A nivel popular se dice que los cubanos somos capaces de llegar y hasta vivir en el mismísimo Polo Norte. Y es cierto, sin embargo pocos saben que José Joaquín Castillo Duany, un médico santiaguero, convirtió en realidad esta fantasía nacionalista y, con un espíritu bravío, poco dado a los titubeos, logró poner sus pies en las tierras esquimales en las postrimerías del siglo xix, antes de incorporarse a la Guerra de 1895, donde se distinguió en la preparación de varias expediciones mambisas.
Sueños polares
Si alguien en la historia mereció el apelativo de millonario excéntrico, casi loco, fue, sin duda, el norteamericano James Gordon Bennett Jr., propietario del periódico New York Herald, heredado de su padre, quien se hizo famoso por sus caprichos y su manera principesca de afrontar la vida, sin dejar de tener un buen olfato para los negocios.
En cuanto agarró el control del diario comenzó a financiar incursiones a lugares recónditos y exóticos con el propósito tener historias que contar y colman de gozo a sus aburridos y ansiosos lectores. Después, fijó su vista en uno de los grandes paraísos de la exploración del siglo XIX: el Polo Norte, una región del mundo casi desconocida y hostil.
Por dicha razón, Gordon Bennett, con el apoyo del gobierno de su país en un bolsillo, viajó a Europa y compró el HMS Pandora, una cañonera de la Royal Navy que, tras ser rebautizada como USS Jeannette, fue conducida a la ciudad de San Francisco por el teniente George Washington DeLong, graduado en la academia naval de Annapolis en Maryland.
En el USS Jeannette se instalaron nuevas calderas y su casco fue reforzado para permitirle recorrer la zona ártica. Su tripulación estaba formada por treinta oficiales y soldados, además de tres civiles, quienes parten de San Francisco el 8 de julio de 1879 dispuestos a realizar importantes observaciones científicas.
En secreto al buque se le había asignado una misión extraordinaria: la de encontrar al naturalista sueco Adolf Erik Nordenskiöld, quien a bordo del ballenero Vega estuvo preso un año en lo hielos cerca del estrecho de Bering hasta que en 1879, cerca de la fecha de partida del USS Jeannette, logró liberarse para realizar una recorrido épico: llegó a Alaska, pasó por Yokohama en Japón, avistó las costas de la India, cruzó el canal de Suez y tras pasar el estrecho de Gibraltar llegó felizmente a Suecia. Fue el primer experto en completar la ruta del Mar del Norte, una quimera en esa época.
El USS Jeannette navegó con éxito cerca de Alaska, pasó por el estrecho de Bering y se internó en el mar de Chukchi hasta que en septiembre fue detenido por los hielos cerca de la isla de Wrangel, y su tripulación se vio obligada a mantenerse a la deriva durante los siguientes 21 meses, un tiempo de oro aprovechado por los hombres de DeLong para realizar exhaustivos registros en los ámbitos astronómico y meteorológico. De paso, descubrieron tres islas a las que la asignan nombres: Jeannette, Henrietta y Bennett, la cuales con el tiempo integrarán el grupo DeLong.
Sin embargo, el destino les tiene lista una trampa mortal: la noche del 12 de junio de 1881 los témpanos aplastan el barco. Javier Peláez, divulgador científico, comenta en su artículo “El viaje de DeLong, el cazador cazado”, dado a conocer por la web Vozpopuli. Next Ciencia y Futuro:
“Desde junio hasta septiembre tan solo hicieron una cosa: arrastrar los botes de día y refugiarse bajo ellos de noche. El siguiente paso fue remar en dirección al continente, cuando, en medio de una gran tormenta, uno de ellos se alejó del grupo y terminó naufragando en las gélidas aguas del río Lena. Ocho de los tripulantes dejaron su vida en el hundimiento.
“La tormenta también separó a los dos botes restantes cuyos navegantes lograron llegar exhaustos a tierra firme en orillas diferentes de la vía acuática. En un extremo del delta estaba el ingeniero jefe, George W. Melville, con once hombres. Enfrente, el capitán con el resto de los supervivientes.
