Ahora sabemos que comían galleticas dulces y galleticas saladas, que envolvían sus papeles en nailon para cruzar los ríos, que en la selva del Tapón del Darién fueron las únicas mujeres en un grupo de cincuenta migrantes, que se protegían procurándose la simpatía de los coyotes.
El 13 de mayo de 2016 Marta Amaro, de 52 años, y Liset Barrios, de 24, habían partido de La Habana. Hasta Estados Unidos, les quedaban por delante 13 países, 10 cruces ilegales de fronteras, 6 vuelos, kilómetros y kilómetros de rueda y de pies, traficantes. Las empujaba el hambre de lo prometido, y el susto de no llegar a tiempo.
Cuando en diciembre de 2014 los presidentes Obama y Castro anunciaron su golpe de timón en las relaciones bilaterales, muchos cubanos vieron venir el final de una política que les daba todas las garantías de emigrar a ese país. Cincuenta y seis mil cuatrocientos seis cubanos entraron a los Estados Unidos solo en 2016: 34 128 más que dos años antes. Un éxodo.
Habíamos visto mucho de la llegada, y poco o nada del tránsito. Lisette Poole completa la fotografía del drama migratorio. Ahora sabemos un poco más de qué están hechas 8 mil millas –12874,75 kilómetros– y ciertos 48 días.
¿Cómo te planteaste hacer este registro?
La idea fue documentar esta etapa de la migración cubana, de personas que pensaban –como muchas otras– que Pies secos / pies mojados iba acabar. Veo el libro como un documento final sobre esta política que duro más de 20 años.
¿Cómo les propusiste a ellas hacer ese acompañamiento?
Conocí a Marta mucho antes. Ella me había hablado sobre sus planes de irse, y siempre le dije que yo quería acompañarla. Pero no sé si realmente pensé que iba pasar. Creo que ella tampoco pensó que en verdad iría con ella.
¿Cuánto acceso te dieron a su privacidad?
Mucho. Me siento muy privilegiada de que hayan confiado en mí, en que protegería la información que me dieron, las cosas que me dejaron ver. En esa travesía, yo viajaba como una de ellas. No había tiempo ni forma de que ocultaran parte de su experiencia.
¿Cómo era una noche en la selva?
En la selva yo traté de enfocarme en literalmente el próximo paso… si pensaba mucho en donde estábamos y con quiénes, era demasiado. Estas en una posición de sobrevivencia así que solo piensas en la próxima cosa que necesitas para seguir adelante, como agua, comida, los bultos que tienes encima. Cosas así.
El terreno es puro fango, siempre estás caminando sobre raíces. Vas sobre ese fango agarrándote de lo que puedes. A veces llueve al momento, un aguacero durísimo. Todo huele a tierra. Siempre tratas de mantener una muda de ropa seca para dormir, y la ropa mojada te la volverás a poner por la mañana.
Por las noches estaba tan cansada que creo que dormía como nunca en mi vida. En el piso o en una hamaca, con coyotes, lo que fuera, caía como una piedra cada noche.
¿Qué equipamiento llevabas y cómo lo asegurabas?
Tenía mi computadora conmigo. Por una parte, la necesité, pero por otra fue difícil andar con ella. Yo llevaba cámaras pequeñas que no pesaban. Mi iPhone. Antes de entrar a la selva un colega me prestó una mochila y yo tenía otro dry bag, entonces crucé ríos con mi computadora y el resto de los equipos dentro de las dos bolsas a mi espalda.
¿Cómo era la convivencia? ¿Tuvieron contradicciones en algún momento?
En Costa Rica Marta se quedó, ella y Liset habían discutido por un asunto de dinero, de financiamiento de la travesía. Tuvimos muchos momentos tensos, a veces llegamos a discutir. Apenas estaba conociendo a Liset, era a Marta a quien yo conocía más. Las tres estábamos bajo mucha presión. Pero al final el deseo de ayudarnos una a la otra fue más fuerte que todo.
