Empeñados en emigrar a los Estados Unidos, como tantos y tantos cubanos, dos amigos hicieron los deberes correspondientes. Se prepararon a consciencia para el salto por México. Buscaron información sobre otros compatriotas que habían hecho viajes similares; estudiaron los disímiles problemas a los cuales podrían enfrentarse en su viaje, desde la aduana, que los podría regresar de manera expedita, hasta la violencia extrema que encontrarían en las carreteras que llevan hasta la frontera.
Leyeron mucho y mientras más leían más miedo les daba. Pero ya tenían la visa a mano y no había vuelta atrás. Además, no iban a estar solos al final del trayecto.
Lo que más les preocupaba era no interpretar convincentemente el papel de turistas. Y dejar Cuba por primera vez. Y también a la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí. Y al ridículo de la falta de experiencia previa en viajes internacionales. Pero aun así se marcharon, con el alma en vilo, alertas, inseguros pero también emocionados.
Lo primero que hicieron fue entablar conversación con un mexicano que tomaría su vuelo. Si lo convencían a él de que eran simples turistas, podría ser un buen síntoma. Al parecer lo consiguieron.
El vuelo Habana-México DF se retrasó, como era previsible. Y tuvieron mucho tiempo para relajarse. Para cambiar su primera impresión sobre lo inmensa que parecía la terminal internacional. Al final volarían al día siguiente, justo a las 4 de la tarde. En fin, Cubana de Aviación.
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Cuando llegaron a la capital mexicana estaban nerviosos. Pasaron por la aduana sin darse cuenta siquiera que lo habían hecho. Apenas era un escritorio donde les preguntaron sus nombres, el tiempo que estarían en el DF, el monto del dinero que portaban consigo y en qué dirección los esperaban. Todo fue tan rápido y natural que los dejaron seguir sin más trámites.
Con las maletas en la mano le preguntaron a un mexicano si una puerta, antecedida por una chequeadora de equipaje y custodiada por policías armados, era la aduana. El mexicano se echó a reír y señaló que la aduana la habían pasado ya. “Son aquellas mesas”, dijo y ellos sintieron un gran alivio.
Como una suerte de ruleta rusa, antes de la puerta había dos ventanillos con luces rojas y verdes. “Si les sale luz verde no hay problemas”, comentó el mexicano. “Si sale luz roja, los van a revisar completos, por si traen algo que no hayan declarado”. Hasta mucho después no supieron, y solo por casualidad, que las luces cambiaban al azar.
En menos de diez pasos, unos pocos metros infernales, les rezaron a todos los santos para que pudiesen pasar sin problemas. Primero fue ella. Luz verde. Luego su novio, que iba justo detrás. También luz verde. Solo entonces respiraron profundamente.
Les sorprendió –esta vez sí– la inmensidad de la terminal. Era un edificio espacioso, con unas escaleras eléctricas larguísimas. Averiguaron que debían tomar un tren hasta el Hotel Camino Real, unos vagoncitos futuristas que se mueven entre las terminales del aeropuerto y diferentes puntos de una explanada que tiene hoteles, restaurantes, casas de cambio y tiendas.
Era la primera vez que iban a pernoctar en un hotel como ese, de muy buena categoría, reservado desde los Estados Unidos por la familia del muchacho. Todo fue impresionante.
Divertido fue para ellos hacer el check in y abrir la puerta de la habitación. Para lograrlo estuvieron cerca de 10 minutos, metiendo la tarjeta magnética dentro de la ranura sensible. Cuando ya casi se daban por vencidos, se abrió la puerta.
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Cayeron en la cama y miraron al techo. Se ducharon en un santiamén. Después de tanto ajetreo debían informar que habían llegado bien. Aun siendo tan buen hotel la conexión a internet era peor que la de Cuba. Llamaron por teléfono al padre de ella, que trabajaba en Brasil. Después se fueron a comer.
En el Hotel Camino Real hay tres restaurantes: comida mexicana, internacional e italiana. Se decidieron por la italiana. Pensaron que les resultaría más familiar la dieta. Lo primero fue entender el menú, dividido en aperitivos, primeros platos, segundos, pastas, postres, bebidas, café. No probaron los aperitivos.