“La suerte cayó de cara para Melville: en su orilla los marinos del USS Jeannette hallaron un poblado donde se sintieron por primera vez a salvo”.
Según se supo con el tiempo, la partida encabezada por DeLong se percató enseguida de que la tundra siberiana, impenetrable, inaccesible e inacabable era un escollo difícil de vencer. Al cabo de varios días, empezó a alimentarse solo con algunos musgos y hasta con la suela de sus zapatos hasta que todos sus integrantes son hallados congelados 1882.
USS Rodgers: fuego en el hielo
Tras perderse la comunicación con el USS Jeannette el Congreso norteamericano aprobó un presupuesto para organizar algunas misiones a fin de localizar y rescatar a este barco y a los balleneros Vigilant y Mount Wollaston que también se habían perdido en los hielos antárticos.
Con este fin es remodelado el USS Rodgers, un ballenero de vapor de reciente construcción que llevó al principio el nombre de Mary y Helen. La nave fue puesta bajo las órdenes del teniente Robert M. Berry y contó con una marinería formada solo por voluntarios.
Curiosamente entre los treinta y cinco miembros de esta embarcación figuró el cubano José Joaquín Castillo Duany, nacido en Santiago de Cuba el 15 de mayo de 1858, quien tras realizar estudios de París en su adolescencia, se graduó como médico-cirujano en la Universidad de Pensilvania en 1880, y más tarde, se presentó a una convocatoria de la Marina de Guerra estadounidense que buscaba cubrir veinte plazas de galenos. Más de un centenar de profesionales respondieron al aviso y el criollo apareció entre los primeros expedientes.
El USS Rodgers salió de San Francisco el 16 de junio de 1881 e inició una incansable peregrinación por bahías, golfos y tierras heladas que a la postre cobrará varias vidas humanas. Pasó por Petropavlovsk, en la Península de Kamchatka, cruzó el estrecho de Bering rumbo a la Siberia y examinó las islas Herald y Wrangel, antes de organizar un campamento en el cabo Serdtse-Kamen bajo el mando del oficial Charles F. Putnam, donde se almacenaron provisiones, se adiestraron a los perros y se pusieron a punto los trineos que se necesitaban para rastrear la costa en busca del USS Jeannette.
No obstante, el 30 de noviembre, un voraz incendio estalló en una de sus bodegas cerca de la desembocadura del río Lena sin que se pueda recuperar casi nada de la carga. Sus tripulantes quedaron casi sepultados en el inhóspito territorio polar ruso durante varias jornadas hasta que, por fortuna, se encontraron con la aldea de Noomamoo, y después con otras tres cercanas, donde pasaron todo el invierno divididos en cuatro grupos.
Por su parte, Castillo Duany, uno de los médicos de abordo, y los marinos Lois P. Noros y William F. Nindemann, decidieron jugarse el pellejo por su cuenta y, tras abandonar los campamentos del USS Rodgers, realizaron una travesía que dejó perplejos a sus contemporáneos y dio pie a decenas de relatos y novelerías: atravesaron la Siberia rusa, llegaron a la Península de Kamchatka, cruzaron el estrecho de Bering, y arribaron a la localidad de Sitka, en Alaska, desde donde son trasladados a San Francisco, una ciudad donde fueron recibidos como héroes en 1882.
A pesar de lo difícil del periplo y de los peligros que afrontó en la tundra, Castillo Duany, un tenaz aventurero con una voraz inclinación hacia el conocimiento, aprovechó su estancia junto a los habitantes del Ártico para hacer algunos apuntes científicos que más tarde incluirá en su libro Los hábitos y la higiene de los esquimales, publicado en una fecha no muy lejana.
Finalmente, los hombres del teniente Berry, quienes caían como moscas víctimas del escorbuto y las epidemias locales de sarampión y escarlatina, son rescatados por el ballenero North Stary y llegaron a San Francisco a bordo del USRC Thomas Corwin. Antes de abandonar los hielos, conocieron sobre el terreno los detalles de la muerte del capitán del USS Jeannette, protagonista de una de las historias más recordadas de la historia naval de los Estados Unidos.
