Clandestinos
El jefe de audio, que lleva allí 12 años y es casi un experto en canciones mexicanas (las favoritas de los galleros), explica que es «en las clandestinas» donde las apuestas alcanzan su punto máximo:
“Allí pelean los gallos pavos (cruzados con otras razas y que pesan más de 10 libras), mientras que aquí solo los finos, como lo orientó el Comandante Guillermo García Frías. Nosotros les decimos vallas “del sao” a las clandestinas, porque son ilegales, no hay un reglamento, ni jueces profesionales, ni oficiales del orden, y siempre hay conflictos, pero nos hacen competencia porque mucha gente va para allá a apostar”.
— ¿De cuánto son las apuestas?
— Son de distintos precios, de 4 mil, 5 mil o 7 mil pesos…
— ¿En moneda nacional?
— Sí, pero sin garantías, y por eso cuando no se decide una pelea porque los dos gallos están bastante heridos se crea un conflicto ¿usted entiende? Y eso se arregla al como sea. Si la gente es más o menos seria, entonces si se acordaron 5 mil se ganan 10 mil pesos. Por fuera se hacen otras apuestas y hay un jefe de valla, un dueño clandestino.
— ¿Y en la estatal como funciona eso?
— Aquí no se debe apostar.
En efecto, en un Reglamento para la cría y comercialización de gallos de lidia aprobado por el Ministerio de la Agricultura, se aclara —según reproduce la revista Juventud Técnica— que si se detecta la realización de actividades ilícitas, y especialmente cualquier manifestación de juego prohibido en una valla, se producirá el cierre inmediato y definitivo de la instalación.
Pero esa rectitud legal, en el decir callejero, es más rollo que película…
Varios galleros entrevistados por la revista explicaron las formas en que, solapadamente, corre el dinero en esos coliseos y Alexis Sigüenza, entonces Jefe nacional de gallos de la Empresa de Flora y Fauna, comentó: “Eso está prohibido pero es incontrolable. Todo el que viene aquí juega, nadie viene a echar un gallo por gusto. Si tú ves que están apostando abiertamente le llamas la atención y lo sacas de la valla”.
Un gallero que pidió no revelar su nombre, explica cómo las apuestas infringen sin consecuencias la legalidad:
“Siempre se apuesta ¿o tú crees que alguien va a criar por gusto un gallo de pelea? Por lo menos en las vallas estatales hay más orden y cualquiera puede ir a jugar ya sea de Granma, o de Santiago, o de La Habana. Se apuesta como en la pelota: mediante compromisos que se cumplen después, fuera del coliseo. En la del sao, la manigua, el monte… es el sálvese quien pueda. Uno lleva el dinero y apuesta, y si no quieres pagar por alguna causa corre, corre porque no sabes que puede pasar después”.
— ¿Cómo se resuelve un conflicto de pago en las estatales?
— Uno se queja en la dirección diciendo que tal gallero contrajo un compromiso y no lo quiere cumplir. Nunca se menciona el dinero. Entonces para mantener el orden, van y hablan con él.
— ¿Por qué crees que se frecuentan tanto las clandestinas?
— Porque esas vallas no cierran en julio para abrir en octubre como las estatales, que esperan que los gallos muden las plumas. El 10 de octubre comienza otra vez la temporada y las primeras riñas son las de gallos finos. Pero en los meses que están cerradas, muchos criadores se van para el sao, donde no importa que las aves estén convalecientes, solo interesa el dinero. Las vallas de sao son peligrosas… allí nadie vela porque el animal esté limpio (sin sustancias químicas o espuelas artificiales) y cualquiera puede aparecerse con un cuchillo. En la estatal hay orden, respeto, está la policía, y los animales pasan por un laboratorio donde se les prepara antes de la pelea».
Como gallo fino…
En el blog Gallos de pelea, un criador que firma como Reniel Ledesma y dice pertenecer a la asociación de criadores cubanos, postea algunos tips imprescindibles —y confirmados por algunos de nuestros entrevistados— para criar un gallo de lidia cubano, también conocido como criollo.
