Siglo XXI es una estación migratoria del gobierno mexicano, ubicada en el norte de Tapachula, Chiapas, exactamente en Carretera Nueva Alemania, km 1.5, a un costado del Hospital COFAL.
Inaugurada en 2006, la facilidad ha ido a contracanto de su pomposo nombre, loma abajo, lo cual no le tomó mucho tiempo a sus administradores. Al año siguiente, cuando todavía estaba como nueva, varias organizaciones no gubernamentales de derechos humanos la denunciaron como uno de los lugares donde se cometen impunemente violaciones a las garantías de los migrantes de Centro y Suramérica.
En efecto, en un informe de Pueblo Sin Fronteras se detallaba algo que ya no es noticia: entre las principales violaciones que cometían sus funcionarios figuraban cosas tales como detenciones arbitrarias, negación de apoyo legal a los indocumentados allí retenidos, carencia total de higiene y hacinamiento. Siglo XXI tiene capacidad para unas 990 personas, pero ha llegado a tener más de 3,000.
Una mirada retrospectiva a su labor revelaría la existencia de un récord de desórdenes, escapatorias y motines, primero tal vez debido a esa mezcla siempre explosiva de desinterés e insuficiencia de recursos, y después a otras concurrencias como la siempre proverbial corrupción de la burocracia mexicana.
Como se conoce, el pasado 25 de abril allí se produjo una fuga masiva de internados, protagonizada por cubanos que habían logrado llegar a Chiapas después de una peligrosa jornada por la selva.
Los funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM), cuyo plato fuerte no es la semántica, en un comunicado reportaron una fuga en la que hubo violencia como “una salida no autorizada de amplia escala de los inmigrantes que estaban albergados en el lugar […] particularmente promovida por ciudadanos de nacionalidad cubana, que constituyen la mayoría de la población en la estación”.
Ese ejercicio de asepsia tenía sin embargo el problema de dejar a la sombra la situación de una entidad caracterizada no solo por la carencia de condiciones mínimas, sino también por el maltrato y la desidia ejercida contra los emigrantes allí ubicados, incluyendo sostenidos problemas de asistencia médica a mujeres y niños.
Imbuidos de un nacionalismo tan abstracto como chueco, algunos medios locales parecían renunciar a su deber social evaluando el incidente como un acto de desagradecimiento y descortesía hacia el país receptor. Otros sin embargo cumplieron su función de meter las manos e investigar, entre ellos el diario El Orbe, de Tapachula:
“Alrededor de las nueve de la noche esas personas, de origen centroamericano, cubano, africano y de otras nacionalidades, empezaron a protestar por el hacinamiento, la distribución de la comida y a exigir su liberación, en espera de ser repatriados a sus respectivas naciones.
“Después de los gritos, según los primeros testimonios, varios de ellos incendiaron colchonetas y otros artículos inflamables, además de que amenazaban con quemar las instalaciones.
“Eso activó los protocolos de seguridad y se montó un operativo en el que participaron unos 150 policías de los tres niveles de gobierno y agentes de migración, pero no pudieron contener a la multitud, que los superaba en número y literalmente se les vino encima”.
Por su parte, Julio Guerrero Llegues, un cubano que escapó de esa filial chiapaneca del Averno, relataba:
“En el momento que te ingresan ahí en ese Centro te aíslan completamente del mundo exterior. Te retiran tu teléfono, nadie da información, nadie te pregunta qué haces ahí, qué necesitas… Allí son violados todos los derechos humanos.
“Te golpean, te dan palo, entre cuatro o cinco ahí […] te cogen en el piso y no les importa. Te rompen las costillas, te zafan los huesos. Abusan física y mentalmente de todos los cubanos que estamos allí.
“Simplemente quiero que me dejen pasar por acá y llegar a mi destino […] no es quedarme aquí, no es hacerle daño a nadie.
“Esto se los cuento para que sepan lo que están pasando los cubanos acá en Tapachula […] esa es la realidad”.
Mas recientemente, el domingo 12 de mayo se produjo otro incidente con los cubanos cuando, de nuevo, protestaron en las rejas de acceso del inmueble ante decenas de policías federales, obviamente llegados allí para restablecer el orden, pero, con todo, nuestros connacionales pusieron pies en polvorosa. Según la prensa mexicana, era el sexto problema de ese tipo en lo que va de 2019.
Una pregunta se impone entonces: ¿Qué pasa con los cubanos, que son tan díscolos y lo ponen todo tan malo?
La respuesta la acaba de dar Irineo Mujica, director de la ya mencionada Pueblo Sin Fronteras, cuando declaró que los agentes del INM les estarían cobrando de 15 a 30 mil dólares para permitir las fugas de las últimas semanas. “Ellos saben que la gran mayoría de los cubanos tienen familiares en Estados Unidos y entonces hacen cacerías para encerrar a todos los que pueden en la estación Siglo XXI. Una vez allí, corren el rumor de que serán deportados en las próximas horas a la isla si no pagan una fuerte suma de dinero para permitir su huida sin poner resistencia”, precisó.
Pero no es todo. El director del albergue para migrantes de Chiapas, Ramón Verdugo Sánchez, dijo que la situación la estaban propiciando agentes del INM para buscar que los cubanos fueran “criminalizados” y “perseguidos”, haciéndolos ver mal ante la opinión pública.
Un Policía Federal aludió a las dificultades para vigilar en el interior en caso de sublevación de los detenidos. “Ahora estamos de pleito con los de Migración, nos sacaron, ya no podemos estar allí. Nos responsabilizan de la fuga organizada por cubanos días atrás, pero nosotros decimos que fueron ellos, los de Migración. Pues alguien tuvo que abrirles el candado a esas gentes para que se salieran”.
En el fondo, nada nuevo bajo el sol. En 2011 dos ejecutivos del INM estuvieron involucrados en un caso de explotación sexual a una joven hondureña de 17 años. Medios de prensa informaron entonces que los funcionarios habían sido “separados de sus cargos y asignados a labores de archivo dentro de la institución”. Uno de ellos se llama Carlos Moreno Flores, por entonces subdelegado de Migración en Ciudad Cuauhtémoc, Chiapas. Es el actual director de la Estación Siglo XXI.