Aquí gobierna la sorpresa. Marvel dilata las pupilas y no faltan quienes se apropian de sus códigos de seducción para seducir ellos mismos.
Y si no, que se lo digan a un par de sospechosos o convictos de tal operación: Edel Rodríguez (Mola) y Pedro Luis Cuéllar (Pelli) protagonistas de Super, una exposición en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV), de La Plaza Vieja, que empalma diseño gráfico, por una parte, y esculturas en pequeño formato obtenidas de detritus de la industria y limpiezas de amas de casa.
Super encuentra sus raíces en esa mitología del capitalismo estadounidense, surgida a fines de los años treinta del siglo XX con las editoriales Marvel y DC, a falta de una tradición épica propia, que fue interrumpida en Cuba con la llegada de la Revolución.
El nuevo poder percibió a tales personajes como íconos de la cultura de consumo y de masas y artefactos ideológicos del individualismo e intervencionismo de Washington en América Latina, tal como fue denunciado por los teóricos de la dependencia y los semiólogos de los mass media.
Pelli
“Mis influencias vienen más de las películas que de los comics. Los vengadores, los héroes de Marvel, DC, Batman”. Cuéllar, Cárdenas 1994, nació bajo el influjo de una década arrolladora para Hollywood, cuya industria absorbió a paletadas la mitología salida de las editoriales de comics para devolverla a la gran pantalla, embebiendo a millones, como hasta el presente.
Las piezas de Cuéllar, ahora vistas en el CDAV, son resultado de un proceso de relajación de su autor, graduado de artes plásticas de la academia de Matanzas. Sobrevenían a sus manos después de ocuparse de esculturas conceptuales, a las cuales entregaba un agotador atrevimiento mental, y que ya fueron vistas hace un par de años en su primera exposición personal, Los renegados, en la galería Galiano, de La Habana.
“Tomo una pieza que simula algo y de ahí le doy vida creando un personaje”. Salida de la chatarra, la colección de Cuéllar se reparte entre superhéroes o villanos inspirados por su consumo fílmico –el Wally, Darth Vader– como en los suyos propios, además de otras morfologías que van desde lo goyesco a lo candoroso, como ese par de cuates, cuyos sombrerones provienen de los rodillos de máquinas de escribir.
También Cuéllar se ocupa de héroes carnales. Su Martí, con un machete en vertical y centelleante, empuñado sobre su pecho, es simbólicamente admirable y plásticamente irreprochable.
“Como me gustan mucho es una forma de tenerlos para mí como juguetes. En otros países serían juguetes, pero como aquí no existen, entonces me los hago”, cuenta el escultor, cuyos antebrazos exhiben huellas de la labor de forja: chamusquinas de las soldaduras, algún que otro martillazo.
“Todo es muy caliente y te desgastas mucho en el proceso. Otras veces me coge el arco de la soldadura y se me ponen rojos los ojos y por la noche me empiezan a doler. Nunca salgo ileso”.
Pelli, que es su nombre artístico, sueña con crear una gran escultura ambiental metálica y donarla a la ciudad –no especifica cuál– e intenta reivindicar con Super la valía artística de sus pequeñas criaturas, que iluminadas cenitalmente logran ser espectrales sobre la blancura de la pared que sirve de pantalla.
“Me he dado cuenta de que siempre está la pintura primero, nunca a la par con la escultura, y lo que quiero es que la gente pueda apreciar que la escultura puede ser tan buena o mejor que la pintura”, defiende, mostrando unos bocetos de sus piezas, a tinta y acrílico sobre cartulina, que descubren a un meticuloso dibujante.
“En Cárdenas no he hecho muchas exposiciones, porque mientras más te alejas de La Habana todo empieza a decaer, y no es por los artistas, que en todas partes hay, sino son las instituciones que respaldan a los artistas. No hay muchos recursos”, lamenta Cuéllar, venciendo una timidez que cobija al adolescente que hasta hace no mucho fue.
Mola
En una pared Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes. En la otra, Batman, La mujer maravilla, Superman, el Capitán América, Iron Man y Thor, además del millonario justiciero Oliver Queen, un superhéroe alternativo, todos salidos de la panoplia imaginativa de Marvel y DC Comics. En ambos casos, el autor trabaja la estética de la historieta: líneas musculosas y violentas, movimiento explosivo, multiacción escénica y tonos contrastantes. Unos frente a otros, ¿dialogan?
Edel Rodríguez, el responsable de tal contraposición, entrega una coartada: “Hasta ahora, no hemos generado ningún superhéroe, aunque sí personajes referenciales en la historieta como Elpidio Valdés. Pero tenemos una historia rica en superhéroes de verdad, con historias duras a las que se les puede sacar partido. Creo que se pueden hacer cosas geniales con estos personajes y sacarlos un poco de esa condición de intocables, lo cual es una manera de convocar a los jóvenes para que se acerquen a la historia”.