Ella, con finura, pidió salmón. Él, por ir al seguro, lasaña. Con las bebidas padecieron otro susto. Cuando el mesero les preguntó qué querían de tomar ella pidió un jugo. Él, una cerveza. “¿Cuál?”, inquirió el camarero. Mi amigo, acostumbrado a beber solo las pocas marcas que se consumen en Cuba, pregunto a su vez: “¿Cuál tiene?” Después escuchar cerca de dos minutos al pobre hombre recitando marcas desconocidas, el chico se decidió por una de nombre casi erótico, que no estaba mal.
Luego vino la cuenta, dejar la propina, que el camarero regresara con su cara de palo y les recordara la buena costumbre de que el cliente dejase entre el 15 y el 20 por ciento del monto total; una burda estafa, al menos en México, según le comentó alguien después. Esa noche durmieron con el televisor encendido, con la información de los vuelos en la pantalla.
El desayuno fue divertido, al menos para ella. Él, cubano al fin, se compró un bocadillo con “de todo adentro”. En cuanto lo probó, se le aguaron los ojos y comenzó a toser por la cantidad de picante. Su aprecio por la comida mexicana es menor desde aquel día.
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El vuelo hasta Monterrey fue rápido. Después de recoger el equipaje salieron a la calle. Ahí estaba el contacto con el cartel de bienvenida. Lo abrazaron efusivos, emocionados, como si le conocieran de siempre, y montaron en el carro. “Ustedes no parecen cubanos”, fue lo primero que les dijo el mexicano al iniciar la marcha.
Después de 3 horas y media por carretera llegaron a la frontera con los Estados Unidos. El trayecto había sido tranquilo, rodeados por pequeños arbustos espinosos. Le preguntaron al mexicano cuán peligroso era el recorrido. Él les explicó que son dos carreteras casi paralelas. Una, custodiada por el ejército; la otra, por nadie. Ellos seguían la que custodiaba el ejército. “Están para cuidarnos”, aseguró. “Nos pueden parar pero es solo para ver el número de registro del carro y solo hay un punto donde pueden pedir los papeles. Pero no habrá problemas porque ustedes tienen visa de turistas. Solo digan que vamos a los pueblos de la frontera a pasear y comprar”.
Cada 10 minutos más o menos los adelantaba una camioneta abierta, repleta de soldados, y helicópteros que sobrevolaban el camino. Los pararon una vez, justo donde podían detenerlos y revisar sus documentos. Registraron el carro muy por arribita y les dejaron seguir sin pedirles nada.
De a poco comenzaron a dejar atrás el estrés. Parecían realmente de vacaciones. Ella, atrapada en un limbo emocional, asumiendo la naturaleza turística del paseo. Él, atento, con sus ojos fijos en el camino. Pensante pero relajado.
Cuando llegaron a la frontera el mexicano detuvo el carro y les indicó cómo funcionaba el puente. “Ustedes pasen el torniquete y caminen; no le hagan caso a nadie que los llame”. Solo cuando estuviesen a mitad del puente podrían decir que habían llegado.
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Adiós México. En la entrada del torniquete no había guardias, solo uno en la casetica. El conductor puso las monedas y pasaron. Les tiró una foto caminando rumbo al futuro.
Según les habían dicho, los cubanos no tenían que hacer la cola. Pasaron por delante de todos, casi sin mirarlos, y llegaron hasta la oficina migratoria. “Somos cubanos y queremos pedir asilo”, dijeron. El oficial mexicano de guardia asintió: “Eso está muy bien, pero regresen y esperen su turno”. Como los demás. Mi amigo trató de explicarse pero el guardia no cedió. Ella y él regresaron a México, al final de la cola congestionada.
El puente era pintoresco. Adultos y niños mal viven de vender agua, caramelos, frutas, jugos de cartón, todo lo que pueda comprar quien espera cruzar para evitar el hambre o la sed.
La construcción se divide en cuatro vías: dos para automóviles y otras dos para peatones. Dos para entrar a los Estados Unidos y dos para ingresar a México. Hay una línea amarilla que marca la división entre los países. Luego de 2 horas y media accedieron de nuevo. Se acercaron al oficial que clasificaba a los que entraban y le dijeron otra vez que pedían asilo político.
Ellos sabían de sobra que en ese punto no se puede mencionar la Ley de Ajuste Cubano. Los pasaron a una habitación donde esperaba otro grupo de cubanos. Estaban separados de las demás personas. Y, por supuesto, era el grupo más demorado.
Los jornaleros mexicanos, con sus papeles en regla, pasaban rápido y sin problemas.
