Lleno de un misticismo real y maravilloso, el Monumento al Cimarrón, de Alberto Lescay, es una de las piezas que sorprende al visitante en el “espiritual” poblado de El Cobre, en Santiago de Cuba.
Ubicado muy próximo al santuario que guarda con celo la estatuilla de la Virgen de la Caridad del Cobre, El Cimarrón de Lescay viene a resumir todo un concepto emancipador y libertario, que trascendió en América ante la conquista española, pero que supera aquel detalle histórico de hombres valientes que se impusieron al dominio de la Península, para convertirse en una obra plástica de significado universal.
Su creador, en exclusiva para OnCuba, se declara que cada año, el 7 de julio, los participantes en el Festival del Caribe se dan cita allí y realizan una ceremonia religiosa y cultural que vindica a esos hombres del pasado colonial
Relata Lescay que fue en el año 1997 que se emplazó allí y desde entonces nunca ha estado solo, sino rodeado de quienes aman la paz y dicen no a la esclavitud. “Más que una escultura, es un símbolo de libertad”, asegura.
-¿Cree que todos llevamos un Cimarrón dentro en estos tiempos?
“No hay nada más cercano en los seres humanos que el sentimiento de cimarrón, de ser libre. No nacimos para ser atados. Por lo tanto, es un símbolo universal, no solo de los negros, ni de los chinos, ni de los blancos. Es humano, universal.
“Tristemente durará por muchos siglos. Lamentablemente, la idea de esclavizar a otros está presente, aunque ahora han cambiado los métodos. Si tratan de esclavizar tu mente y tu inteligencia, de mantenerte analfabeto para que no pienses, o te dan una tarjeta magnética de la cual dependes, son maneras de esclavizarnos. Ante ello, el símbolo del cimarronaje necesita de la esclavitud para existir”.
Al describir su obra escultórica lo hace no solo en forma genérica: “Si se ve bien, hay ángulos en que parece una mujer, pero en otros no. Es algo muy abstracto y todo sale de un centro mágico y filosóficamente eterno, del pasado que viene hasta ahora”.
¿Por qué emplazarlo en El Cobre, un poblado tan religioso y ligado a la espiritualidad cubana?, interrogamos al artista. Lescay mira la explanada donde, en la cercanía de los años 2000, quiso situar El Cimarrón y detiene sus ojos en la añeja mina de cobre, una de las más grandes del continente y del mundo.
“Este yacimiento es también uno de los símbolos universales de los esclavos. Aquí los hubo en diferentes momentos históricos. Cada piedra aquí ha sido tocada por manos esclavas. La mina primero se explotó a nivel de galerías y después, en su última etapa, a cielo abierto”, refiere.
“Se sabe que el poblado y la ubicación de la Virgen de la Caridad surgen por esta mina. Uno de los tres Juan, el famoso negrito que fue a buscar a la Patrona de Cuba por allá por la Bahía de Nipe, era esclavo con 10 años y cuando creció se hizo cimarrón. De ahí la conexión con la Virgen y el cimarronaje. Es una historia bien interesante que tiene que ver con nuestras raíces”.
Presidente también de la Fundación Caguayo, una entidad artística que reúne a un número importante de creadores santiagueros y sus proyectos, Lescay es un hombre consagrado a su ciudad natal que cumple por estos días medio milenio.
“Mi ciudad me ha dado mucho. Trato de ser consecuente. Soy una persona agradecida, creo que le debo mucho a Cuba, a la Revolución y a Santiago de Cuba”, explica.
Se tarda un minuto y nos adelanta qué pieza le agota todo el tiempo. “Trabajar todos los días es mi desafío, pero la figura de Mariana Grajales me hala. Son 200 años de una mujer especial. Estoy trabajando en eso, aunque no sé todavía donde se pondrá esa obra”, sentencia.
Maestro de la escultura personal moderna, a Alberto Lescay se le deben piezas de una notable valía como el Antonio Maceo de la Plaza de la Revolución santiaguera, y el Monumento a Rosa, la bayamesa, ubicado en la ciudad de Bayamo, Granma.