Ángel Ramírez (La Habana, 1954), una de las principales figuras del arte contemporáneo cubano, acaba de concluir siete décadas de vida, de las cuales cuatro han sido dedicadas, con pasión monástica, al trabajo profesional como grabador, pintor, instalacionista y creador de piezas tridimensionales. Parejo con ese desempeño artístico, exhibido en más de treinta muestras personales, ha marchado su labor docente.
Ahora, para no dejar pasar la fecha, acaba de exponer sus obras más recientes. Admiradores como somos de su destreza técnica, su fina mordacidad y su repertorio temático, que se centra en el análisis de las relaciones de poder y en el comentario del día a día del país, lo procuramos para darle un abrazo y, de paso, establecer este diálogo deprisa.
Para celebrar tu 70 cumpleaños inauguraste el 17 de enero una exposición personal en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana. El lugar escogido está muy a tono con tu trayectoria artística, pero no me queda del todo claro el porqué del título. Cuéntanos de tu vínculo con el TEGH y por qué nombraste Sujeto omitido al conjunto de obras reunidas allí.
El TEGH ha estado presente en una buena parte de mi vida. Ya a finales de los 70, aun siendo estudiante del ISA, imprimía allí mis metales y realizaba mis litografías. Fui uno de los jóvenes que el taller acogió con cariño y tolerancia. Me resultó coherente hacer esta expo allí, una manera de hacerme un regalo y agradecer al lugar, que aún sigue recibiendo a las nuevas generaciones de artistas.
Lo de sujeto omitido es el nombre de una de las piezas. Esta habla de una especie de agente secreto, detective o espía que, por su oficio, no aparece nunca tal cual es, por lo que resulta, él mismo, un sujeto omitido. Sé que la frase no engloba toda la muestra, pero así salió. ¿Qué le vamos a hacer?
En el conjunto exhibido se destacan dos piezas de la serie Dando y dando, realizadas en colaboración con el cubano Dairan Fernández y la sueca Nina Bondeson. Esa colección, creo recordar, comenzó el pasado siglo con una obra a cuatro manos con Belkis Ayón. ¿Qué buscas con ese diálogo de estéticas contrapuestas? ¿Continuará creciendo el conjunto?
El juego de trabajar a cuatro manos comenzó mucho antes, con una serie de litografías que hicimos entre Luis Cabrera y yo; luego vino la pieza con Belkis, primera con el título de Dando y dando. Para 2004, en buena medida como tributo a Belkis, me propuse invitar a un grupo de colegas para hacer obras en conjunto. Con esas piezas se conformó una expo en la galería Villena, de la Plaza de Armas. Pero se me quedó el gusto por ese tipo de experiencia, y las que están ahora en la galería del taller son un grupo de Dando y dando (5 en total) que no estuvieron entonces.
Es una colección que me ha dado mucho gusto. Primero, ha sido grato y enriquecedor dialogar con cada uno de estos artistas hasta llegar a un acuerdo sobre lo que queremos conseguir; luego, meter manos a la obra es un acto que emociona y divierte. En esta serie siempre aporto un rey, una figura del poder, que meto de alguna manera en la estética del otro. ¿Será un acto de mezquino oportunismo?
Para nada. Lo veo como un acto de ósmosis artística en ambos sentidos.
Siete décadas es un cúmulo de tiempo considerable. ¿Qué ves si miras atrás?
Mi tiempo en las escuelas de arte fue largo: San Alejandro, la ENA, el ISA. De la última me gradué en el 82. Mi camino por los predios del arte ha sido lento y silencioso. Ser básicamente grabador ha significado un lastre pesado en ocasiones; se nos tachó de tecnicistas, de gremio cerrado, de practicantes de un arte menor. Pero insistí y seguí haciendo y enseñando grabado. Ser profesor me dio una gran satisfacción; también estoy en paz por haber intentado siempre jugar con el grabado en busca de una imagen que exprese, que encierre un contenido. Ahora me siento en un buen momento, porque aún tengo ganas de proponerme cosas.