Hace años hubiera sido acusado de diversionista ideológico el autor de este sacrilegio gráfico. Hoy se asume como una visión desprejuiciada y retadora en aras de la comunicación visual contemporánea. ¿Puro bla bla bla? Puede ser, pero, de hecho, los tiempos han cambiado, las miradas también y los argumentos que las sustentan, ni qué decir.
“Me parece un poquito atrevido, pero sin llegar al irrespeto con estos personajes históricos a los cuales admiro, pero no tengo ningún problema en manipularlos en función de códigos universales”, dice Rodríguez Molano, Mola para sus amigos y seguidores, que aplaudieron con furor su distinción como mejor cartelista del año en 2014.
Salido de las aulas del Instituto Superior de Diseño Industrial, en la especialidad de Diseñador de Comunicación Visual, Rodríguez Molano, habanero nacido en 1982, es un creador full time. En sus tiempos de espera, ya sea por una reunión o un transporte, saca sus libretas y empieza “a bocetar o hago caricaturas de superhéroes”.
Compulsivo en la producción de carteles serigráficos, sus obras han sido expuestas en Cuba, Francia, Alemania, Argentina, España, Estados Unidos y Suiza, entre otros países, en tanto su trabajo ha captado la atención de varias publicaciones, entre ellas Arte Cubano, revista Étapes (Francia), Cuba: The New Generation (Alemania) y el libro Cuba Gráfica. Histoire de l’affiche cubaine (Francia).
En esta ocasión, Mola ha querido que el espectador sepa de un esmerado work in progress en el caso de las ilustraciones de la muerte de Maceo y el levantamiento en armas de Céspedes. “Estánproyectos de cubierta y cubiertas ya terminadas, como si fuera el arte final”.
El ilustrador despreció el camino más fácil. “Todo es a plumilla… perfectamente hubiera tomado cubiertas originales de la Marvel o la DC y las hubiera digitalizado, pero quise que el proceso tuviera que ver un poco con la historia de estos personajes y que me costara trabajo a mí”, cuenta Mola, quien asumió la labor de varios, desde la persona que “hace los lápices”, donde crea la composición y la acción, pasando por el responsable de las tintas y finalmente el encargado de los colores y los efectos. “Quería que se viera la crudeza del proceso y el arte final”, calza el artista.
“Esto tiene un título Hacer un héroe cuesta, tanto para el héroe como para mí, que soy el creador”, remata. Y entregando contraseñas a los conocedores del género, Mola coloca algunas pistas que son referencias directas de maestros del comic a nivel mundial –Frank Miller, Mike Mignola, Moebius o Sergio Toppi. “Son gente de las que disfruto y consumo y desde mi estética también intenté apropiarme un poco de las de ellos, aunque siempre lo voy a poner de lo mío”. Incluso hace guiños a uno de los villanos de La liga de la injusticia, con un imponente Valeriano Weyler, el capitán general de España en Cuba, precursor, a fines del XIX, de los campos nazis de concentración, que en la isla mató de hambre y enfermedades a miles de campesinos con tal de aislar y diezmar las bases del Ejército Libertador.
¿Dónde estaría tu raya roja, tu límite, para no terminar banalizando a un héroe de carne y hueso?
No me pongo líneas rojas. Yo no me censuro, espero que me censuren, pero tampoco me propongo ser censurado, porque me parece estúpido trabajar para eso. Lo que quiero es que mi trabajo sea inquietante, que no sea ordinario, ni banal.
El tratamiento de la muerte de Maceo es cuando menos visualmente emocionante y te zarandea no más entrar en la sala…
Mi condición de diseñador gráfico me ha servido no como zona de confort, sino como una plataforma para buscar otra, porque a mí lo que no me gusta es aburrirme. Entonces esta ilustración tiene mucho de cinematográfica y también de información. Por ejemplo, cada uno de los balazos que se ven en la gráfica se corresponden con los que padeció el Titán de Bronce. Claro, recreados con una rimbombancia que es propia del género. Además el tratamiento del color es muy importante. Están el color de la piel del héroe, los tonos de su musculatura, que es una gama cromática que no repite lo que ya hice en plumilla, sino que tiene un valor agregado para crear un ambiente real desde una irrealidad.
¿Esta estética marveliana no te pone fuera de la creatividad, no te hace demasiado mimético, de modo que apropiarse de algo que otros hacen, denuncia la ausencia de propuestas propias?
No. Yo no tengo complejos. Me parece que es bueno lo que hacen. El lenguaje no lo crearon ellos, pero lo explotaron bien y lo han potenciado a niveles brutales. ¡Esto es un quita y pon hasta que llegue la policía!
Excelente!!! La expo y el artículo.