A pesar de su juventud, Yaniel Rodríguez Benítez ha logrado alzarse con voz propia dentro de la orfebrería cubana contemporánea. Sus trenzados en metal lo han dotado de un estilo único. En la composición de sus piezas se evidencia un marcado interés por destacar lo formal resaltando la volumetría, las texturas y la geometría de sus joyas. Su búsqueda estética pretende siempre un juego con formas del minimalismo escultórico, que origina prendas de elaborado diseño e insuperable manufactura.
Entre pinzas, sopletes y lijas transcurre la vida en su taller. Trata de llevar al metal a su expresión más plástica, más allá de la joyería. “Mi primera pieza fue una escultura que obtuvo mención en la primera Feria Internacional de Artesanía (FIART). Aprendí más escultura que joyería. La joyería te somete a un soporte específico debido a su parte funcional, por lo que limita la creación, aunque contantemente estoy innovando tanto en el diseño como en la estructura de la propia joya. Mezclando técnicas con el tiempo uno va dominando el metal. Ahora estoy trabajando con esmaltes sobre metal. Me encanta usar piedras pero ellas nunca se llevan el rol preponderante de la pieza, siempre se subordinan al diseño. Para mi existe la joyería comercial que tiene el diseño en función de la piedra, la orfebrería se debe más al dominio de las técnicas del metal, el fundido, el laminado y todo el proceso creativo de las joyas”, expresó a OnCuba.
Yaniel quería ser arqueólogo pero decidió antes de disfrutar los hallazgos crear él mismo las piezas para que las futuras generaciones las encontraran y apreciaran. Estudió danza contemporánea antes de decidirse por esta manifestación. Creció en un medio propicio para desarrollar la creatividad y el amor por el arte. Es nieto del Premio Nacional de Artes Plásticas Adigio Benítez y desde pequeño estuvo estrechamente relacionado con ese universo.
Se graduó del Técnico Medio de Artesanía Pablo de la Torriente Brau donde comenzó a recibir los conocimientos del maestro Joel del Río. Aunque en la escuela estudió metales, no orfebrería, fue una etapa en que bebió de diversas fuentes y desarrolló su creatividad. Se autodefine como un obrero, le apasiona crear, hacer con sus propias manos.
“En el tecnológico de artesanía aprendí diversas técnicas y manifestaciones de la artesanía y una de ellas era el trabajo con fibras vegetales como la malangueta entre otras. Ya había comenzado a aprender con mi maestro Raúl Valladares y estaba en la casa experimentando con metales y quería hacerle un homenaje a mi abuelo. En una de sus obras figura un cocodrilo en una silla de mimbre que de cierta forma quise reproducir. De ahí surge el trenzado que empleo, de la solución que logré con el metal en esa composición. Después de mucho buscar en mis viajes e indagar, me regalaron un libro sobre el trenzado en metal. Allí encontré una señora que vive en Dinamarca que utiliza la misma técnica aunque con un estilo diferente”, comentó.
Gracias a este estilo que desarrolla ha sido invitado a diversos encuentros de plateros internacionales y convocado a impartir clases y conferencias.
“Me encanta la labor pedagógica. La primera experiencia fue en 2007 en una escuela en República Dominicana a la que fui invitado a compartir mis conocimientos por la UNESCO. Aunque fue bastante difícil porque había pedido alumnos que al menos tuvieran nociones de orfebrería y me tocó enseñarles de cero el oficio a más de cuarenta personas, fue muy interesante y disfrutable. Me fue complicado, transformé el taller y comencé desde la base. Me resultó muy reconfortante porque cada persona tiene una visión y un gusto determinado y una manera diversa de expresarse y de la diversidad surgen grandes cosas. He estado como asesor de jurados de talleres y salones en Perú, Venezuela. En Cuba aún no lo he realizado pero me encantaría. Estos talleres son muy reconfortantes para mí porque a modo de retroalimentación siempre aprendo algo de mis alumnos. Me siento en deuda, me gusta transmitir mis conocimientos porque tuve muy buenos maestros como Raúl Valladares. A través de mi madre conozco a este gran artista al que estaré eternamente agradecido por todo lo que me enseñó y por su apoyo. El tratamiento que este gran orfebre me dio no era el de profesor a su alumno sino de amigo o de hermano. Me enseñó todo lo que pudo transmitirme, jamás me escondió ningún secreto y me transmitió sus experiencias”, concluyó el orfebre.