“Mi gran problema es la memoria, yo no puedo olvidar”, dijo el chileno Roberto Bolaño, considerado el mejor narrador mexicano de su generación. ¿O fue uno de sus personajes? Sí, no me queda otro remedio: apelar al cuaderno de notas o a los post-it en mi smartphone. Pero con las imágenes me sucede lo contrario.
Tras ver unas fotos de la Virgen de Guadalupe que tomé en el México narrado por Bolaño, recordé las asociaciones que hice cuando por primera vez entré al aula del Centro Onelio. En ellas relacionaba los contenidos del curso de técnicas narrativas con las serigrafías colgadas en el salón.
Era el año 2006. La serigrafía de Juan Moreira se situaba en el delirio de lo onírico atravesado por un componente sexual. En la de Alicia Leal, titulada La boda, aparentemente reinaba la paz, porque en la habitación donde transcurría la ceremonia lo mejor y peor del género humano se representaba con los caracteres distintivos de aves, equinos, ofidios y arácnidos. Había otras serigrafías, pero ahora no importan.
De aquel cuadro de Alicia, o de cuanto sabía de su obra, no pude sino formularme interrogantes: ¿Era una “traducción” de la narrativa de García Márquez teniendo como escenario a Cuba? ¿Era una variante de lo Real Maravilloso y Carpentier?
Gracias a la Patrona de la Ciudad de México recordé una serie de acrílicos sobre tela realizados por Alicia entre 2009 y 2012. Allí la Caridad del Cobre es certeza en medio de la duda, el temor; es asidero, depositaria de un deseo. La Patrona de Cuba es madre dadora y voz cuando reinan zozobra y silencio. Porque en Todo cabe bajo el manto de la Virgen, El mar que nos une, y Toda Cuba dividida en horizontes la Virgen se instaura como pilar bajo el oficio de vivir.
En ellos vi el bravío mar infestado de tiburones, la deriva de balseros y balsas vacías durante la travesía por el Estrecho de La Florida. También la vida de la mujer que teje y desteje sus días —los hilos la sitúan en el hogar, conducen a la maternidad, o recuerdan los días de la niñez y el arduo porvenir.
Los acrílicos incluyen el campo, la ciudad, el parque de diversiones, vegetación, animales. El ser humano es recreado en puro rapto de ensoñación, desespero, o intentando el equilibrio mientras espera. Por si no bastara, el individuo está “representado en ausencia”, porque difuminarse en medio de la fuga y en el recuerdo de sus familiares es una realidad posible.
La “serie de La Virgen” me permitió situar a Leal en un punto que iba más allá del Realismo Mágico o lo Real Maravilloso. Tras interactuar con otras obras suyas advertí preocupaciones que podían ubicarla en el discurso de género, en temáticas de corte social, incluso en indagaciones sobre sexualidad, erotismo y religión.
Visto así, no es poca la tensión contenida en La casa de playa, incluida en la exposición Mundos compartidos. Un viaje de La Habana a Zúrich, a la que accedí antes de su partida hacia ArteMorfosis para ser exhibida del 16 de mayo al 16 de junio de 2019. A la calma vivida por tres mujeres al atardecer en una habitación con vista al mar, parece oponérsele la mirada de varias personas. Son dos universos enfrentados: el sosegado y colorido espacio íntimo de las mujeres; hacia el fondo, en tonos oscuros, estallan alarma, escándalo y asombro en quienes las observan.
Pueden ser diversas las lecturas de cuanto sucede; en la habitación acontece un desencuentro entre la libertad del sujeto y el recelo de aquellos que desaprueban filosofías de vida divergentes a las suyas.
Para Alicia, “esta exposición es una nueva oportunidad de mostrar en Zúrich lo último en lo que [está] trabajando: la naturaleza, el comportamiento humano y la comprensión de los misterios que nos rodean. (…) en estas obras hay texturas y un colorido más vibrante que creo refuerzan el sentido lúdico (…)”.
La casa… nos puede remitir a un modelo de familia no tradicional, a mujeres independientes, empoderadas, incluso a tres prostitutas. Tras observar el lienzo recordé el debate a propósito del modelo de familia que debía quedar reflejado en la Constitución y el Código de Familia. Porque en La casa… la calma parece amenazada por una multitud.
“Una exposición es siempre una nueva aventura que se disfruta y se sufre —dijo en especial para OnCuba—, (…) nunca se sabe si la obra será comprendida y aceptada y más con un público con una tradición en el arte y con una idiosincrasia tan distante a la cubana, pero ese es el reto tanto de la galería como de los artistas.”
En la galería de fotos del smartphone analizo su apuesta por la luz y las sombras, el juego con las tres dimensiones del plano en relación a las dimensiones, simetría y volumen de los cuerpos, las texturas utilizadas, el delineado preciso, las poses con las que representa los cuerpos, el sincretismo religioso cubano, los elementos propios de religiones asiáticas. Mundos compartidos… dista de aquellas interrogantes que me formulé en 2006, porque las mujeres y hombres recreados transcurren bajo un puro rapto de ensoñación, situados en el desespero, o intentando el equilibrio siempre en escenarios diferentes.
Para Alicia, “ArteMorfosis es una galería relativamente joven que se ha enfocado en el arte cubano. Trabaja con artistas de diferentes generaciones, (…) ha encontrado en el arte que se hace ahora en Cuba un valor expresivo y conceptual acorde con los tiempos actuales por donde se mueven artistas y galerías de todo el mundo.”
Hay un bestiario en la obra de Alicia. Animales propios de fábulas y mitos cumplen un amplio rol. Representan el miedo, la posesión y el sometimiento, la maternidad, el amor, la libertad, la providencia o la desgracia. En ese bestiario también se cifra la soledad, la duda, el hastío.
Las “mujeres de Alicia” desean, añoran, pelean, sufren. En la soledad o la compañía, la sensualidad no les resulta ajena. Tanto en el plano íntimo como público casi siempre toman partido; la diversidad sexual tampoco será tabú. Esa mujer, cualquiera sea su noción de lo ético y lo moral, abrirá la red para apresar cuanto apetece.
Al sujeto masculino le corresponde un rol diferente, parece secundario. Bien mirado, resulta complemento en el discurso; está situado en el contexto de las necesidades, el deseo, también en lo aborrecido, y como parte de una noción de lo sexual. Ese otro equilibrista, a ratos soñador, es ángel y/o sombra.
En Mundos compartidos… aparecen nuevos rasgos: fondos manchados, elementos “erótico-orgánicos” —las frutas del díptico Frutas Tropicales I y II—, formas geométricas —díptico Madre de todos I y II—; dichos rasgos nos remiten a la obra de Juan Moreira. Tal update no vuelve irreconocible el estilo de Alicia. Dígase mejor actitud/aptitud en su apuesta por enunciar alegría, duda, hastío, certeza, derrota.
Ángeles, demonios, sombras, mujeres diversas, un bestiario que se antoja infinito, vegetación, la memoria y el estallido del color como las marcas de toda una obra, o de toda una vida, en Cuba. O de vidas que, como en el México narrado por Bolaño, transcurren bajo el manto y la mirada de una virgen.