Si usted duda de que en Cuba hay coleccionismo de arte, tiene que conocer a Juan Carlos Romero (La Habana, 1964). O quizá lo conozca, pero no sepa de los tesoros que este fotógrafo de profesión guarda, celoso, en su casa de la otrora barriada industrial de Luyanó.
Por tres ocasiones intentó ingresar en la Academia de San Alejandro (1985, 1986 y 1987), y todas las veces sucedió lo mismo: pasaba holgadamente las pruebas de dibujo, pero, según sus propias palabras, “era derrotado por el color”. Así es que tomó la cámara fotográfica y, desde 2004, se dio a retratar artistas y obras de arte para publicaciones cubanas especializadas, hasta que en 2016 ingresa como plantilla en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde permanece hasta hoy.
Es difícil trabajar en el campo del arte cubano contemporáneo sin acudir al archivo fotográfico de Juan Carlos. También es bueno para dar referencias y propiciar contactos, pues su talante servicial y risueño abre todas las puertas. Prueba al canto son las imponentes colecciones que ha ido conformando, muchas de cuyas piezas provienen de su frecuentación a los artistas, con los que suele forjar una relación que va más allá de lo profesional.
Yo sabía de su “Retablo cubano”, pero tenía informaciones fragmentadas. De modo que nos citamos en mi casa uno de estos días del indeciso invierno de La Habana para hablar de la pasión común. El diálogo, zigzagueante, saltaba de uno a otro tema, de uno a otro artista, de una a otra obra de las que cuelgan en mis paredes. Aun así, logré acorralarlo periodísticamente para mis fines.
Retablo cubano
La colección comenzó a idearse en 1994, cuando documentaba el trabajo de Roberto Fabelo, quien por entonces armaba una suerte de retablo con piezas intercambiables pintadas sobre madera. Romero se dispuso entonces a conformar su propio retablo, pero desde el ángulo del coleccionismo.
Serían las suyas también obras sobre madera, de 15 x 15 centímetros, debidas a todos aquellos artistas cubanos que estuvieran en condición de tributar al proyecto. Al principio, tocaría a pieza por artista, pero algunos de ellos acogieron la idea con tanto calor que entregaron varias obras; incluso, con el paso del tiempo, y visto el vuelo que va tomando el retablo, hay quien ha pedido sustituir su contribución original por otra “de mayor vuelo” y más reciente factura.
Pienso que a esta altura debe haber quedado claro, pero igual lo recalco: los 532 cuadros reunidos hasta el momento, debidos a 520 artistas —de dentro y fuera de la isla—, fueron confeccionados expresamente para la colección de Juan Carlos.
Le pregunto por qué nunca se ha exhibido el Retablo… Me dice que ha tenido propuestas para mostrarlo fuera de Cuba; pero que por aquí, su ámbito cultural propio, debe empezar a “caminar” la colección. Para 2024 puede que se concrete algo con la Fábrica de Arte Cubano (FAC); también de Estados Unidos y España han manifestado interés.
Juan Carlos piensa que el Retablo… tendrá una larga itinerancia, y con paciencia se prepara para ello. Quiero saber cuándo dará por cerrada la colección. Sonríe y me responde con otra pregunta: “¿Tiene fin el arte cubano? Ahí va creciendo, sumando a consagrados que se me hayan ‘escapado’ y emergentes, mostrando la riqueza plural de una manifestación que nos expresa en nuestra singularidad y con nuestras profundas contradicciones. Esta nota para OnCuba —concluye— es el kilómetro cero de un recorrido que comienza ahora”.
Martí, billetes, tiburones
Aunque como coleccionista Juan Carlos se acepta eclético, hay otras tres líneas temáticas que lo mueven: José Martí, los escualos y el papel moneda —no solamente de Cuba— intervenido. Con el tema de Martí hay, hasta ahora, 50 obras; 20 son las que tienen como centro a los tiburones, y cuenta con 197 billetes intervenidos.
La colección de billetes comenzó con papel moneda cubano de antes de 1959, pero luego se extendió hasta nuestros días e, incluso, incluye piezas de otros países iluminados por artistas de esos lugares, que ven con simpatía el fervor de coleccionista del cubano.
Quiero saber cuáles serían las joyas, en sentido amplio, de su patrimonio. Me dice que hay muy buenos cuadros que no se sujetan a ninguna de las temáticas de las que venimos hablando, pero la niña de sus ojos es el Retablo… Se niega a citar autores, porque, de hacerlo, debería incluir la nómina completa, sin discriminaciones ni olvidos.
Igual le pregunto por pilares de nuestro arte para saber si están representados: Sosabravo, Mendive, Fabelo, Nelson Domínguez, Zaida del Río, Forst, Pedro Pablo Oliva, los premios nacionales de Artes Plásticas… A todo me dice que sí, pero no abunda en detalles.
“¿Irás a la inauguración del Retablo cubano en La Habana, cuando esto se concrete?”, me pregunta. Le digo que claro, que intentaría escribir sobre el acontecimiento y que modestamente me ofrezco para hacer las palabras del catálogo. Me tiende la mano, y con sonrisa de jodedor criollo, me espeta: “Entonces tendrás todos los detalles”.