Ellos dicen que no se trata de volver a un pasado reciente. Es el mismo son, pero de la segunda década de los 2000. ¿Convocan ahora? Preguntaba una asidua bailadora de aquellos conciertos en barrios habaneros, muy comunes en los años 90 del pasado siglo, mientras hacía un ademán que nos dejaba con la más serena incertidumbre a mí y a nuestro fotógrafo, cuando este sábado en el Estadio Latinoamericano, esperábamos por la segunda parada de la gira Artex por los barrios, que celebra el cuarto de siglo de esa entidad cultural.
Una lluvia a intervalos amenazaba la actuación de las orquestas en cartelera. “En otro tiempo: la Revé y Manolito Simonet, crearían tremenda expectativa. Mira ahora”, indicó la bailadora, al no perder de vista las pocas personas que merodeaban en los alrededores del denominado Coloso del Cerro, en las postrimerías de las 9:00 de la noche de esa jornada sabatina.
Cuando Tanía Pantoja y su grupo “rompieron” literalmente el hielo, la escena era otra. La Pantoja recordó temas de Bamboleo, orquesta que la diera a conocer en aquellos momentos en que la timba reinaba en el gusto popular. También, con carisma, la cantante deslizó números que ahora mismo tiene en su repertorio. En las orillas del Latino no cabía una persona más.
La lluvia comenzó a hacer de las suyas y Tania le dijo al público que era hija de Yemayá. El particular auditorio ya no pensaba en el agua, el son los había seducido de tal modo que cuando los organizadores decidieron parar, y aguardar por que cesara el mal tiempo, los seguidores clamaban por que la intérprete de Sueño de cristal siguiera cantando.
Cuando la calma aplacó la breve tormenta, un peso pesado de la escena sonera, se adueñó de la tarima. La Revé hizo olvidar a todos el amenazante temporal. Esa soy yo y El nombrecito, dos hits contenidos en el nuevo disco del Charangón, prendieron en los bailadores que sacudieron el cuerpo al compás del impresionante set de trombones del grupo que lidera Elito Revé.
Ya en Agua pa’ Yemayá no quedó nadie sin moverse. Y como si los deseos de todos fueran escuchados, desde el cielo cayó nuevamente el preciado líquido, que se mezcló con los fluidos corporales de la gente.
A Maykel Blanco y Salsa Mayor les fue fácil continuar el concierto. Eran los terceros de una cartelera que incluyó además, al Trabuco y Pachito Alonso y sus Kini Kini.
Blanco “pegó” su Popurrí, Tremenda pinta y unos cuantos de sus éxitos. Sus cantantes, llenos de adrenalina, no dejaron perder la energía positiva de una actuación que trascendió por su manera de acercar un género fundamental en nuestra sonoridad y que gracias al concurso de las instituciones culturales y al deseo de sus cultores, ya recorre los barrios capitalinos.
Manolito Simonet hizo sonar aquel coro contagioso de “La Habana me llama” y todos comenzaron a marcar pasillos. El Trabuco es dueño de un peculiar estilo en la música popular bailable. Se rompieron los termómetros, Marcando la distancia y Control son discos a los que hay que acudir para apreciar los aportes dados por ese virtuoso pianista al son.
Su cantante líder, Ricardo Amaray, dijo: “Disciplina, disciplina”, una frase ya acuñada por él, y la gente le pidió más. De ahí que Simonet los complació con creces al invitar a Tania Pantoja para hacer un clásico del género y que pertenece al repertorio de Bamboleo –inmortalizado por Vania Borges-, Ya no hace falta, cuyo autor es Lazarito Valdés.
Para el cierre se reservó a Pachito Alonso y sus Kini Kini, quien acompañado de sus hijos Cristian y Rey, volvieron a coronar la pista del Cerro como una de las más importantes de la capital. Es que cuando la clave suena, y detrás se siente el tumbao peculiar de nuestra música, es imposible no estar cerca. Pasan los años, pero el son provoca ese mismo efecto.
Fotos: Roberto Ruiz