A Eduardo Abril Amores se le conoció ya en las primeras décadas del siglo XX como el decano del periodismo santiaguero. No es poca cosa. En una tierra tan fértil en periodistas y escritores desde los tiempos de la colonia, merecer tal distinción descubre indudablemente el respeto y la admiración ganados por él entre colegas y lectores.
No nació en Santiago de Cuba, sino en Baracoa en 1884, y vivió también en Banes, en la actual provincia de Holguín, donde en las primeras décadas de la centuria pasada ejerció ya como periodista –e incluso fundó publicaciones como La Voz de Banes y El Correo Semanal— y también como maestro. Pero fue en la urbe santiaguera donde echó sus raíces definitivas –allí moriría a inicios de los años 60– y donde se consagraría en el quehacer periodístico.
En Santiago, Abril Amores fundaría El Diario de Cuba, considerado por no pocos especialistas el periódico más importante de esa ciudad durante el período republicano. En él sería mucho más que el propietario, que el hombre de negocios. Sería, por encima todo, editor, editorialista, redactor, lector crítico y jefe exigente. Entre otras funciones, tendría a su cargo una sección de la primera plana en la que comentaba con ardor temas de actualidad.
Para comprender su calado en la sociedad santiaguera, y cubana en general –a pesar de sus controvertidos vínculos con la dictadura de Gerardo Machado–, basta leer las palabras que le dedicara el poeta y periodista Regino Pedroso en su crónica de una visita Santiago, publicada en la revista Bohemia en 1947.
“Llegar a Santiago y no visitar a Abril en El Diario de Cuba es no acercarse a la emoción más genuinamente cubana de la región oriental”, afirma Pedroso, quien asegura que “‘¿Qué dice Abril?’ –es la pregunta que se hace el santiaguero cada mañana ante la aparición de su vibrante ‘Minuto’”, la sección de comentario que este mantenía en la portada de su publicación.
“El director de El Diario es un periodista de fibra –continúa Pedroso su caracterización–. No siente, no piensa, no actúa sino en periodista. Tiene en el periódico hogar, tribuna y lecho. Cuando enferma de cuidado, lo que desdichadamente ha ocurrido con frecuencia, Abril hace improvisar un lecho de campaña en la redacción. Desde allí orienta, recibe al público, escribe su vibrante ‘Minuto’. –‘Cuando enfermo y creo que puedo morir– nos dijo alguna vez–, abro aquí mi tienda de campaña. No quiero que me sorprenda la muerte en otro lugar que en este; esto es lo último que quiero ver el día que cierre los ojos’”.
Para el autor de El ciruelo de Yuan Pei Fu, Abril Amores era sin dudas “uno de los periodistas más brillantes de Cuba”, un hombre tan adulado como combatido por sus puntos de vista y su manera de expresarlos, por ser “una de las más cálidas riquezas emocionales” del oriente de la Isla.
Escritor, dramaturgo y político –fue Consejero Provincial de Oriente por el Partido Conservador–, Abril no limitó su periodismo a su propio periódico y colaboró con otras publicaciones como la Revista de Cuba, Orto, Alerta, Mañana y El Diario de la Marina, entre otras. Y por su prestigio y la valía de su trabajo llegó a ser presidente de la Asociación de la Prensa en Santiago de Cuba.
Como ejemplo de su periodismo les dejo entonces un texto publicado originalmente en la década del 20 en El Diario de Cuba y que luego sería recogido en su libro Adentro; bien adentro del alma cubana, publicado en la ciudad de Manzanillo en 1945. En él se revela no solo su escritura apasionada, vehemente, y su fibra de editorialista, sino también su raigal orgullo como cubano y oriental que lo identificaría toda su vida.
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La voz de Heredia y de Antonio
Pueblo de Santiago de Cuba: en este nuevo año de 192… debes recobrar energías para defender tu vida, y tus intereses.
Ni un día más debes permanecer impasible ante los males que te aquejan y que constituyen una vergüenza para la civilización y una profanación para tu historia, que es y que llena toda la historia de la libertad cubana.
Debes exigir que se extirpen los mosquitos, generadores de paludismo que desangra a esta población, del mismo modo que se extirpan en la capital de la República.
Debes exigir que se rieguen las calles para que el polvo no te ahogue ni lleve a tu organismo los microbios de terribles enfermedades.
Debes exigir que tus carreteras, las que para vergüenza nuestra, fueron construidas en épocas del general Wood, se mantengan en buen estado; que se invierta en ellas el dinero que para su sostenimiento y cuidado paga el tesoro de la República.
Debes exigir que las escuelas de instrucción pública tengan todos los materiales que existen en los métodos de la enseñanza oficial, y no los desperdicios de las escuelas de La Habana.
Para exigir cuanto el Estado tiene la obligación de darte, no necesitas insultar al Gobierno ni faltarle el respeto a nadie; basta simplemente con que dejes oír tu voz de protesta por medio de todas tus instituciones y con que dejes saber, de una manera pública y solemne, que te dispones, no tan solo a negarle tu voto en cualquier aspiración futura a los actuales legisladores de la provincia de Oriente, sino que también harás constar, para que así conste en los anales de esta región cubana, que esos señores a quienes tus partidos políticos confiaron tu representación, no hicieron nada efectivo por tu higiene, por tus comunicaciones, por tu ornato, ni por ninguna de tus necesidades.
Ya no debes tolerar que te hagan ofertas. Debes estimar que se te escarnece cuando un legislador presenta un proyecto de ley pidiendo algún crédito para esta provincia, porque de todo el mundo es sabido que con los créditos que se han votado para Oriente, se hubieran podido construir calles y carreteras de mármol.
Ya no debes tolerar que tus representantes se excedan de sus fracasos o de su falta de gestión ante los centros ejecutivos de la nación, diciendo que por falta de dinero no pueden ejecutarse las obras. Otras provincias tienen carreteras y cuanto más han necesitado tener, por la sencilla razón de que tienen legisladores que no han olvidado el rincón cubano donde nacieron o por la no menos sencilla razón de que las otras provincias no tolerarían que un Representante suyo ante el Congreso cobrara durante cuatro años el sueldo de congresista y los emolumentos que tiene todo congresista, a cambio de no haber hecho nada por su región.
Pueblo de Santiago de Cuba, es hora ya de que defiendas tu vida y tus intereses.
Si así no lo haces, la provincia heroica que le dio la libertad a Cuba y la que guarda los restos venerados de los libertadores más gloriosos de la patria será por nuestra cobardía colectiva, la escupidera y el basurero de todas las inmundicias y todas las desvergüenzas de la República.