¿Cuáles eran los riesgos para tu vida? ¿Cómo asumiste el peligro?
Llegó un momento en que los coyotes supieron que yo era periodista. Me preguntaron mucho, me amenazaron. Pero al final, tomé la sugerencia de una colega y amiga que me dijo que fuera honesta. Les expliqué que estaba ahí documentando la travesía, y me dieron su confianza y me dejaron seguir… sin una cámara y mi computadora, pero esa es otra historia.
En un punto del recorrido eran las únicas mujeres en un grupo de 50 hombres. ¿Cómo fue esa vivencia?
No fue mucho tiempo, solo los últimos días en el Tapón de Darién. Nada malo pasó: Liset y Marta se protegieron con su “guara”, haciéndose amigas de todos alrededor, incluyendo los coyotes.
¿Qué te reveló la experiencia?
Fue incomparable, pienso en eso todos los días. Sobre todo vi la capacidad del ser humano de sobrevivir para lograr lo que quiere. Siento mucha admiración por ellas dos, por haber hecho lo que hicieron. Y por mi parte, siento que soy capaz de enfrentar cualquier cosa que se me presente en la vida.
¿Habías hecho algo parecido antes?
En realidad no. Los trabajos que había hecho antes trataban temas como religión, reguetón, y la vida LGBTQ en Cuba.
¿Qué fue lo más difícil para ti? ¿Hubo algo que no consiguieras hacer?
Lo más difícil fue no poder planificarme, y no poder hacer fotos de la manera en que estoy acostumbrada y tener que buscar otras formas de contar la historia. Por eso estoy haciendo el libro también. Además de las fotos, tengo tantas notas, video, información, papeles, y audio de toda la travesía, que quiero usar todo ese reporteo que hice para contar de una manera completa lo vivido y que a través del libro, uno pueda sentir los momentos de tensión, alivio, diversión, miedo etcétera.
¿Qué piensas de la migración después de este trabajo?
Me siento más responsable que nunca de contar esta historia, como americana, viendo la forma penosa en que tratan al migrante y piensan sobre él en mi país. Temo por el futuro de Estados Unidos y de los inmigrantes cubanos y no cubanos. Quisiera que la gente viera lo que pasaron Liset y Marta y se pusieran en su lugar. Quisiera que sientan empatía con quienes buscan una vida mejor.
Lisette Poole es una fotógrafa cubanoamericana que reside entre Nueva York y La Habana. Su trabajo se centra en temas de belleza, resiliencia y juventud. Ha documentado por varios años la cambiante sociedad cubana y continúa haciéndolo mientras se abren gradualmente las relaciones con EE.UU. gradualmente. Su trabajo ha sido mostrado en California, Nueva York, Miami y La Habana. Es graduada en fotoperiodismo por la Universidad Estatal de San Francisco. Ha trabajado para Time, Newsweek, The New York Times, The Atlantic, Le Monde’s M Magazine, Bloomberg, The Wall Street Journal, MSNBC, Science Magazine, & Mashable. Es colaboradora de Redux Pictures en Nueva York.
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Todos los caminos conducen a EE.UU. Esta es una de las las vías más largas y tortuosas para llegar al final del camino. Igual de arriesgada que lanzarse a un mar plagado de tiburones. Siempre será una pequeña hazaña anónima el mero hecho de llegar de una pieza al destino escogido. Una lástima que no haya más fotos y videos.
Y que facil seria para el pueblo cubano haber evitado toda esta tragedia humana solamente con oponerse y protestar contar el causante de toda esta desdicha,el gobierno y las politicas de Cuba,si desde un comienzo no hubieran pensando salir en masas de su pais,arriesgar la vida de sus hijos en el mar,y hubieran luchado de frente contra la dictadura ,jamas en la historia de Cuba este capitulo hubiera existido,pero optaron por el exilio y ahora son un pueblo dividido que sufre por esto.