Julio César pinta en su taller personal, en una pequeña provincia, con mecanismos un tanto distintos para el mercadeo del arte. Podría encarnar, perfectamente, las mismas preocupaciones de algunos de sus coterráneos, convertidos en promotores y vendedores de sus poéticas y que sufren los vaivenes del confuso y poco mencionado mercado del arte en La Mayor de Las Antillas.
Él no parece, a simple vista, un maestro consagrado que pinta con técnicas heredadas del Renacimiento. El aspecto juvenil y deportivo, la jovialidad del trato contaminan la imagen de pintor excelso y viejo que rezuma de su nombre y su obra. El apellido resuena a un anciano de ilustre abolengo extranjero, pero Julio Cesar Banasco vive en Pinar del Río, donde nació en 1967.
Su impronta artística fue resumida por el crítico cubano Joaquín Badajoz como “una de las obras más sorprendente y apasionadas de la pintura cubana. (…) ha sido uno de esos jóvenes maestros ocultos, que han logrado sobrevivir las más cruentas batallas cubanas contra los demonios y hacer una obra inspirada, cuasi mística, a la manera de los clásicos, sin dejarse apenas provocar por las estéticas del arte povera, el instalacionísmo, la performance o el mercado”.
Exposiciones personales y colectivas en Portugal, Estados Unidos, España, Bahamas, Bélgica, Venezuela han mostrado obras suyas. Esto no contraría, sin embargo, su obstinación personal ante ciertas claves del mercado. Produce con la convicción de que vender una obra auténtica, seria y muy personal, no es rebajarse. En un área en restauración en el centro de la ciudad cubana conversamos durante varias horas.
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Julio César, hay buenas críticas sobre tu obra…
Mira, para hacer una buena crítica, debes conocer muy bien al artista, para que tengas una idea de por qué pinta así o por
qué hay un cambio en un momento determinado en las temáticas. Por ejemplo, Joaquín Badajoz ha sido uno de los que más se ha acercado a la esencia de mí obra. También Toni Piñera, Abelardo Mena, Eusebio Leal en una ocasión.
Ser artista en una provincia como Pinar del Río es difícil…
Sí. No estuve de acuerdo con que cerraran la escuela de plástica de Pinar del Río, una de las mejores del país, porque los nuevos muchachos no tendrán la oportunidad de tener la misma formación. Esta es una provincia que siempre ha parido pintores y lo sigue haciendo, pero todos estuvieron de acuerdo con esa medida por orientaciones de alguien más. ¡Error! Venga de quien venga, sea quien sea. La academia de San Alejandro es para la gente que vive en La Habana. ¿Dónde está la formación hasta que llegas a ese nivel?
¿Y a la hora de comercializar el arte?
Estamos intentando, aquí en Pinar, concientizar a quienes mandan en ese sentido, sobre la necesidad de una galería comercializadora. Con un espacio como este profesionalizas el arte, pero es la profesionalización de un arte verdadero, en un sitio con Internet, páginas web y al cual invitar al coleccionista, como se hace en La Habana. Allí se llama a pocos artistas de otras provincias y eso es fatal; algunos se confunden, porque es más fácil pintar para vender y no pensar sobre lo que representa un trabajo serio.
¿Tú no pintas para el mercado, para vender?
Hay mercados en los cuales uno siempre encaja. Para algunos es más fácil venderse. ¿Qué a otros les lleva 15 años darse a conocer? !Bueno! A otros les lleva cinco o seis. Eso es según la obra que creas y cómo la promocionas. Aunque el camino sea más largo, no importa si puedes crear verdaderamente la obra que tú quieres. Al final, te vuelves artista, promotor y vendedor. Delegar eso en un representante no funciona con nosotros. Mientras trabajas directamente con galerías fuera de Cuba, te hacen un trabajo serio, muy serio. En Pinar está centralizado todo y hay una ausencia de lo que necesitas para divulgarte.
¿Esa centralización afecta?
Siempre ha afectado. Cuando está centralizado dependes de lo que te puedan dar y no tiene un alcance mayor que el de tu provincia quizás. De esa manera, el que recién empieza, se convierte en promotor y debe correr con sus propios gastos.
¿Por qué solo te dedicas al arte figurativo?
Hice algo abstracto, pero no es lo mío. Experimenté para ver si lo que tenía por dentro era la figuración y fue así. Mi figuración va más a la introspección al interior del ser humano. Lo genial es no prostituirte cuando tienes deseos de hacer algo y tienes que hacer lo otro. En mi mundo creativo me desconecto de la calle, de la vida real y me quedo a veces en calzoncillos, para despojarme de las cosas de afuera. En mi trabajo no debe haber cosas de la política.
