Desde el 28 de junio y hasta septiembre próximo estará abierta al público la exhibición Fabelo’s Anatomy, en el Museum of Latin American Art, Long Beach, California… En la edición 03 de Art OnCuba un texto de la Dra. Llilian Llanes aborda la más reciente serie de dibujos de este artista que compartimos hoy con nuestros lectores.
Roberto Fabelo (Guáimaro, 1951) parece haber venido al mundo con un lápiz en la mano, en lugar del socorrido pan bajo el brazo. Formado en la Escuela Nacional de Arte (ENA), continuó sus estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA), donde después de graduado ejerció varios años como profesor. Fue allí donde lo conocí y de donde vienen mis primeros recuerdos de su pasión por el dibujo. Yo estudié en la Escuela de Letras, donde nos enseñaron que la Historia del Arte era la historia de la pintura, la escultura y la arquitectura. Sin embargo, ya había sentido alguna seducción por la obra sobre papel cuando, trabajando en el Museo Nacional de Bellas Artes, me correspondió arreglarle el archivo a Martínez Pedro, quien le había prometido a Marta Arjona que si lo ordenaban se lo donaría al Museo. Tenía entonces unos 18 años y todavía estudiaba en la Universidad, y fueron aquellos meses de revisión de los archivos del pintor los que me despertaron el entusiasmo por el trabajo del lápiz sobre el papel, gracias al privilegio que significó ser la primera en desempolvar aquellos sobres donde estaban acumuladas esas hermosas series surrealistas que actualmente posee el Museo Nacional en sus fondos.
Pero toda esta historia para recordar que fue más tarde la pieza titulada Fragmentos vitales que Roberto Fabelo expuso en la bienal de 1984, pegada como quiera a la pared, sin cristal, la que definitivamente provocó mi apasionamiento por el dibujo contemporáneo y me hizo comprender toda la poesía que podían encerrar unos trazos de carboncillo sobre el humilde y modesto papel de envolver. Una pieza que había sido creada en el ISA, cuando el entonces joven profesor se topó una noche de aburrimiento con unos creyones gruesos de marcar cristal en una gaveta y una pica de papel kraft, a la que le rasgó un pedazo cuyo corte irregular le daría un nuevo sentido a su trabajo. Así, sobre una mesa de superficie rugosa, siguiendo el perfil de la hoja de papel, surgieron los Fragmentos vitales que sorprenderían a todos los que por entonces tuvimos el privilegio de ver. Algún día se le reconocerá a esa pieza su valor dentro de la Historia del Arte cubano. Porque hasta entonces ningún otro artista había transgredido de tal forma una obra plana en el ámbito artístico nacional.
En fin, acostumbrado a dibujar sobre formatos regulares, lo que pareció producto del azar fue en realidad resultado de aquel espíritu que flotaba en el ambiente del ISA de aquellos tiempos, en los que comenzaba a instaurarse entre los alumnos una estética del reciclaje, una admiración por el arte povera, que mucha obra interesante dio entre las promociones de los años ochenta. Justo dentro de ese contexto Fabelo, que pertenecía a la generación intermedia entre los egresados de los setenta de la ENA y la del ISA de los ochenta, llegó a obtener una notable visibilidad en el escenario artístico del momento. De entonces acá ha desarrollado una fructífera carrera profesional que abarca prácticamente todas las manifestaciones de las artes visuales.
Sin embargo, para mí Fabelo es ante todo un dibujante. Su grafomanía, como él la llama, se originó en su aldea natal, Guáimaro, cuando esperando el despacho de la bodega cogía un cartucho y se ponía a dibujar en él con un mochito de lápiz. Así, lo que comenzó siendo una cosa lúdica se fue convirtiendo en vicio, al comprender que cualquier soporte era bueno para hacer fluir su imaginación, concibiendo trazos con el lápiz, el carboncillo, la tinta, o cualquier medio que se prestase para construir una imagen. A esta convicción llegó también gracias a la sabiduría con que sus profesores le fueron enseñando en la ENA y en el ISA los misterios del dibujo.
Ha pasado mucho tiempo. Hace apenas unos días me he topado con los más recientes dibujos hechos por Fabelo, ante los que he quedado de nuevo conmovida, esta vez por la capacidad para extraerle al peculiar soporte cualidades expresivas de hondo sentido poético, imprimiéndole una delicada y refinada belleza a esos pequeños y envejecidos papeles. Mientras observaba esos dibujos realizados sobre las hojas entresacadas de un viejo libro de Anatomía, un método que me remitía a la práctica que había iniciado en Fragmentos Vitales, pensaba en cuánto de inspiración aparentemente azarosa hay en la labor de un creador cuando trabaja con un lápiz en la mano. Esa gestualidad, en combinación con una personal sensibilidad, le ha agudizado a Fabelo la capacidad de observación, permitiéndole dar rienda suelta a la imaginación y a su especial inteligencia visual. Hace poco me comentaba: “Eso que tú llamas poesía es una atracción que tienen algunos soportes, que tienen una memoria propia, lo único que uno hace es intervenir en esa existencia, en esa memoria.” Y más adelante, reflexionando sobre el origen y naturaleza de esta serie me explicó: “Estos soportes me incitan a violar un poco su condición. Las páginas del libro de anatomía son atractivas de por sí. Tienen unas soluciones, una creatividad tremenda. Me parecía casi un sacrilegio manipularlos, intervenir en ellos, pero al final pudo más ese vicio mío que me arrastra a la perdición, y dibujé encima de esas imágenes, creando una nueva, y usando también algunos textos como títulos. Términos anatómicos que cuando los descontextualizas, cuando los sacas de la frase o del propio libro, de la descripción específica, se convierten en poesía. Es un pequeño juego.”
En resumidas cuentas, a lo largo de todos estos años Fabelo ha sabido profundizar en sus indagaciones y se ha dado el lujo de experimentar con diferentes herramientas y atributos expresivos, manteniendo esa íntima relación con el medio seleccionado.
Si para algunos el dibujo es todavía un punto de partida, un apunte o anotación para su traslado a otras manifestaciones consideradas de mayor valor, todavía para un artista como Fabelo constituye una forma de creación cuya carga expresiva se inunda de una espiritualidad y una poesía muy personal.