En el grupo de cubanos había dos que venían de Venezuela y otros tres desde Ecuador. Habían sido secuestrados ocho días y liberados después de que sus familiares pagaron 3 mil dólares por cada uno. Detrás de mis amigos entró un matrimonio con un niño de 3 años. Mientras esperaban compartieron la comida que llevaban. A él lo procesaron de inmediato y esa noche ya tenía su parole. A ella la dejaron para el día siguiente.
En cuanto los procesaron los obligaron a salir sin mediar explicaciones de ningún tipo. Además, se tomaron la molestia de desinformar a los familiares interesados en saber de los suyos. Cada vez que alguien telefoneaba les decían que sus parientes habían salido, cuando en realidad aún estaban allí. Así sucedía con todos los que esperaban entrar a los Estados Unidos.
A mi amigo, tras revisar su exiguo equipaje, no le decomisaron nada, pero a su novia sí: una botella ambarina de ron, un espléndido añejo Habana Club 7 años. Tuvo que botarla, pero antes le dejaron beber un trago.
Cuando salieron de la oficina ya estaban en los Estados Unidos. Entraron a lo que les pareció un McDonald´s. Tomaron asiento. No sabían cómo pedir y, a pesar del hambre, se fueron. Compraron una tarjeta y telefonearon a New Jersey para anunciar que habían llegado. Luego tomaron un taxi hasta el aeropuerto. Mientras, por la ventanilla, comenzaban a ver las primeras luces del México lindo y querido que habían dejado atrás.
Excelente historia, una de tantas pero con un Final Feliz…
Muy bueno…sigue escribiendo
Es emocionante leer ésta historia vivida, porque si conozco muchos amigos que han emigrado cruzando tanbién Mexico, sin embargo no supe nunca los detalles de su arriesgado viaje. Cuando me hablan de Mexico siempre siento algo de miedo por el tema de los secuestros, algo verdaderamente desconocido e inimaginable para los cubanos, por tanto reconozco la valentía de aquellos que han emigrado aunque sea legalmente.
Ummm… qué es esto? Una guía para emigrar? El diario de un viaje poco complicado? Pienso que hubieran sido más interesantes e instructivas las experiencias de los que fueron secuestrados, o lo que pasó con los que los familiares no pudieron conseguir los 3000 faos. Ahí si habría drama, y sin buche de añejo 7 años!
Muy conmovedor tu relato, pareciera que estuve escuchando de nuevo la odisea que vivió un amigo cuando salió de La Habana y le pasó algo muy similar a su arribo y estancia en México, lástima que muchos no corran con la misma suerte al tratar de llegar a la frontera con USA.
En la comunidad de Los Cristianos, una zona de alta concentración turística, al sur de la isla canaria de Tenerife, hay un sobrio y reciente monumento escultural dedicado a Leonor Pérez, madre de José Julián Martí Pérez, nacida en esta parte del mundo y que acabó viviendo en la vieja Habana, donde dio a luz a nuestro entrañable y claro pensador… No es nuevo el hecho migratorio, no es unívoco en sus causas ni arbitrario en su humanismo… Las migraciones son propias al espíritu progresista del hombre, de no ser por ella América nunca se habría poblado… Y ese el el asunto tras el fenómeno de la ida, de la búsqueda de la prosperidad, que, como todo, es, además un afán muy personal… El asunto moderno de la migración ya es otra cosa, es un tema tan engorroso en el que siempre se escamotearán intereses gubernamentales de carácter político, pero fundentalmente económico… Sin tener que analizarlo mucho, se hace evidente que tiene que haber un grupo muy reducido de personas que llenan sus arcas bancarias a costa del sudor y los intereses más nobles de los de abajo, los que por un impulso meramente natural, deciden ir, partir, encontrar… y eso es lo más lamentable de todo… eso y lo que queda en el oscuro tránsito entre ambos puntos, que muchas veces es la misma vida del que busca…
Rolando , en fin de año fui a Suiza, volé desde Ecuador pues auqí vivo, el vuelo se retrasó 6 horas, ¿Aerolínea? Iberia. Como nos gusta criticar y criticar todo lo cubano, xenofilia se llama eso, todo lo nuestro nos parece malo.
Y media alcohólica la muchachita eh? jejeje.
Muchas gracias por compartir historias interesantes para los cubanos como esta!! Por favor escriban mas!
