Durante tres viernes consecutivos, Idalia Hernández hizo una cruzada por su salud. Castigada por el intenso sol del mediodía fue en busca de quien le habían dicho podía ser la cura para sus dolencias. Sus dos piernas, desgastadas de tanto andar en 78 años, albergaban ahora unas “espinas” que apenas la dejaban caminar.
En la placa médica se divisaban unos huesos salientes, filosos… los culpables de tantas y tantas hincadas a deshora en sus calcañales. Todos le nombraban espolones, y ni los rayos láser ni los ultrasonidos del policlínico lograron aniquilarlos del todo. Se dirigió entonces a otro “médico”, un curandero que consulta en una barriada vecina, con quien le aseguraron rotundo éxito.
Luego de las sesiones, Idalia afirma que ya se extinguió su dolor, “pero no sé si fue por las curas de los viernes o porque el hueso se esconde por momentos y después vuelve a salir, como me dijo el médico, pero me siento bastante aliviada”.
Miles de cubanos continúan acudiendo a los curanderos buscando maneras de aliviar sus afecciones, arrastrados por creencias religiosas, ingenuidad, desesperación…o un simple “por si acaso”. También Sonia Naranjo Quintana acudió a la casa del Chino, un curandero que tiene su consulta en el barrio Vigía, en la ciudad de Santa Clara.
Naranjo Quintana llegó cuando el sol aún no calentaba, a las 6:45 am, y aun así obtuvo el número 18 en la cola. Las “curas” comienzan a la 1:00 pm, pero desde mucho antes las personas se van organizando en esta especie de calle de la sanación, donde pueden congregarse hasta 50 personas cada viernes.
“Es la primera vez que vengo –relata Sonia– y me lo recomendó una amiga del trabajo, porque ya estoy cansada de ir al médico y tomar pastillas y el espolón se me alivia unos días, pero el dolor persiste. Voy a experimentar, me han dado buenas referencias”, asegura.
A Aymé Ruiz del Pino, en cambio, fue el propio médico de la familia quien le recomendó que acudiera a “cortarse” una culebrilla que ya asomaba su cabeza de burbujitas dolientes en la espalda baja. “Espero curarme con el favor de Dios”, me dice.
Antes de salir intercepto a Hilda Moya Machado. Llevaba una mano cerrada, como quien resguarda un preciado tesoro.
-Señora ¿qué le echaron en la mano?, le pregunto
-Estas maticas, creo que son hojas de ciruela.
-¿Y qué tiene que hacer con ellas?
– El Chino me las restregó por el estómago. Me dijo que las botara al sol y que regresara dos viernes más.
– ¿Cree realmente que se va a curar?.
– Bueno, él me despojó y me dijo que tenía la cabeza complicada, pero yo tengo fe, en él y en los tres médicos con los que también me atiendo.
A Nicolás Méndez, conocido popularmente como El Chino, nunca le pasó por la mente adentrarse en el mundo del curanderismo. Todavía están frescos en su memoria los días en los que “inyectaba” humo en las casas como parte de la campaña antivectorial cubana.
El Chino cuenta que el “don” se apoderó de él hace unos cuantos años, cuando una niña llegó a su casa sintiéndose muy mal. “No sé cómo fue que le dije: ‘yo te voy a curar’. Me acerqué a ella y la libré de lo que la estaba aquejando. Desde ese entonces la historia se fue extendiendo y aquí estoy curando todavía”, reflexiona.
En la sala de su casa, Méndez recibe a personas con dolores de espalda, cabeza, problemas en los riñones, culebrillas, empachos, ojos de pescado, úlceras, parásitos, mal de ojo, “nacíos”, espolones y otros muchos padecimientos que parecen no tener fin. En la improvisada “consulta” gobiernan en el extremo derecho San Lázaro y en el izquierdo Elegguá, rodeado de velas, papeles y ofrendas.
“Son ellos los que me dicen qué hacer con cada paciente. Yo no soy el que cura, solo pongo la mano. Me concentro y recibo de ellos como un viento que te va soplando en el oído, pero que no te asusta. Voy haciendo lo que ellos me indican”, describe.
-¿Y cuánto cobra usted por las consultas?
– Yo no cobro nada, ni un quilo. Ahora, si me quieren hacer un regalo… lo acepto. Pero todo se lo pongo a los santos que son los que sanan. Hay quienes me dicen que me estoy volviendo rico porque ven mucho dinero al lado de San Lázaro, pero ese dinero es de él y no lo toco. Ahora un regalo que personalmente me hagan a mí, sí lo pongo aparte.
Amelia Betancourt Pérez es especialista de primer grado en Dermatología y mira con respeto cada una de estas prácticas de curanderismo, aunque le sean difíciles de asumir.
“En el caso de la dermatología, entre las afecciones que los curanderos intentan sanar está el herpes zoster, popularmente conocido como culebrilla. Esa es una afección viral, que es autolimitada, es decir, el mismo organismo cura las lesiones en el momento evolutivo que le corresponde”.
Según la especialista, los métodos utilizados por los curanderos como pasar babosas por las lesiones, hacer cruces o quemar con cucharas solo surten efecto si coinciden con el momento en que la propia lesión se elimina.
“El médico que le recomienda a su paciente atenderse con los curanderos –añade Betancourt Pérez– es quizás porque él mismo ha tenido alguna experiencia en su vida profesional o personal y eso lo lleve a sugerir esas prácticas, porque justificación científica como tal no existe”.
Según Alejandro Satorre Morales, licenciado en Sociología y profesor en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, creer es una necesidad innata del ser humano, que siempre busca respuestas a cosas que no entiende.
“El caso de la curandería es una práctica netamente cultural. Los ritos aquí combinan creencias de la tradición judeo-cristiana, con la arraigada herencia africana y otra actitudes campesinas”, agrega.
Como cultura al fin, cada cubano la asume desde su propia perspectiva: entregada o agnóstica. Idalia está en el bando de las creyentes dudosas…el dolor en el pie es más fuerte que su necesidad de definición.
Ese chino es un charlatán, las enfermedades tiene un comienzo, un periodo de evolución y una resolución natural,las que no tiene la resolución natural nos llevan ala muerte.todo lo demás es charlatanería
Dónde puedo localizar o ir a ver a Nicolás Méndez el curandero
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