Eternamente, Pablito
Por Alexis Díaz-Pimienta
Pablo Milanés, Pablito,
ídolo de los cubanos,
con la guitarra en las manos
y la vista al infinito.
Pablo de voz-manuscrito.
Pablo de luz cristalina.
Pablo, entrecalle y esquina
de varias generaciones:
Gracias por tantas canciones
(para el alma, medicina).
“Yo no te pido”, Pablito,
“que me bajes una estrella
azul”, ni que hables con ella
de lo que yo necesito.
Solo te pido —y te invito
a— que vivas mucho más.
Tú nunca abandonarás
—ni hoy ni luego ni después,
señor Pablo Milanés—
el “amplio espacio” en que estás.
Este ídolo que hoy se ve
retando a la muerte terca
“no es perfecto, mas se acerca
a lo que siempre soñé”.
Cantor sentado y de pie.
Hombre de la frente erguida.
Cuídate. Cuídanos. Cuida
todo lo que siempre has sido.
“Te prefiero compartido
antes que vaciar mi vida”.
Te debo una buena parte
de mi infancia-adolescencia.
Te debo la transparencia
en la vida y en el arte.
Y la voz como estandarte.
Y la música que arrulla.
Te debo ser quien no huya,
quien no cede y no se ablanda.
Y el buscar a mi “Yolanda”
eternamente en la tuya.
Querido Pablo, mejora.
Pablo querido, hazme caso.
Aunque veas el ocaso
mira hacia el sol, hazte aurora.
Querido Pablo, es ahora
cuando más te necesito.
Cuba entera, a todo grito,
con tu voz en la garganta
levanta velas y canta
¡Eternamente, Pablito!
¡Pablito es Cuba, Pablitooo!
¡Eternamente, Pablito!
Con Pablito
Por José María Vitier
Los que aprendimos a amar oyendo sus canciones estamos alertas, rogando por su salud y su recuperación. Necesitamos su voz preñada de esencias juglarescas, su voz de patio, serenata y jardín, pero tambien de plaza fuerte y solidaria, su voz de isla infinita y tierra firme y soledades.
Una voz inimitable y repartida que resuena en cada cubano donde quiera que la escuche. Una voz dulce y a la vez poderosa. Como tiene que ser la voz cantante, sonante o disonante, de todas las revoluciones por venir.
Lo esencial que proclama su voz, es un misterio que no cesa. En ella vibra un modo cubano de ser y soñar, una preciosa alquimia de intimidad e intemperie. Su voz es un abrazo. Una plenitud, una proclama serena, como un árbol que no renuncia a su raíz de patria.
Por todo eso estamos con él,en esta hora, con su preciosa familia, que somos tantos, queriendo que nos sienta a su lado, abrazándolo y abrazando tantas cosas, que no caben nada más que en sus canciones.
Al pueblo, lo que es del pueblo, querido Pablo
Por Julio César Guanche
Pablo Milanés ha dicho de sí mismo que es un “un enfebrecido amante de lo popular”.
En la película La primera carga al machete, Pablo interpreta a un bardo, figura central de la cultura cubana. En Una novia para David, otro clásico de culto popular, Elena Burke canta a Pablo. “Ámame como soy” tiene allí una interpretación que completa el significado de lo inolvidable.
En esa búsqueda, Pablo fue haciendo feeling, guajira, son, jazz, para hacer una trova que es muchas cosas a la vez. Cantó con su maestro, Miguelito Cuní, quien lo consideró “un sonero aventajado”.
Mucho antes del Buenavista Social Club, fue Pablo quien “rescató” a los viejos maestros de la música popular cubana en el disco Años. No hay nación, ni cultura nacional, que sobreviva sin puentes. Pablo lo es entre generaciones y géneros.
Omara Portuondo presentó a Pablo y a Silvio sabiendo que tenían que encontrarse, y cantaría canciones de ambos. Luego, Pablo fue figura crucial del Grupo de Experimentación Sonora (uno de los grandes monumentos de la música cubana de todos los tiempos) y fue fundador del Movimiento de la Nueva Trova, que conectó la canción popular a temáticas sociales y políticas y se hizo así de un lugar en el mundo.
