Abela III es un ser risueño, como lo fue su abuelo (Eduardo Félix Abela Villareal, 1891-1965), y estoy casi seguro que como no lo fue su padre (Eduardo Jesús Abela Alonso, 1932-2011). Dinastía de pintores esta que ha agrandado y elevado el horizonte del arte nacional.
Eduardo Miguel Abela Torrás (La Habana, 1963) tiene la agilidad mental y simpatía de los nacidos de este lado del mundo. Mi madre hubiera dicho: “es de las Antillas”. Por su humor ligero, veloz, de asociaciones visuales relampagueantes y juegos de palabras que, más que dinamitar lugares comunes, se proponen darle una vuelta a nuestra percepción del entorno. Él mira y trasmite el envés de las cosas. Y así va por el mundo.
Abela, este Abela, ha tomado la cultura universal, más propiamente la historia de la pintura, como parque temático. Sus obras reinventan discursos codificados de antiguo, cuya eficacia comunicativa se centra en la calidad de la realización y en el giro inesperado, la llamada ruptura de sistema, tan propio del humor.
Bajo su talante de bromista contumaz, el artista participa de las discusiones en boga, ya sea sobre ecología, doble moral, burocracia o corrupción de las buenas costumbres. Cita, carnavaliza, pone en solfa y critica con desenfado postmoderno.
Antes de emplearse a fondo en la pintura y la creación de objetos tridimensionales, Abela fue caricaturista y, luego, grabador. Su primera muestra personal data de 1989, en la Galería Juan David, del cine Yara. En esa ocasión mostró un conjunto de dibujos, y compartió el espacio con el entonces también joven Fabián Muñoz. Ambos artistas tenían reconocidos antecedentes familiares en el giro. Muñoz es hijo del importante diseñador y afichista Eduardo Muñoz Bachs (1937-2001).
A partir de ahí Abela comienza a colaborar con publicaciones humorísticas, hasta que se retira de la práctica diaria de esa disciplina. En una ocasión le pregunté por qué había abandonado el humorismo gráfico, y esta fue su respuesta:
No creo que haya abandonado el humor, sí pienso que fue cambiando la manera de hacerlo. Hubo un momento que ya necesitaba hacer otras cosas. Me pasó con la caricatura, que siempre es muy dependiente del proceso editorial, de la línea o perfil de la publicación, tiene exigencias técnicas, siempre dibujo de pequeño formato, a un solo color; habían temas necesarios, pero que no se podían tocar, o temas muy aburridos que la publicación pedía abordar, y comenzaba a sentirme limitado. Otra cosa que me fue distanciando del humorismo gráfico es que veía que lo más importante para el gremio era participar en salones internacionales y acumular galardones: mientras más premios, más importante eres, y nunca me interesó competir en nada, ni trabajar para recibir reconocimientos.
Más de veinte exposiciones personales después, los humoristas gráficos cubanos siguen contando a Abela entre los suyos. Por eso no es de extrañar que lo invitaran a inaugurar dentro de la 23 Bienal Internacional de Humorismo Gráfico una muestra casi antológica de su trabajo: Venta de garaje, Galería Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
El nombre de la expo Abela lo justifica alegando que apeló a piezas de diferentes épocas, algunas, incluso, en manos de coleccionistas y amigos. Claro que no se trata de obras “sobrantes” de las cuales el artista quiera desprenderse, sino de ejemplos de su trabajo tridimensional, una práctica a la que cada vez le dedica más esfuerzos.
Un dato curioso a destacar sobre lo que se puede apreciar en la Villena hasta finales de junio, es que en el conjunto se nota la práctica duchampiana del readymade u objeto encontrado, que consiste en la reelaboración y resignificación de objetos con una existencia previa, muchas veces utilitarios, que la mano del artista vuelve a dimensionar.
Una cabina telefónica para comunicación directa con el más allá, el sagrado corazón de Martí, aquel “corazón con que vivo”, de sus propios versos, homologado con la conocida estampa católica; los servicios de la medicina alternativa y del buscador por la izquierda, luchador, si los hay, de la jungla cotidiana…
Vuelve Abela a provocar la reflexión y la sonrisa. ¿Sacralizar a Martí? ¿La manera eficaz de paliar el duro día a día es encomendarse “a las alturas”? ¿Juana Kaspersky tiene, en verdad, remedio para todo…?
Este verano Abela arriba a la sexta década de vida. Es de esperar de su parte una muestra retrospectiva que nos ayude a colocar su obra, con pleno derecho, junto a la de otros artistas que han empleado estrategias discursivas similares, englobados en lo que se dio en llamar, bastante imprecisamente, neomedievalismo. Estoy pensando en Ángel Ramírez, Rubén Alpízar, Reinerio Tamayo, Luis Cabrera y Pedro Álvarez.
Por lo pronto, esta Venta de garaje es una ocasión magnífica para entrar en contacto con su poética y recibir los inteligentes guiños que el artista nos hace desde una zona de fragorosa confrontación, sin conceder tregua, con el pensamiento afilado y la mano diestra más diestra que nunca.
Dónde: Galería Villena, UNEAC, 17 y H, El Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana.
Cuándo: De lunes a viernes de 10:00 am a 5:00 pm, hasta finales de junio.
Cuánto: Entrada libre.