La obra de Flora Fong transpira la calidez y la buena energía del sitio en que fue concebida. Es uno de los nombres imprescindibles de la plástica nacional de las últimas décadas y una de nuestras artistas con mayor proyección internacional.
Cuenta Flora que no concibe la creación alejada de su estudio, galería y hogar. Afirma que la vegetación de su hogar la inspira y su patio la motiva a crear mientras la empuja una y otra vez el hilo conductor de su obra: la naturaleza.
La pieza que exhibe como parte de la Muestra HB en el Gran Teatro de La Habana en esta Bienal, también demuestra su pasión por lo natural, por su jardín y los elementos que lo componen.
Se trata de Cucú, baja, Cucú, un inmenso y colorido lienzo. Esta obra realizada bajo los conceptos de la caligrafía china antigua, forma parte de una nueva serie que Flora, desarrolla con el título “Imagen, caligrafía y verso”, desde 2018. Apoyar en algo: es el significado del carácter que se puede observar y desde su punto de vista de manera espiritual y profundamente aferrada al amor a la naturaleza concibió la pieza.
Cucú, baja, Cucú es un homenaje a su cotorra de veinticinco años. Esta vive en su patio suelta, libre y solo va a su jaula abierta a alimentarse o dormir, según le convenga. Se apoya en las ramas de los árboles donde hay frutas y flores, en lo alto más cerca del cielo, se siente feliz. Según cuentan, Flora siempre trata de exigirle que baje.
La observación a la naturaleza fue la base fundamental de aquellos caracteres en la antigua china; un discurso que contrapuntea desde el Caribe para el disfrute visual, del color, la línea, las texturas libres y expresivas.
“Sería bueno a los que me siguen, revisar la propuesta de esa exposición colectiva y mirar mi propuesta, realizada con ese carácter de base estructural, conceptual y hasta filosófica, tiene muchas lecturas abiertas a la imaginación que desde luego en la historia de la caligrafía china, el sentido está bien desarrollado, en su camino hasta nuestros días. Desde el Caribe refrescar conceptos tan antiguos me dan la oportunidad de adentrarme desde mis propias raíces; es decir desde mis ancestros, invito pues a reafirmarme como artista siempre inquieta, cubana y universal.” expresó la artista.
El Historiador de la Ciudad Eusebio Leal hace unos años, cuando cedió varios espacios en la Habana Vieja a algunos artistas quería también que ella tuviera el suyo en esa parte de la ciudad. “Cuando vino aquí se convenció de que este era mi lugar, que no necesitaba nada más para desplegar mi creación y que cada cuadro se nutría de estos rincones y de sus positivas vibraciones. Me dijo que la solución era arrancar este sitio y trasladarlo al centro histórico, para así captar su esencia inspiradora. Yo le respondí lo mismo que te cuento a ti, que soy muy hogareña y que me encanta permanecer en mi casa y cuidar de todos sus detalles. De esa manera me fui ampliando y aquí mismo construí varios locales.
A la creadora le fascinan los grandes formatos. Desde sus inicios aprendió a desplazarse con gran destreza en inmensos lienzos, aunque es también posible disfrutar de su impronta en medianos y pequeños cuadros y esculturas. También quienes por acá lleguen podrán encontrar a esta incansable mujer inmersa en su ejercicio pictórico, pues la disciplina y la constancia la caracterizan. Es embriagadora la atmósfera de este sitio, de exuberante vegetación, exóticos aromas e inolvidables sonidos de las aves, los que ha logrado traducir en sus creaciones.
La artista intenta en cada trazo descifrar el secreto de la naturaleza. Flora —haciendo gala a su nombre—, se desdobla y multiplica en flores, hojas y árboles, mientras se desplaza al compás del viento, porque el aire, devenido huracán, emerge entre las múltiples manchas de vivo color y definidas líneas. En sus paisajes se imbrican, en tonos brillantes gracias a la luz que emplea, la magia de los caracteres orientales con inequívocos símbolos caribeños, reverenciando de ese modo a sus ancestros y a su hábitat natural: el Caribe donde respira, se nutre e inspira para su arte. La insularidad y sus símbolos la marcan, pues sus gamas cromáticas son muy cubanas, al igual que sus motivos.
En su obra se percibe la espontaneidad al unísono de la seguridad. Quienes se asomen a sus cuadros y esculturas pueden sentir el aura de sosiego, la humedad, el calor y la fuerza. Del mismo modo el aire, la lluvia y hasta el canto de las aves se hace palpable en la obra donde gracias a diversas iconografías y vigorosas pinceladas. El tiempo parece no transcurrir en este remanso de paz donde Flora se entrega en cada eclosión cromática.
Casi al despedirnos me tropiezo con uno de sus inolvidables girasoles: “No me interesa pintar una flor cualquiera. Estudiando la espiritualidad de la pintura china, vi que el girasol, tan fuerte y con ese interesante movimiento, podía representar lo que quería, desde el punto de vista occidental y oriental”, concluyó quien demuestra como pocas que las manos y la creatividad femeninas dejan una impronta difícil de borrar.