Barcos de papel
Según el Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Castillo Duany regresó a Santiago de Cuba en 1883, ya casado Matilde Simoni, hermana de Amalia, la esposa de Ignacio Agramonte, y comenzó a ejercer la medicina, antes de tomar parte en 1890 en la llamada Paz del Manganeso, mediante la cual varios conspiradores tratan sin éxito de aprovechar la visita a la capital oriental del Mayor General Antonio Maceo para lanzarse de nuevo al monte.
Luego de reunirse con José Martí en 1892 en Nueva York, se incorporó a la Guerra de 1895 en julio y combatió bajo las órdenes del Mayor General Antonio Maceo, lo que no le impidió figurar como delegado de la región oriental a la Asamblea Constituyente de Jimaguayú e integrar el gobierno de la República en Armas en calidad de subsecretario de Hacienda.
Pero, Castillo Duany nos recuerda de nuevo al hombre que es capaz de imponerle respeto a la brutal marinería del USS Rodgers: pronto renunció al cargo y con el grado de general de brigada acompañó a Maceo en la invasión del Occidente del país como Jefe de Sanidad de la columna insurrecta, un puesto que tampoco le duró mucho.
Por órdenes del propio Titán de Bronce viajó hacia la República Dominicana a fin de entrevistarse con el presidente Ulises Heureaux y otros políticos y militares que simpatizaban con la independencia cubana. Acto seguido, el presidente Salvador Cisneros Betancourt le ordenó viajar a Nueva York, donde es nombrado subdelegado del Partido Revolucionario Cubano, que encabeza Tomás Estrada Palma, y asesor de su Departamento de Expediciones.
Castillo Duany, detenido en varias ocasiones por la policía estadounidense, logró organizar y dirigir algunos importantes embarques a fin de llevar hombres, armas, municiones y alimentos a Cuba.
El más famosos de estos arribos fue protagonizado por el Three Friends, el cual tocó tierra en la playa de Boca Ciega el 7 de julio de 1896 con sesenta y cinco combatientes, a pocos kilómetros al este de la capital, un hecho que hizo arder las barbas del mismísimo Capitán General de la colonia. Un años más tarde, al frente del Laurada, una embarcación bastante maltrecha como la anterior, trajo a Cuba Libre al Mayor General Carlos Roloff.
Sobre la labor épica del médico cubano escribió su biógrafo González Barrios: «Navegó seguro Castillo Duany, desafiando esta vez, no la inhóspita soledad de los mares del Norte, sino las fuertes corrientes del Golfo de México y un mar repleto de naves de guerra españolas». Mientras que un redactor del periódico martiano Patria anotó: «Va y vuelve, tenaz, sin darse cuenta de que hace algo maravilloso. Su modestia le ha conquistado todas las simpatías y ya le ha ceñido el laurel del César».
Castillo Duany regresó a Cuba en 1898 a bordo del vapor Florida y tras el inicio de la guerra hispano-cubano-norteamericana el Mayor General Calixto García le asignó la misión, junto a hermano de Demetrio, general de División del Ejército Libertador, de entrevistarse con el almirante W. T. Sampson en el navío insignia New Yorka fin de coordinar el apoyo que brindarán las tropas del coronel Carlos González Clavel al desembarco de Estados Unidos en Daiquirí y Siboney.
Al terminar la guerra Castillo Duany asumió la dirección del Hospital Civil de la capital oriental y trabajó como inspector general de Sanidad Marítima. En 1901 fue elegido como delegado a la Asamblea Constituyente de 1901, aunque, a última hora, decidió seguir atendiendo a sus enfermos y no viajó hacia La Habana.
Con la salud quebrantada, se trasladó más adelante a París, testigo de sus travesuras juveniles, con la firme esperanza de recuperarse. No obstante, falleció el 21 de noviembre de 1902, a los cuarenta y cuatro años, sin rendir el músculo y el instinto de los hombres que nunca se van del todo. El Hospital Militar del ejército oriental, inaugurado en 1963, lleva su nombre. Y en la Plaza de Marte de Santiago de Cuba existe una estatua que lo honra. En su pedestal leemos: «José Joaquín Castillo Duany, general de brigada y distinguido cirujano, el primer cubano explorador del Polo Norte».