Por: Alejandra Angulo Alonso
De los vehículos contra incendios involucrados en el fuego de la ferretería Isasi, ocurrido el 17 de mayo de 1890, solo es conservado el Cervantes, un coche bomba de vapor del siglo XIX que exhibe el Museo Nacional Masónico Aurelio Miranda Álvarez.
En 1895, al quedar en desuso, el coche fue almacenado en la Oficina de los Fondos Municipales de La Habana. Ante el destino incierto de la pieza, un grupo de masones liderado por Enrique Llansó Simone la desarmaron y guardaron en el asilo Fraternidad de dicha hermandad.
“Durante 65 años pasó de un hermano a otro, hasta tener un lugar donde colocarlo, que sería el Museo Nacional Masónico, inaugurado en febrero de 1955. Para armarlo vinieron especialistas ingleses de la firma fabricante Shand, Mason & Co., quienes comprobaron que no faltaba ni un tornillo y además funcionaba. Hoy no quedan muchos de su tipo en el mundo”, expresó Justo Orihuela Álvarez, director de la institución.
El Cervantes, clase Equilibrium, modelo Nº 3, patentado en 1872, consta de cuatro ruedas, motor y caldera. Permite ser transportado por tracción animal y requiere una boca contraincendios o un tanque de agua que lo acompañe. Tiene la capacidad de arrojar 1.500 litros por minuto mediante dos mangueras y el flujo de agua puede alcanzar la altura de 38 metros.
Edith Aguado Figueiras, directora del Museo de Bomberos de la Oficina del Historiador, afirmó que el coche perteneció al Cuerpo número 1 de Bomberos del Comercio. El cuartel, ubicado en la calle San Ignacio, fue creado en 1873 y lo integraban voluntarios, patrocinados por dueños de establecimientos comerciales.
Durante años existió en La Habana colonial un fuerte antagonismo entre los cuerpos de bomberos Municipales y del Comercio. Esta absurda competencia por llegar primero al lugar del fuego, solo terminó cuando se incendió, en la calle Mercaderes, la ferretería Isasi.
“El Cuartel de Bomberos del Comercio recibió inmediatamente el aviso: ¡Fuego! Bomba Cervantes, por Obrapía hacia Mercaderes… que Dios nos salve”, expuso Adolfo Zamora Rielo en su artículo Bomberos en La Habana, publicado en la revista Opus Habana.
El siniestro costó la vida a 26 bomberos, de ellos 19 masones pertenecientes a la dotación del Cervantes, vehículo que participó en el cortejo fúnebre hacia la Necrópolis de Colón. “La bomba salió tercera con el cadáver de don Raúl Álvaro, capitán del cuerpo de bomberos del Comercio y estudiante de farmacia”, escribió Enrique José Varona, el 28 de Mayo de 1872, en el periódico de la época La Lucha.
Para Marlon Montes de Oca Leiva, bombero del Comando Número 5 en el municipio Plaza, el Cervantes forma parte de la historia de los bomberos cubanos, su conservación es un reconocimiento a los que con sacrificio, abnegación y heroísmo, han ejercido esta noble profesión.