman “la casa de todos los cubanos”. ¿Cree que existe otro lugar con ese nivel de convocatoria y capital espiritual?
Yo te puedo decir sin exagerar: es el altar de nuestra patria. No hay nada más sagrado que la madre, y el cubano lo tiene claro. Por eso tantas personas vienen al encuentro de la Virgen. Bajo su amparo uno se siente seguro, atendido, acogido, amado.
¿Cómo ha sido el diálogo, el acompañamiento, la sinergia con el Estado cubano?
Nosotros no somos de esperar, somos de lanzarnos a trabajar. Inmediatamente después del huracán comenzamos a dar comida. Imagino que las autoridades necesitaron tiempo para organizarse, pero nosotros ya estábamos activos. Luego se han ido incorporando paulatinamente con sus mecanismos. Estamos dispuestos a colaborar en todo lo que sea para el bien de la población.
Padre, ¿tiene noticias sobre la ayuda que llegará desde Estados Unidos?
Sabemos que va a llegar en algún momento. La institución cubana es la encargada de distribuirla, y Cáritas está presente en todas nuestras parroquias. Nos hemos preparado para recibir esa ayuda, y no solo esa, cualquier ayuda de cualquier institución o país que venga. Estamos listos para distribuirla con responsabilidad y seriedad.

Mensaje a las víctimas
Hay personas que, menos la vida, lo han perdido todo, no solo en el Cobre, sino en todo el oriente de Cuba. ¿Cuál sería su mensaje para ellas?
No perder la fe, la esperanza, ni el amor. Si perdemos eso, nos dejamos destruir por el mal y las circunstancias. Estamos llamados a vivir y a ayudar a otros a vivir. Cada dificultad es un aprendizaje, una oportunidad de crecimiento personal. Ahora más que nunca debemos estar unidos, ayudarnos más y confiar en Dios.
¿Hay servicio eléctrico actualmente en El Cobre?
No, la red eléctrica ha sido severamente dañada. Pero se está trabajando. Hay muchos linieros y eléctricos del país, sobre todo de la provincia de Artemisa, haciendo un gran esfuerzo. Nosotros tenemos una planta generadora en el santuario y en la hospedería, lo que nos permite ofrecer servicio de carga para celulares a la población.
¿Y el servicio de agua?
Ha estado intermitente. También hemos tenido problemas con la potabilizadora. Por eso usamos un pozo con turbina en nuestra casa de retiro, junto al santuario. Toda la población viene a buscar agua potable allí, y nosotros se la facilitamos con mucho gusto.

La fe y una pregunta incómoda
No pretendo abrumarlo y sé que sus horas están regidas por una agenda exigente. Un vecino mío me hizo esta pregunta y quiero transmitírsela: “¿Cómo es posible que la Virgen, que nos protege con su manto, no haya podido desviar esa hecatombe sobre Oriente?”
Esa pregunta me la han hecho, incluso un periodista que estuvo por acá. Mira, hay que diferenciar entre lo que Dios quiere y lo que Dios permite. Son dos cosas distintas. Definitivamente, Dios no puede haber querido esta desgracia, esta dificultad, mucho menos su madre, la Santísima Virgen, aquí en su casa. Sin embargo, hay una verdad: Dios lo permitió.
La pregunta no es “¿por qué?”, porque ahí nos agotamos. Esa no es una pregunta de fe. La pregunta es “¿para qué?” ¿Qué quiere Dios enseñarnos, que aprendamos de esto que ha pasado? ¿En qué sentido podemos crecer a partir de esta realidad? ¿Cómo podemos fortalecernos y ser mejores? Esa es la pregunta que nos da luz.
La Virgen está en El Cobre, sí, pero es madre de todos los hombres. Lo importante es ver en qué sentido Dios quiere que aprovechemos esto que ha sucedido.

Entonces, no tiene dudas de fe. ¿A usted la fe siempre lo va a acompañar, es su tierra firme?
Yo creo que la fe es lo que sostiene a la persona. La mayoría de los actos que realizamos durante el día son actos de fe. Y en los momentos de dolor, de cruz, la fe es la que levanta, sostiene y hace crecer. La fe también te lleva al amor y a la esperanza. Nuestra esperanza no es humana, es esperanza en Dios y en lo que Él puede hacer a través de mí.