Tú y Luis Cabrera fueron los primeros graduados de grabado en el ISA, cátedra que dirigía Luis Miguel Valdés. Desde entonces, esa disciplina artística ha estado en el centro de tu labor creativa, aunque has trabajado, además, la pintura y la confección de objetos tridimensionales. ¿Volverás a la estampa múltiple o seguirás utilizando las técnicas del grabado para conseguir obras únicas que luego se incorporan como fragmentos a piezas de carácter mixto?
Está claro que el grabado surge por la necesidad de llegar con una imagen a más personas, pero a estas alturas esa razón está muy superada por otros medios. Como bien dices, nuestra formación fue como grabadores, y técnicamente salimos muy completos, cosa que agradezco a varios profesores, directos e indirectos. Esa formación me ha permitido usar distintos medios y tener a la larga un criterio con relación al arte —claro, el mío. El tema de la imagen múltiple me interesa cada vez menos. Creo más en los procesos, en la imaginería propia, en especial de la xilografía, en lo indirecto y sorpresivo del grabado.
¿Qué hay en tu agenda? ¿Exposiciones, viajes?
Hay planes, falta ver qué pedazo de futuro me deja ver la pelona.
¿Trabajas en estos momentos una nueva serie, has incorporado alguna nueva técnica o temática a tu repertorio?
Después de esta expo entro en recesión. Habrá que pensar un poco, no me gusta seguir líneas estrechas.
Estuvo circulando una presunta nueva clasificación etaria de la OMS, que habría desplazado la ancianidad, de modo que la franja comprendida entre 66 y 79 años correspondería con la edad media. La información resultó falsa, pero ¿cómo te suena eso? ¿Te estarían ubicando en el Medioevo, justo de donde ha salido una buena parte de la iconografía que has empleado en tus obras? ¿Cómo asumes el proceso de envejecimiento? ¿Eres más tolerante y más sabio que treinta años atrás?
Por los 90, con aquella crisis, encontré en las imágenes medievales un montón de detalles que me resultaban fáciles de relacionar con nuestro entorno inmediato. Lo que había pintado el tiempo, a golpe de humo, fuego, malos barnices, mutilaciones intencionales o por descuido en ellas, me resultó un reflejo de la vida misma. Es así que, también por la laboriosidad de las piezas que me propongo la mayor parte de las veces, me siento un poco medieval, solo un poco.
Claro que más allá de lo que diga la OMS, cuando me despierto cada mañana caigo en la cuenta de que estoy viejo, pero no le hago mucho caso a eso.
Hace un par de años te pregunté si tenías la certeza de la trascendencia de tu obra. Entonces me respondiste:
“No creo haber marcado hito alguno que me permita soñar con la trascendencia. Eso sí, recuerdo con satisfacción buenos momentos del camino, obras específicas que, cuando las veo de nuevo, pasado el tiempo, me siguen gustando. Recuerdo con placer las oportunidades que me ha dado la profesión de ver arte de todos los tiempos y en distintos lugares, con los ojos y la cabeza abiertos. Tuve la suerte de contar con muy buenos alumnos, cuyos éxitos y trascendencia segura me dan, de verdad, mucho gusto. Últimamente —debe ser la edad— me he puesto a pensar en el destino de esas obras que he creado en estos más de cuarenta años del dale que dale; unas están mejor ubicadas que otras, también las hay sin destino a la vista; y sin embargo, no paro de trabajar en nuevas piezas”.
¿Algo que agregar a esto? ¿Has cambiado de opinión sobre el alcance de tu trabajo?
No. Suscribo ese párrafo palabra por palabra. Sigo pensando lo mismo.
Qué: Sujeto omitido, exposición personal de Ángel Ramírez.
Dónde: Taller Experimental de Gráfica de La Habana, Callejón del Chorro, La Habana Vieja.
Cuándo: hasta el 7 de febrero. De lunes a viernes, de 9:30 am a 5:00 pm.
Cuánto: Entrada libre.