La exposición En busca del origen se inauguró este sábado 27 de enero en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), trayendo de vuelta la obra de la artista cubana Ana Mendieta (1948-1985), una de las pioneras del arte contemporáneo que prefiguró corrientes luego vibrantes en el siglo XXI.
La muestra es toda una novedad en España, pues en más de un cuarto de siglo el país europeo no dedicaba una muestra personal de la producción plástica de Mendieta.
Los comisarios (curadores) reunieron más de un centenar de obras que abarcan diecisiete años de producción de la artista (1968-1985) quien, junto a su hermana Raquel, salió de la isla bajo el paraguas de la operación Peter Pan.
Organizado por el gobierno de Estados Unidos y la iglesia católica, el programa, vigente entre 1960 y 1962, sacó de Cuba rumbo norte a más de 14 mil menores sin acompañamiento familiar o tutelar en uno de los eventos migratorios más traumáticos y controvertidos de la historia bilateral.
Muchos nunca se reencontraron con sus familias.
El Sábado 27 de enero, a las 18:00 h. en el @musacmuseo Ana Mendieta, Nature Inside. Proyección y conversación con Raquel Cecilia
Más información en: https://t.co/Da38e6fOZa pic.twitter.com/fw08by8OWu— Museos de Castilla y León (@museoscastyleon) January 26, 2024
La muestra incluye fotografías, videos, esculturas, instalaciones, dibujos y pintura, entre ellas obras icónicas como sus siluetas o gráficas rupestres, así como un conjunto de trece piezas inéditas.
También suma sus dibujos sobre papel amate, una selección de pinturas ejecutadas entre 1969 y 1971, la recreación de una instalación realizada en 1978 y un conjunto de fotografías descubiertas en septiembre de 2022.
La responsable de su legado, su sobrina y ahijada Raquel Cecilia, destacó que la exposición explora cómo Ana Mendieta “nunca dejó de reinventarse, desarrollando un nuevo lenguaje escultórico, a menudo efímero, a veces performativo, siempre alimentado por sus investigaciones sobre los mitos originales y el arte rupestre”.
“Lejos de ser entendida como una retrospectiva, el proyecto se centra en revelar la relación de Ana Mendieta con lo visible y lo invisible, lo permanente y lo efímero, su manera de hacer que lo indecible fuera explicado a través de la huella del cuerpo y su inserción en la naturaleza” agregó.
El cuerpo como laboratorio y estandarte
A lo largo de los años setenta y primera mitad de los ochenta del siglo pasado, Mendieta creó un poderoso conjunto de obra definido por el cuerpo y su encuentro con la naturaleza.
En poco más de quince años desarrolló su propia práctica híbrida, que fusionaba aspectos del body art y del land art.
Ana Mendieta: “Si no hubiera sido artista, hubiera sido delincuente”
Su excepcional serie Silueta (1973/1981), que comprende cientos de trabajos creados en el estado de Iowa, en el desierto de México y otras localizaciones a través de Norteamérica y, finalmente, en Cuba, forman el corpus central de su arte.
Durante trece años, y hasta su prematura muerte a la edad de 36 años, Mendieta generalmente llevaba a cabo sus acciones de manera privada frente a una cámara.
Documentaba sus acciones en filmes cortos de 3 minutos (rodados en una super 8) y en diapositivas de 35mm, de entre las cuales seleccionaba e imprimía copias fotográficas.
Para Mendieta estos documentos proporcionaban formas alternativas de presenciar su arte.
Una pionera
Para muchos la pionera de la fusión entre el body art y el land art, para otros una adelantada del ecofeminismo, Mendieta reformuló las relaciones del artista con la naturaleza mediante la performance, un término del que siempre rehuyó dada su ojeriza por ciertas fórmulas reiteradas.
Para definir su trabajo telúrico, empleaba el término earth body (cuerpo de tierra).
Con ese perfil acometió su aproximación a la práctica del arte en la que se tomaba a sí misma como objeto, incorporando su propia figura —o su silueta o su huella— al paisaje natural.
Escaleras de Jaruco
Esa experiencia tuvo uno de sus escenarios en el parque Escaleras de Jaruco, en la actual provincia de Mayabeque, en cuyas cuevas y parajes intervenidos por la artista a principios de los 80 si apenas sobreviven al tiempo y los vándalos algunos trazos y esculturas.
Su rabiosa contemporaneidad está defendida por su ecofeminismo, la denuncia de la violencia de género —de la que presumiblemente fue una de sus víctimas fatales— la veneración de la naturaleza, la revalorización de la sabiduría ancestral, el uso del propio cuerpo como recurso interpretativo y la anhelante búsqueda de las claves de la identidad.
“La fuerza desgarradora de sus apreciaciones en torno a la violencia… o el uso de recursos no convencionales para ese momento como su propio cuerpo, la fotografía y el video, hacen de su arte una herramienta vital, comprometida, visceral”, estima la profesora cubana Kirenia Rodríguez, autora del trabajo Ana Mendieta: isla y geografía interior.
La violencia del punto final
Ana Mendieta murió en el amanecer del 8 de septiembre de 1985, a los 36 años.
Desnuda y con huellas de maltrato, cayó desde el piso 34 de un rascacielos neoyorkino que compartía con uno de los líderes del movimiento minimalista, su esposo, el escultor estadounidense Carl André.
Su muerte cortó de cuajo una creciente notoriedad internacional al ser apreciada como una vanguardista en los exclusivos circuitos de Estados Unidos. Su trabajo había llegado a los gabinetes de instituciones como el Guggenheim y el Metropolitan de Nueva York.
Carl André murió hace un par de días. Tenía 89 años. Un jurado lo consideró inocente, pero la sospecha de homicida le persiguió el resto de sus días. Era una sombra viva a la que no podía matar.