Tomy no creo sea una guía para emigrar y como dices tu hay tristes historias de esa aventura en a vida de los cubanos tratando de emigrar, conozco algunas, de todas maneras es una realidad y sobre todo un problema futuro que nuestra juventud solo piense en salir y pirarse como dicen
Una historia bien organizada. Ellos tuvieron mucha suerte con el resutlado. Salvo el retraso del vuelo. Muy buena la aclaración sobre las carreteras. De seguro, quien no sabe, viaja por la mas peligrosa. Esperamos las otras dos partes que faltan.
Conozco la historia, la de ellos y la de muchos otros: la de un amigo que murió en plena selva colombiana, y la de otro que estuvo varado en Costa Rica, y la de otro que pasó varios meses en una cárcel en Belice, y la otro que entró a los Estados Unidos por Canadá, y la de otro que cruzó el Atlántico como residente español y en Miami se acogió a la Ley de Ajuste, y la de otro que se fue como balsero, y la de tantos y tantos. Esta es la historia de varias generaciones de cubanos, una historia triste para los que se fueron y para los que nos quedamos, aunque muchos hayan logrado su happy end. Solo espero volver a ver a todos mis amigos algún día, preferentemente en Cuba…
Rolando tu no tienes otra cosa que hacer mas que chivatear online las vias de emigracion de los cubanos..pipo que despues se pone malo y pa irse tienen que arriesgarse mas todavia..buscate una pincha de verdad o ponte a escribir de otra cosa..
Woow que buena historia
desde el título se vislumbra el interés del autor en marcar el “almíbar” de esta historia que puede ser real pero como han dicho otros pasa de “refilón” por las aristas escabrosas, que no profundiza en un tema tan per tan serio. ocuba se desluce con artículos como este.
Es muy complicado narrar una historia de ficción que no es tal, cuando más, una crónica, de viaje, pero una crónica, un género periodístico estándar, habitual, que sirve en esencia para hacer un recuento de un suceso cualquiera, que puede ser trascendente o no, depende del asunto pero también de las circunstancias y el tono. Como tal el texto no está condicionado por ningún contenido informativo o noticioso. En lo absoluto. Ni siquiera es una buena nueva en el sentido de su novedad u originalidad. Tan solo intenta dejar constancia, un registro periodístico de un evento o suceso intrínsecamente personal pero que responde a una dinámica o problema mayor, el de la emigración de los cubanos, por las causas que sean: económicas, ideológicas, políticas, de reunificación familiar o todas ellas juntas. Sin distingos al respecto. Lo que rememora es absolutamente cierto y fiel a la realidad en un 100 %. Se realizó una extensa entrevista en profundidad a los informantes que aceptaron colaborar al respecto. No se edulcoró de manera artificial lo contado. No intenta ser una guía para emigrantes aficionados porque lo que rememora no es posible ahora mismo. Lo fue hace un par de años. No publiqué nada al respecto antes precisamente para no poner en estado de alerta a las autoridades y para preservar en lo posible el anonimato y la integridad física de las fuentes citadas, que ahora por fin estuvieron de acuerdo, aunque fue así desde el principio, de que se publicara la historia. Si el texto sirve al menos para hacer menos traumático el trance de emigrar ilegalmente, salvando de paso alguna vida, me daré por satisfecho. En cuanto al comentarista que insinúa que cometo delación. Eso no es correcto. Por lo que explicaba anteriormente. Ocurrió hace mucho y no se revelan nombres, que pudo ser, porque al final los informantes me dieron luz verdad para hacerlo y decidí que no. Una vez más por una elemental cuestión de precaución. Es cierto que pude haber tocado alguna arista más escabrosa como sugiere Tania. Pero el mero hecho de emigrar ilegalmente lo es. Sin hablar de los números rojos. Lo que les costó a ellos pagar para conseguir ese contacto que les sirviera de guía y salvoconducto. Que no fu fácil ni gratis. Esa parte me la reservo. También pude hablar de ese amigo en común con Erick Caraballoso, que él no menciona por su nombre, que murió en la selva del Darién y allí quedó su cuerpo. Que nunca se pudo recuperar ni devolver a Cuba si no estoy mal informado. Era un amigo muy cercano. Historiador. Promotor cultural. Santiaguero. Un gran hombre. Mi amigo y de otros muchos. Pero no podía escribir sobre él sin contar con la anuencia de su familia. También pude hablar de mi amiga violada en el Centro de Detención para emigrantes, justo antes que la deportaran para Cuba, pero tampoco lo hice. Por respetar su decisión de no hacer público el hecho. Ella también llegó. En su segundo intento. Y las pasó maduras al ingresar a EE.UU. Pero esa es otra historia a su vez. Me pareció mucho mejor transmitir algo de alegría y esperanza para los que parten. En cuanto a mi tocayo. No padezco de xenofilia. Vivo fuera de Cuba. En Cataluña. Y aquí también salen con atraso los aviones. En todas direcciones. Solo fue un comentario. Palabras textuales de uno de los informantes que decidí incluir como tal. Disculpa por no entrecomillar la frase. En cuanto a beber un último trago. Eso no no convierte a la chica en una alcohólica. Lo que no dice el texto es que el oficial norteamericano de emigración que la procesó se deshacía en halagos al aroma del ron mientras le llenaba los papeles. Es lo que puedo argumentar en mi defensa. En cualquier caso agradezco todos los comentarios. De la naturaleza que sean. La idea es conversar. Dialogar. Discutir desde el respeto y es lo que hago ahora. Mis saludos respetuosos a todos.
