El fotógrafo David Garten llegó, de la mano de Irakere, a la música cubana. La mítica banda de jazz fue lo primero que escuchó a finales de los años 70, cuando estudiaba en la Universidad de Nueva York. A partir de ese momento, la música cubana se convirtió en una de sus pasiones.
Garten comenzó a viajar a la Isla en 1994, desde entonces ha acumulado un valioso registro gráfico. Algunas de esas imágenes se han publicado en The New York Times, JazzTimes y OnCuba, y en libros de ballet y danza contemporánea.
Fotos suyas han sido portadas de discos de Chucho Valdés (director de Irakere), Los Van y Síntesis. Trabaja en Nueva York para Arturo O’Farrill y su Orquesta de Jazz Afro-Latino, y para este músico cubano-americano ha ilustrado dos portadas de discos, ganadores de tres premios Grammy.
La muestra Ritmo bajo la piel, once retratos de músicos cubanos tocando en vivo, provoca la sensación de casi poder escucharlos.
¿Por qué te apasiona la música cubana?
Hay que empezar por el ritmo, o la clave, que creo pertenece a la tabla periódica de los elementos, o por el guaguancó, o los tambores batá, o “los engranajes” de la timba, que me hacen sentir muy vivo.
Segundo: creo que la síntesis musical de África y España es un híbrido muy potente, que nos conecta con nuestras raíces universales. Y tercero: me encanta la omnipresencia de la música en la vida cubana cotidiana, es el testimonio de una cultura muy sana.
Cada vez que viajas a Cuba, ¿qué te llevas contigo?
Más que todo traigo inspiración. Mis tiempos en Cuba me han dado un idioma, una cultura, y gente que no tenía antes. Encuentro que es el antídoto para contrarrestar muchos de los problemas de la sociedad norteamericana. Si aporto algo, quizás es crear un vínculo entre la gente de Cuba y la gente de mi país. Al hacer exposiciones e impartir conferencias sobre Cuba en los EE.UU. intento trasmitir una información objetiva acerca nuestros vecinos con quienes nos falta tanto contacto.