En el camino, cantó a los pueblos de América latina, a Salvador Allende, a Nicaragua, a Puerto Rico, a Viet Nam, a Mandela. Sobre los Estados Unidos dijo una vez: “Estados Unidos es dueño absoluto del mundo, es el primer terrorista organizado a través del Estado”. “Yo pisaré las calles nuevamente” es un himno democrático popular en el continente.
Mulato, tuvo siempre conciencia racial. Usó aquel hermoso espendrú, en tiempos en que no se debatía públicamente sobre el racismo en Cuba, y cantó a Angela Davis. Luego, siguió denunciando, hasta hoy, el racismo en Cuba. No ha sido casual su apoyo a Gerardo Alfonso, a Alberto Tosca, a Xiomara Laugart, a Marta Campos, a Raúl Torres. Lo hizo a conciencia, pero sin exclusivismos “raciales” a la hora de colaborar y crear.
Haydée Santamaría, cuyo nombre le puso a una de sus hijas, le pidió musicalizar versos de Martí. Lo hizo en muy breve tiempo. Pablo conectó con la poesía de Martí como con ninguna otra. Es su disco preferido, ha dicho. En una noche en Quito, con amigos de toda América latina, una amiga cantó “Amor de ciudad grande”, con su música. Todos la conocían. Con similar belleza, interpretó a Vallejo, o a Guillén.
Para el fundamentalismo de derechas, Pablo ha sido muchas veces un hombre del “régimen cubano”. Él mismo se explicaría así: “Sí, porque soy un abanderado de la revolución, no del Gobierno. Si la revolución se traba, se vuelve ortodoxa, reaccionaria, contraria a las ideas que la originaron; uno tiene que luchar”.
Para el fundamentalismo de izquierdas —una joven española, más conocida en Cuba que en su tierra, ha escrito el más reciente capítulo de esa saga—, Pablo debe ser juzgado solo por su actitud ante el Gobierno cubano. Ciertamente, Pablo no es el joven que fue en los 1960. Tampoco lo es lo que llaman hoy, sin cuidado crítico alguno, “Revolución cubana”.
En cualquier caso, es un hecho que la “sombra gigantesca” de Cuba sobre América Latina tras 1959, hasta hoy, le debe muchísimo a Pablo (y a Silvio).
Por fuera de esos humos, hay más de cuarenta discos en solitario, atravesados por los temas del amor, la vejez, la patria, la lucha, la desesperanza, la felicidad y las muchas formas de la agonía propias de un Unamuno. Hay en todo ello fondo social.
Pablo desafió, también, la “hombría” cubana, esa cosa tan patética a la que adscribe el propio Estado cubano, con canciones que aseguran “la prefiero compartida”, o “no somos Dios, no nos equivoquemos otra vez”, en respeto a la opción por el mismo sexo.
Lo hizo quien estuvo en las Umap, se escapó de ella, pasó dos meses detenido en la Cabaña, fue enviado a un campamento de castigo, y siempre esperó disculpas públicas por aquel escarnio nacional.
A sus 22 años, escribió “Y en cuanto a la muerte amada, le diré si un día la encuentro, adiós que de ti no tengo interés en saber nada”. Se lo puede repetir hoy, que lucha entre la vida y la muerte.
“Pobre del cantor” ha sido más que un lema para Pablo. Es un poeta de la lengua española popular. En Cuba se sienta a la mesa con Sindo Garay, Manuel Corona, Teresita Fernández y Ñico Saquito.
Al pueblo, lo que es del pueblo, querido Pablo.
Cuánto me alegra que voces tan autorizadas asuman la defensa de Pablo y su grandeza, haciendo trizas los asquerosos comentarios de cierta “señora” de cuyo nombre no quiero acordarme.
QUERIDO PABLO, ETERNAMENTE TE AMO!!!