Casi a los 90 años, con la voz intacta, la cantante estadounidense Barbara Dane volvió al mismo escenario donde debutó en Cuba hace medio siglo. La leyenda del jazz, el blues y el folk, disertó con el tono contemporáneo de su último disco, Throw It Away, el primero de su producción en década y media.
Acompañada por músicos cubanos y norteamericanos (Ruy López-Nussa en la percusión, Ruth Davies en el contrabajo, y Tammy M. Hall al piano), Dane compartió la escena junto a Pablo Menéndez, su hijo, y Osamu, su nieto. La velada revivió el primer encuentro de la cantante con el público cubano, en una época en que las 90 millas que separan la Isla de Key West se habían alargado tanto que parecía imposible recorrerlas.
En 1966, la artista desembarcó, solitaria, en La Habana onírica de la época. O casi solitaria: la acompañaban la guitarra y una cámara fotográfica.
El tenso ambiente entre los dos países había impedido por siete años que algún cantante norteamericano pisara tierra cubana. En el olvido quedaban las noches de Nat King Cole y Frank Sinatra en Tropicana, el Tivolí o el Hotel Nacional. Pero Dane quebró barreras, y junto a las de Carlos Puebla, Víctor Jara y Violeta Parra, se oyó su voz en el Primer Encuentro de la Canción Protesta de 1967.
De no haber cometido la osadía, hubiese puesto a sus pies el circuito de la música comercial en Estados Unidos. Al decir de una edición de Time de aquel entonces, Dane poseía una voz “pura, rica, rara como un diamante de 20 quilates”. Así pensaba también Lee Hildebrand, crítico de jazz, al calificarla como “la mejor intérprete viva del blues clásico de los años 20”.
A pesar de los obstáculos impuestos a la difusión de su obra, Barbara recibió el reconocimiento de algunos contemporáneos –como Bob Dylan y Pete Seeger– que la consideraron un ícono viviente. Dylan, recientemente galardonado con el Premio Nobel de Literatura, expresó en una carta abierta a la influyente revista musical Broadside, en 1964:
I mean people like Tom Paxton, Barbara Dane,
and Johnny Herald… they are the heroes if
such a word has to be used here
they are the ones that lose materialistically
we need more kind a people like that
people that can´t go against their conscience
no matter what they might gain
¿Cuál fue el precio de seguir su conciencia?, le preguntamos a Barbara Dane al terminar el concierto.
“Tuve problemas con mi carrera en el plano comercial. Me eliminaron de varias giras importantes debido a mis posiciones políticas contra del racismo, las guerras, y la relación con Cuba. Sin embargo, seguí cantando a favor de la paz y la justicia en todo el mundo”, nos dijo.
“A ella la quisieron silenciar, pero no pudieron”, afirma Pablo Menéndez, también músico y director del grupo Mezcla, “por eso no es tan reconocida en Estados Unidos como debiera ser. Hay muchos artistas que se inspiraron en su forma, pero la auténtica, la de verdad, es ella”.
¿La perjudicó venir a Cuba en aquel momento?
No lo veo así. Muchas de las invitaciones que me hicieron a otros países, y que me permitieron crecer como artista, fue gracias a la participación en aquel encuentro fundacional de la Canción Protesta en 1967.
La voz del hijo
Pablo Menéndez, quien vive en Cuba hace décadas y dirige el grupo Mezcla, fundó una familia en la Isla junto a la fallecida actriz Adria Santana. Llegó por primera vez para acompañar a su madre. Le gustó y se quedó.
“Ella es una optimista sin remedio. No intentes que deje de serlo. Desde que llegó a este país en 1966, sola, con su guitarra. Entonces muchos cantantes americanos querían venir, pero no se atrevían por miedo. A ella no le importó, y siguió durante años viajando de esa forma ‘guerrillera’. Esa rebeldía forma parte de su carácter desde muy joven”.
“En 1947, con apenas 20 años, viajó al Primer Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Praga. La experiencia le cambió la vida, le hizo ver el mundo de otra manera. Ahí conoció jóvenes de todas partes, que defendían sus culturas, sus ideas. Eso la motivó a mirar más en su historia personal, en la historia de los suyos”.
Barbara procede de una familia de blancos sureños, de Arkansas, que se mudaron en la década de 1920 a una ciudad industrializada como Detroit. “Ese grupo solía renegar de sus raíces, pero mi madre buscó en ellas la espiritualidad que expresó a través de la música, con géneros como el blues, el jazz y el folk. Ella sentía la necesidad de sentirse como era”.
Pablo asegura que su rebeldía la llevó a lugares como Cuba y Europa Oriental, pero también a zonas de conflicto como Vietnam. “Durante la guerra, estuvo en pueblos liberados del Sur, incluso bajo bombardeos de los Estados Unidos. Aun así, sobrevivió y persistió a pesar de tantas adversidades, por eso resulta increíble que haya vuelto aquí, al mismo escenario que la vio hace cincuenta años”, comenta.
“La última vez que mi madre cantó en Cuba fue en 1999. Ahora, gracias a que al menos se han restablecido las relaciones diplomáticas, pudo viajar con los músicos de su último disco y ofrecer otro concierto aquí, casi a sus 90 años. Para mí fue un honor poder acompañarla otra vez sobre el escenario”.
“Ella ha influido mucho en mi carrera. Es un modelo para mí. Desde que nací, me guié por sus consejos, por sus pautas, pero todavía me sigue ‘apretando’ con los conciertos que hace, que son una sorpresa. Esta presentación ha sido una novedad, ha hecho cosas como si fuera una artista joven, de vanguardia”.
“Soy privilegiada de cantar con mi familia”
“Estar en el escenario junto a mi hijo y mi nieto, ser tres generaciones de músicos que nos queremos tanto, es algo que muy pocos pueden lograr y tener el privilegio y la dicha de vivir”, dice Barbara Dane.
“Esto es gracias a la relación que tengo con Cuba… Que Pablo se quedara después del viaje de 1967 y formara una familia, me ha dado una conexión muy profunda con este país, que va más allá de la mera visita. Hay lazos sanguíneos, fraternales que me unen a esta Isla. Siento que Cuba es mi hogar espiritual”.
Además de los nexos personales, la cantante se ha relacionado con este país durante las décadas más hostiles entre ambas naciones. En su viaje de 1966, Barbara recorrió diferentes provincias, se presentó en poblados de difícil acceso, en escuelas y en numerosas fábricas y centros laborales. Al año siguiente, 1967, participó en el Primer Encuentro de la Canción Protesta, junto a Alfredo Zitarrosa, