Un disco de una diva como Elena Burke sin la artista en la portada y sobriedad absoluta para la carátula de un vinilo de Pacho Alonso compuesto para la pura “gozadera” y el baile: así arriesgaban los diseñadores cubanos que durante tres décadas desafiaron las reglas del márketing musical.
Aunque los carteles de propaganda y cine son el exponente más conocido del diseño gráfico de la Revolución cubana, una exposición reivindica ahora en La Habana la calidad de las portadas discográficas, que entre 1960 y 1990 se convirtieron en un espacio libre de creación en paralelo a la reconocida fecundidad musical de la Isla.
La Casa del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano muestra, desde esta semana, una selección de 54 carátulas de vinilos -48 LP y 6 “joyitas” de 45 rpm- que reclaman un espacio propio que hasta ahora no se les ha reconocido en la historia de la gráfica contemporánea.
Del son al cartón
Allí se exhiben portadas de nombres propios de la música cubana como Burke o Alonso, junto a Omara Portuondo, el “bárbaro del ritmo” Benny Moré, Chucho Valdés, Paquito Rivera, Irakere, la idolatrada orquesta Los Van-Van o el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.
Pero en esta exposición el protagonismo no es de las notas del son, la salsa el bolero o la guaracha, sino del cartón que las envuelve.
El diseño discográfico marchó a la par que el de los carteles políticos, de cine y el de portadas literarias, pero “lo conocemos insuficientemente porque no se ha estudiado lo que merece”, afirma en declaraciones a Efe el diseñador gráfico y curador de la muestra, Pepe Menéndez, reconocido experto en arte gráfico cubano.
“Quizás un elemento que sorprende es la vocación decididamente no comercial con que fue asumido el diseño del disco en Cuba, siendo el objetivo de la carátula convencer al comprador de que adquiera el disco. Porque para eso se hacen las carátulas, es un anuncio de la música que vas a escuchar”, explica.
Por ello, “sorprenden la libertad y la determinación con que (los diseñadores cubanos) deciden negar las reglas establecidas hasta entonces de qué conviene más para vender un disco”.
Y así, un disco de “la Burke” llegó al mercado con una pieza de arte abstracto en la cubierta, y la música festiva del “gozador” Pacho Alonso se comercializó con un diseño “sobre fondo negro, muy hermoso pero sorprendentemente ajeno a lo que uno espera de un disco como ese”.
“Hay muchos ejemplos que son desafíos a la convención y nos permiten ver qué posibilidades hay de zafarse de las normas y crear algo excitante, estimulante, por otro camino”, reflexiona Menéndez, también director de Diseño del icono cultural cubano que es Casa de las Américas.
Tres décadas de diseño
La exposición no tiene más hilo conductor que el de las tres décadas de portadas procedentes de la colección personal de Rafael Valdivia, quien atesora miles de discos cubanos y también colaboró en la elección de las carátulas.
“Las hemos seleccionado desde el punto de vista gráfico de que tengan interés, no tienen un discurso en sí mismo, sino que pretenden ser un muestrario de las maravillas que en diseño de carátulas tiene la historia de la música cubana”, comentó el curador.
Esta disciplina siguió la misma curva evolutiva que la cartelería revolucionaria en el país caribeño: “balbuceos iniciales” en los años 60, un “pico de calidad y de lucimiento” hacia finales de esa década, florecimiento en los 70 y “comienzo del declive hacia las dos décadas posteriores”.
Aunque a Menéndez y Valdivia les cautivaron las maravillas que se publicaron en las primeras dos décadas, trataron de lograr equilibrio y han logrado incluir “piezas hermosas” incluso de los momentos de ocaso del diseño discográfico.
Entre ellas, se destaca una obra de Miguel Cutillas “muy bien resuelta” para un disco de Benny Moré en el que la imagen alegre del artista se multiplica en tiras de fotogramas cinematográficos.
Menéndez también señala al mítico quinteto Los Zafiros, “un grupo bendecido por la calidad de sus diseños”, de los que en la exposición hay dos ejemplos. Uno juega con la fotografía y el otro se apoya en la tipografía “con una frescura y una gracia notables”.
La muestra, que permanecerá abierta hasta enero próximo, está auspiciada por la embajada del Reino Unido en Cuba con motivo de la Semana de la Cultura Británica, y cuenta también con el respaldo de la discográfica EGREM y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).