¿Entonces tu arte no tiene nada político?
Hay piezas que sí tienen algo porque, en definitiva, tú vives en sociedad. Pero no hago crónica; la crónica que algunos esperan no la tiene o sí la tiene, pero sutilmente. Soy tan revolucionario como cualquiera, pero a mi manera. Cuando tú tomas las cosas siempre desde el principio, con una línea, sin titubeos, no hay problemas. Usted es un creador, no es un político; estés donde estés perteneces a un país, pero no tienes por qué pensar obligatoriamente de una manera.
¿Cómo te clasificas tú?
-Yo sigo por mi línea, ponle banazquiana o como quieras. Que mi obra haya servido en algún momento para ilustrar la portada de un libro eso es otra cosa. He participado en exposiciones en la SINA para niños con cáncer, pero no me importa la parte política. Son cosas que desnudo de lo demás. Si esas personas piensan políticamente de forma distinta no me interesa. Me invitaron después a una cena, pero no tiene sentido asistir a una cena con ellos, ¿de qué vamos a hablar?, de arte sí pudiera ser.
Mi obra siempre ha sido sobre la preocupación por el ser humano, que algunos la relacionan con la mujer es otra cosa, pero siempre he mirado a los procesos históricos, la forma en que se dan, la preocupación de la estética, la filosofía. Tengo influencias del surrealismo. Imagina que hablar de surrealismo en la época de mi tesis era un escándalo, en una sociedad como la nuestra donde todo debía ser tan real; pero debes creer en tu trabajo y defenderlo.
Yo veía las cosas de Magritte y de Salvador Dalí, que es mi padre en pintura. Del Renacimiento estudié a Da Vinci y Miguel Ángel, pero Dalí me enseño a creer en mi trabajo por encima de todo. El mundo del arte avanzaba con ciertas modas, pero yo no las seguí; quizás hice algo en algún momento, pero ese no era mi cosmos, mi mundo. Quedas insertado en la misma época, pero distinto como yo siempre lo he visto y como me ve la gente.
¿Crees que dentro de 20 años va a quedar una obra tuya, que será trascendente?
No tanto como aspirar, pero sí creo que la obra queda. Por eso cuando tomo los pinceles es para pintar y no para buscar dinero. Yo siempre he creído en la musa. Puedo pasar hasta cinco meses sin hacer caso a la galería y los pinceles se echan a perder embarrados de aceite de linaza. Cuando comienzo no me alcanzan las horas, pierdo sueño, empato un día con el otro porque no soporto el día para pintar y por eso lo hago de madrugada. Comienzo con tres, cuatro hasta 10 obras a la vez. Es una cosa loca.
¿Cuándo sabes que terminó una pieza?
La misma madurez, la experiencia te dice cuando debes terminar. Si te quedas antes te vas a dar cuenta. Si cuando alguien se para frente a la pieza se le entrecorta la respiración ya sé que cumplió su cometido. A veces, terminas cansado sin ganas de nada, ni cuerpo queda, terminas con las manos y los pies sucios, desplomado. Cuando no estoy pintando estoy pensando sobre lo que quedó para otra serie. Una pieza se encadena con la otra y es como si estuvieras narrando una historia.
Creí encontrarme con alguien mayor, más viejo…
Sí, por el apellido te da hombre viejo, a obra enclaustrada en un tiempo.
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Julio César sigue pintando en Pinar del Río, aunque su obra recorra medio mundo. Desde su microcosmos, no cede a ciertas tentaciones del mercado ni antes las dificultades que implica la ubicación geográfica para defender una poética personal:
Una vez se consuman los estados post-nacionales, la provincia volverá a ser centro del mundo y el artista antes de tratar de conquistar Roma, París, New York o la Habana, volverá a tratar de poseer un cosmos mínimo, un espacio que termina en las puertas de su atelier; así enfrentando a su propia obra sufrirá las mismas-otras posesiones, la impotencia, el dolor y el gozo de Julio César Banasco, aunque para entonces ya él vaya por el camino de regreso a esa provincia imaginaria, que es el Arte (Joaquín Badajoz).
Hola en hora buena eres un GRANDE sigue tu trabajo se conocera en el tiémpo sobre todo por aquellos y aquellas que saben ver la profundidad de tu obra que saben crear un discurso propio desde tu mensaje muy unico en este universo de grandes donde tu encajas como arbol firme y de profundos matises que denotan tu poesia.gracias por tu trabajo.
MUY, MUY, MUY INTERESANTE. La autenticidad siempre tiene recompensa.