Fue mi amiga Delicia quien me puso tras la pista del fotuto. Según ella, en su pueblo, que mantiene algunas “tradiciones” no muy políticamente correctas, persiste la costumbre de hacer públicas las infidelidades de los demás.
─ ¿Cómo dices?, ¿tocar fotuto?, pregunto con tono de ¿y eso qué cosa es?
─ Sí, a los hombres que las mujeres les son infieles y siguen con ellas a pesar de los pesares, los jodedores del barrio, por las noches, les tocan fotuto. Usan un tarro de buey o un caracol cobo. El ruido se oye lejísimo… y el que no lo sabía, se entera.
Dice Delicia que hubo por esa zona de Cunagua un hombre al que le tocó la mala suerte de que su esposa amara demasiado al prójimo. Había sido ubicado allí luego de la limpia del Escambray y, de allá trajeron sus coterráneos la “gracia” de darle, como diríamos ahora, un “chucho” sonoro.
Tanta fue la algarabía que se suscitó después de que el infeliz perdonara a su medio limón, que terminó perdiendo el nombre y desde entonces todos le llamaron Juan Fotuto.
La costumbre anidó en el pueblo y entrado el siglo XXI, todavía los “graciosos” perseguían los chismes de engaños y reconciliaciones para tocar sus tarros de buey. Primero lo hacían tres noches seguidas, pero luego insistían hasta que el agraviado les pagara una botella de ron. Eso, hasta un día, hace dos años, que el abuelo de uno de los injuriados acusó en la policía al bando de jodedores y se acabó la fotutera.
Luego Cesáreo González, un octogenario que vivió casi toda su vida en la zona de El Macío (municipio Ciro Redondo adentro, en Ciego de Ávila) me confirmó la presencia de esta extraña costumbre por esas tierras.
“Cuando la gente sabía que a alguien le estaban pegando los tarros y no quería darse por enterado, entonces una pandilla se ponía a tocarle en las noches. Quiero decirte que volvían loco al tipo.”
“A mí varias veces, mis amigos, fueron a embullarme pa´ ir a tocar fotuto, pero yo nunca quise. Al principio de la Revolución, por ahí por Ruspoli, cogieron a los fotuteros. Los llevaron pal´ cuartel y los tuvieron unas horas presos. Entonces llegó el tipo ofendido y Marrero, que era el dueño de la finca donde trabajaba uno de los muchachos, le dijo que no cogiera lucha, que los tarros no dolían.”
Todavía Cesáreo se ríe a carcajadas cuando cuenta la historia y mientras toma aire para seguir, se me antoja pensar que a Giovanni Bocaccio este suceso le habría servido para su Decamerón. La segunda parte de Cornudo y apaleado sería algo así como Cornudo y fotuteado.
“El pobre hombre no tenía consuelo, quería que castigaran a los bromistas. Entonces Marrero, viejo chancero él mismo, le recomendó que los invitara a tomar chocolate caliente, o les comprara una botella de ron. Esa era la única solución posible.
“Aquella zona era un relajo, fue mucho el fotuto que se oyó en las noches y el tropelaje de los caballos. ¿Tú sabes quiénes eran los que más lo hacían?, los Gómez. Esos vivían allá en el Azufre y venían de lejos pa´ la cumbancha. Tenían unos caracoles grandísimos que hacían fooooooooooonnn. Muchacha, eso se oía a la redonda clarito clarito.”
─ ¿Y todavía se oyen fotutos por allá?
─ No, ya en mi zona eso no se usa. Ahora los tarruces tienen bisagras…
Crecí en el centro-sur de la isla y aunque me crié en un pueblo, mi barrio era en su mayoría de gente del campo. Durante mi niñez se usaba mucho esta costumbre en los barrios cercanos a mi casa y recuerdo haber estado, con 9 o 10 años, al menos en dos fotutazos (donde había un fotutero y el resto hacía ruido a gritos o sonando botellas vacías), el segundo de los cuáles terminó en corretaje y despelote cuando el guajiro agraviado salió al portal con un machete en la mano y gritando improperios. Por lo que sé, ya no se practica esta tradición en mi zona.
En San Diego del Valle, en Villa Clara, aun es muy popular sonarle un buen fotutazo a los tarruos.
Gracias por contar la historia y hacerme partícipe. La última frase me dio un ataque de risa. En Miraflores ya dejaron de tocar fotutos, pero en los buenos tiempos, aquello, en lugar de bochornoso, era una gozadera. Los jóvenes, ue siguieron la tradición de padres y abuelos, lo veían como una manera de divertirse, de romper la rutina, y de paso, ganarse una o dos botellas de ron gratis. Hubo fotutazos que duraron hasta 3 y hasta 4 días porque los traicionados se resistían al pago, pero al final, tenían que ceder porque los vecinos también se quejaban de la bulla. Ahora, la broma es más silenciosa: en lugar de fotuto, cuando se puede, guindan una cabeza de toro en el lugar más concurrido del pueblo, acompañada de un escrito con el nombre de los implicados en el triángulo amoroso.
JAJAJAJAJA, gracioso, aquí en la habana no existe esa costumbre,pero creo que a ningún tarru le gustaría esa gracia,jajajajjaa
Nací y crecí en una zona campesina de Camajuaní. Lo que recuerdo de esto durante mi niñez es que no era a los hombres traicionados por sus esposas a quienes se fotuteaba, sino a mujeres que contraían una relación y que ya habían estado casadas o se conocía que no eran vírgenes, incluso más de una vez se fue injusto con alguna porque a alguien se le antojó que había tenido marido sin que ello fuera cierto, pero ya se sabe con qué prejuicio vivíamos, y siempre eran las mujeres las víctimas de eso. Lo que sí es cierto es que eran costumbres enraizadas en los campos de Cuba y que ya ni los jóvenes las conocen.
Divino recordatorio de nuestras tradiciones más jocosas. Gracias Sayli