“La obra de arte debe impresionarte sin tocarte”, decía el mítico artista Salvador Dalí (1904-1989), ícono del surrealismo cuya obra gráfica desplegada en cinco décadas, puede apreciarse por estos días en el Hemiciclo de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes.
La serie de 1971 Memorias del surrealismo, incluida en la selección, da título a la muestra organizada por Alex Rosenberg, presidente del Salvador Dalí Research Center y amigo del artista, quien trajo a la Habana parte de su colección personal y de otros conservadores privados.
Viaje fantástico (Litografía/Colección Joseph Nuzzolo), de la cual solamente se muestra una obra fechada en 1965; Dalí interpreta a Currier y a Ives (Litografía/Colección Joseph Nuzzolo), de 1971; Las doce tribus de Israel, de 1973 (Aguafuerte y coloreado con stencil/Colección Carole y Alex Rosenberg); La Divina Comedia (Litografía/Colección Salvador Dalí Research Center), de 1960; y Los Cantos de Maldoror (Aguafuerte/Colección Walter Maibaum y Carol Conn), de 1934, son las otras series que estarán expuestas hasta finales de octubre de este año.
En enero se cumplió un cuarto de siglo de la muerte del genio catalán que cultivó múltiples campos artísticos: pintura, orfebrería, diseño, escultura, cine, teatro y también el grabado. Aunque esta última expresión es menos conocida dentro de su creación, son notables los ejemplos, como las noventa y cinco litografías que hoy puede estimar el público cubano.
Durante la inauguración tuvo lugar un performance alegórico al legado del célebre artista a cargo de la compañía danzaría Retazos y se presentaron a los señores Carole y Alex Rosenberg.
Alex relató cómo conoció al maestro y compartió varios recuerdos de la amistad entre ambos. Contó algunas de las peripecias de sus trabajos en común, pues fue precisamente él quien financió algunas carpetas de grabados que trajo a la Habana.
“Dalí fue una persona excepcional, un bufón contra el aburrimiento. Su comportamiento extravagante le traía beneficios, publicidad y reputación ante un público que él considera inferior, pero que le suministraba todo el material necesario para vivir como miembro de una supuesta realeza. No estaba loco, como muchos creían, y cuando algo o alguien le resultaban interesantes su comportamiento se tornaba serio, coherente y hasta mejoraba su inglés,” expresó el también mecenas y coleccionista.
El experto neoyorquino explicó los contratiempos por los que atravesó uno de los conjuntos expuestos hasta su terminación, y concluyó confesando cómo del desastre surgió una exitosa carpeta de grabados con tres diferentes procesos de impresión.
Las doce tribus de Israel, otra de las series incluidas, fue realizada en tiempo récord por el versátil creador, quien dijo al respecto: “Me tomó treinta años crear esta serie. Lo que me tomó solamente cinco días fue registrar mis conocimientos”.
Sus inequívocos símbolos, recurrentes en su iconografía: huevos, langostas, hormigas, relojes blandos, pueden apreciarse en la exhibición. También están presentes mariposas, alas, flores y sus peculiares autorretratos, para ayudarnos a conocer un poco más de las creaciones del célebre personaje.
Los múltiples grabados expuestos constituyen una insoslayable invitación a tratar de descifrar las claves que a golpe de trazos nos ofrecía el rico imaginario de un artista que iba por el mundo defendiendo su exótica filosofía de vida, con su mirada alucinada y su ostentoso mostacho.