Se podría ir a bailar a la casa del trompo, si el trompo tuviera casa o en la propia no molestara. Al final solo queda un parque, a la sombra de unos árboles y a la orilla de una iglesia.
En la ciudad tanto cemento y asfalto limitan los espacios donde “soltar la pita” y en Camagüey, hasta este paraíso con forma de jardín, vienen muchachos de todas las edades desde varias cuadras a la redonda.
Además del espacio solo bastan para jugar un pequeño trompo de plástico o madera con púa de metal y un cordel al que amarrar en el cabo una tapa de pomo plástico.
Por ahora la plaza de La Caridad es para algunos la casa del trompo, hasta que los muden por molestar a los conectados en la wifi o llegue finalmente la temporada de papalote.