La noticia provocó otra de las alegrías a la que en materia de grandes acontecimientos artísticos nos vamos acostumbrando los cubanos, pero mejor empiezo desde el principio. Tengo una muy buena amiga que se llama Ana, cuyo nivel de admiración hacia las grandes figuras del arte (a las que para ella merecen el calificativo) es elevadísimo. Tiene un alto poder de captación para los “famosos” y su éxtasis al presenciarlos es tormentoso y efusivo, en extremo.
Es impresionante su retentiva cuando de recordar nombres de artistas se trata, de esos que se te quedan en la punta de la lengua y pasas horas pensando y asociando cualquiera menos el que necesitas. Ella siempre los tiene a mano. Lo más impresionante es la conexión espiritual-personal que logra con ellos, aún sin conocerlos. Su nivel de identificación traspasa las barreras del fanatismo y su empatía logra arrastrarnos a todos, pero esta vez no se trataba solo de recordar.
La noticia de que Lila Downs venía a Cuba tomó otro sentido desde este momento. Mi querida amiga descubrió que algo más que la música la unía a la Downs. Su hallazgo fue conmovedor: la cantautora mexicana ya no solo llegaba para brindarnos su concierto durante el Segundo Encuentro Voces Populares, esta vez Lila cargaba su arte y el peso (más pesado) de compartir nombre con mi amiga. Ahora, Ana Lila Downs cobraba un sentido otro para ella. El delirio rechinaba en gestos de orgullo. El viaje de Lila era más que música.
Para muchos (y a ratos me incluyo) no hay tal importancia en la conexión. Ana es un nombre tan común como puede ser el de mi amigo Joaquín, y no por eso para él la visita del Sabina fue el non plus ultra de las presentaciones extranjeras en la Isla; pero mi Joaquín no se estremece cuando suena un órgano de capilla. Mi Ana, en cambio, se apasiona y vibra cuando algo la toca hondo, y en eso el arte de la Downs tiene las de ganar.
El ocho de noviembre llegarán a La Habana los Pecados y Milagros del más tradicional estilo azteca. El concierto, que no al azar está nombrado como su séptimo disco y su cuarta gira musical, traerá a Cuba las melodías de este fonograma ganador del Premio Grammy en 2012.
El disco que salió a la venta oficialmente el 18 de octubre de 2011 escaló, a tan solo dos días de su lanzamiento oficial, a los primeros lugares de popularidad, posicionándose en el segundo álbum más descargado en iTunes. Comprende 14 temas, seis de la autoría de la cantautora y el resto de compositores reconocidos como José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez, Tomás Méndez, Macedonio Alcalá y Marco Antonio Solís.
La propuesta está cargada de amor, desamor, versos dedicados a Zapata, al mezcal y a las mujeres. Además, tiene colaboraciones con músicos latinos como el compositor mexicano Celso Piña, la cantante folclórica colombiana Totó la Momposina (quien en más de una ocasión visitara la Isla), el grupo argentino de funk y hip-hop Illya Kuryaki & The Valderramas, el cantante argentino Emmanuel Horvilleur y la Banda Tierra Mojada.
Downs, quien se presenta por primera vez en La Habana, adquirió fama tras el lanzamiento de su álbum debut La Sandunga en 1999, el que logró éxito y recepción crítica positiva, pero su debut comercial en el mercado discográfico hispanoamericano fue en el 2000 con Árbol de la vida y el éxito internacional le llegó de forma definitiva un año después con La Línea.
Para la mayoría de los cubanos Lila Downs se hizo ver por vez primera en la famosísima Frida (perdón, para mi Ana no, increíble y sabiamente suele adelantarse a los boom en materia de refinados gustos musicales), y ya luego llegaron para ampliar el abanico cultural de la Isla los filmes Como agua para chocolate y Mariachi gringo donde también se le vio y escuchó.
El estilo musical de la cantautora, compositora, productora discográfica, arreglista, intérprete y actriz defiende sus muy arraigadas raíces, así como la de los pueblos indígenas de su tierra natal. Para ello interpreta melodías en diversas lenguas como el mixteco, zapoteco, maya, purépecha y náhuatl, además de las músicas regionales del país basadas en los sonidos de Oaxaca.
Es fácilmente reconocida la Lila, su visualidad atrae y envuelve cual torbellino de colores y su sentido estético reclama miradas por cambiante y extravagante (a lo que mi Ana agregaría: “en el buen sentido”). No pasa desapercibido esa peculiar forma de vestir donde combina trajes regionales de México y los mezcla con los más modernos y alternativos estilos.
Por si fuera poco (y sirva además todo lo anterior para no asistir al concierto solo por aquello de “la famosa que cantará en La Habana”) Ana Lila tiene una activa participación social y es hoy una de las creadoras más importantes de su género, considerada además una de las artistas más influyentes del mundo.
Para mi Ana la tarea desde ahora está en hacer todo (matar o matarse incluido) por no perderse el concierto. A la Downs le quedará el sabor seguro de una eufórica presentación. A mi amiga, quizás, el deseo complacido de sentir en vivo a su tocaya. Para ella, Ana habrá muchas, pero Lila es más que nombre.
Interesante y cuidada forma de informar y expresar.