Dice, por ejemplo, que estas aves tienen un peso que oscila entre las 3 y 4 libras. Su alimentación se basa principalmente en maíz (al mediodía), malanga ligada con huevo y carne (por la tarde) y debe tener agua durante todo el día. Esa comida, aclara, se debe a que los alimentos industriales están fuera del alcance de los campesinos, quienes nutren al animal con lo cosechado en sus tierras.
Con el tiempo se descrestan, se desbarban, se tuzan y se espera a que se sanen por completo cresta, barba y oreja.
Para entrenarlos se les deja correr una vez por semana y en el primer tope se le da unos cinco minutos con un gallo topetón (ese tendrá el pico amarrado). A los tres días, se les echa a volar cinco minutos hacia arriba, para que tomen fuerzas sus alas y se les aumenta a 15 minutos el tiempo de trabajo, a sabiendas de que en las riñas clandestinas la pelea solo termina cuando uno muera o pierda echado.
“Tardamos unos 8 trabajos en ponerlos de pelea, o sea 4 semanas, en ese tiempo decimos que el gallo está al 75 por ciento de su cuido, se hace si es pollo para probarlos, pero si es un gallo ya probado y de buen pelear no lo sacamos hasta tener 14 o 15 trabajos entonces estará al 100 por ciento, de seguro, en estos es donde más se apostará”, publicó y, al final, agrega: “El día de la pelea no se les da comida”.
Humaniqué
Las peleas de gallos, en Cuba como en el mundo, han sido objeto de fuertes polémicas en torno a qué “tan humano” es dejar morir dos animales por dinero, y hasta qué punto el país debe mantener estos combates en la legalidad.
Según el texto Cómo y por qué se prohibieron las peleas de gallos en Cuba durante la ocupación militar norteamericana, de Emilio Roig de Leuchsenring: “(…) apenas ocurrió el cese de la dominación española (…) los primeros cubanos, procedentes de las filas revolucionarias, que ocuparon cargos de importancia en el Gobierno de ocupación, iniciaron las gestiones, cerca de las altas autoridades norteamericanas, para lograr la prohibición oficial de las lidias de gallos”.
Tales esfuerzos fructificaron con la promulgación de la Orden número 165, del 19 de abril de 1900, publicada en la Gaceta de La Habana el día 22, cuyo artículo primero declaraba ilegales todos los combates que se celebrasen a partir del primero de junio. Por esa época, el General Máximo Gómez, se refirió a las peleas como “un espectáculo sangriento” y “ajeno a la cultura moderna”.
En 1909 las lidias fueron otra vez autorizadas, dicen que debido a la afición a los gallos del presidente José Miguel Gómez, y de acuerdo con investigaciones del periodista Ciro Bianchi en entrevista del programa Como me lo contaron del Canal Habana, en 1956 existían en Cuba unas 500 vallas. Actualmente, aunque la actividad gallística en Cuba esta normada por una resolución del Ministerio de la Agricultura (MINAG) con fecha del 6 de junio del año 2001, existe una ONG conocida como ANIPLANT que se proyecta en contra del maltrato animal, incluido el de los gallos.
ANIPLANT plantea que la Ley del Medio Ambiente en Cuba, está orientada específicamente hacia la conservación de la diversidad biológica, pero no profundiza en el maltrato a la fauna.
“Los animales domésticos no tienen nada que los ampare. Existen medidas sanitarias que a veces se cumplen y otras no, pero no son para su cuidado, sino para el del hombre”, explicó hace unos años a la prensa Nora García, presidenta de esta organización que ha presentado en varias ocasiones (1988, década del ’90, 2003 y 2007) al Ministerio de la Agricultura proyectos de ley para la protección animal, sin recibir respuestas.
Este es un tema sensible. Muy buen trabajo el de la periodista, ojalá y estos reportajes llegaran hasta los periódicos de la Cuba ofline….