Esta historia es la de ellos pero pudiera ser la historia de cualquier otro pues para muchos jóvenes cubanos su futuro solo está más allá de la frontera de la isla que tiene la maldita condición del agua por todas partes. Una excelente crónica de un viaje
Un fotograma común narrado a la manera única de Rolando Leyva. “Europa no debería tener tanto miedo de la inmigración: todas las grandes culturas surgieron a partir de formas de mestizaje, dijo Günter Grass. De ser así; de la migracion cubana dirigirse más al viejo continente y no al Norte, este, el de la migración cubana, sería casi un asunto irrelevante.
Otra historia más que quedará para el archivo de lo que fue este tiempo infame para nuestros semejantes. me maravilla pensar cómo nos verán en el futuro al comprobar con estos ejemplos que vivimos tiempos absurdos e inhumanos. Gracias Rolando Leyva por documentar estos días y hacerlo con sensibilidad y compromiso con el progreso
Rolando agradezco tus respetuosos comentarios sobre nuestras opiniones, pues a pesar de que no abordaste estas otras aristas profundamente en tu artículo, al menos en tu comentario dejas claro que sabes bien cuánto de tela por cortar (cortando a veces sangrientamente) tiene este tema.
Rolando, gracias por tu pronta y educada respuesta. No obstante, creo q fue un comentario, (el de Cubana) gratis, facilista y llama a veces a confusión, pues tan acostumbrados estamos a descalificar todo lo q huela a la Cuba de adentro q ya es obsceno, me refiero no a ti en este caso sino a la TV y radio de Miami, los cómicos q son bastante zangrones, etc, y eso ya causa cansancio y fatiga. Sugiero usar otros recursos y evitar lo trillado en este caso, es solo una humilde y muy respetuosa sugerencia, pues de sobra se (por haber leído casi todo) q eres además de inteligente, una persona bastante ecuménica.
Gracias.
si de este salió un buen cuento… si hubieran viajado via sudamerica, te sale una novelaza. Me gusta, y extrañamente estoy ligado con la protagonista, por esas cosas de la familia y la vida.
Lo que más me impacta, y me impactó cuando salí por primera vez de Cuba a visitar otro país, es el viaje al futuro que hacemos en muchas dimensiones: la tecnología, la inconmensurable diversidad de opciones. Uno se siente como si tuviera que aprender de nuevo, como los niños, a vivir.
Sí, es cierto q viajar al extranjero puede ser una máquina del tiempo, yo, q cumplí misión en varios países de África, del África profunda, viajé al pasado, tuve q montar hasta camello en el desierto para visitar lugares, ir a quimbos donde ni letrina tenían, el GPS eran las estrellas, y opciones no había, solo la resignación a haber nacido en el lugar equivocado del mundo.
gracias roly…realmente simpre me pregunte como llegaron esos amigos a los que te refieres..nunca les pregunte..como nunca me he atrevido a preguntarle a ninguno de los que conozco como lo han conseguido, como fue el trayecto, que sintieron,en que pensaban…con la noticia de la llegada prefiero imaginar que todo les ha ido bien..la partida, la lejania ya es en si un hecho doloroso asi que agregarle condimentos al asunto me resulta un poco mazoquista de mi parte…