El actor y animador cubano Evelio Taillacq falleció el miércoles en Miami víctima de una corta pero grave enfermedad. Tenía 67 años.
Taillacq es considerado un actor de la vieja guardia cubana aunque ingresó al arte siendo un joven galán de la televisión cubana tras estudiar en las nacientes escuelas de arte en la década de 1960. Se distinguió en los años 70 por su participación en el popular espacio de Aventuras de la televisión cubana donde interpretó todo tipo de roles, casi siempre protagónicos.
A mediados de los años 80 llegó a Estados Unidos a través del puente marítimo de El Mariel y tuvo la oportunidad de desarrollar una serie de actividades fuera del ámbito artístico. Fue periodista, escribió dos libros – Endiablado Deseo y La Habana de los mil demonios – incursionó en la animación televisiva en la cadena Telemundo con ‘El Show de Evelio Taillacq’ y desarrolló gran parte de su carrera en Puerto Rico que consideraba su segunda patria.
Llegó a ser corresponsal en España del programa de Univisión, Gran Impacto. “Puerto Rico hoy está de luto, vivió muchos años por allá y lo quieren mucho. Era extremadamente bueno como presentador, porque era sumamente inteligente, conectaba muy bien con los entrevistados, y lograba muy buenas entrevistas”, dijo Mabell Dieppa, actual productora de entretenimiento del programa.
Para los que lo conocimos Evelio fue siempre un amigo y los que trabajaron con él en el Nuevo Herald, le pusieron el cariñoso apodo de coffee editor porque cuando se aparecía en la redacción colaba unos cafés espectaculares. Era, ante todo, un amante de la vida y benefactor de sus amigos.
“Evelio era todo un caballero. Culto, educado, talentoso, sensible, y sobre todo cálido y amable. Vivió con intensidad y plenamente. Conversar con él era todo un placer. Sus anécdotas de personas, lugares y experiencias me embelesaban”, dijo a OnCuba la periodista puertorriqueña Jeannette Rivera-Lyles quien compartió con Taillacq muchas horas en la redacción.
Es más, recuerda, “quería Puerto Rico casi como a Cuba. Trabajó en la isla en varias ocasiones a través de su vida, en novelas, teatro y animación de programas de variedades. Me contó que una de sus actividades de domingo favoritas era manejar sin prisa y sin mapa por los pueblos montañosos del centro de la isla. Si se perdía, tocaba en una puerta al azar, que casi siempre abría alguien que le reconocía y le invitaba a un café que él siempre aceptaba. Así recogió decenas de historias y vivencias de la isla y su gente”.
Taillacq fue también un ávido conversador en Facebook donde mantenía entretenidas e enriquecedoras conversaciones con sus amigos que quedan plasmadas para la memoria futura. Y daba lecciones de vida. Poco menos de un mes antes de fallecer, dejó escrito:
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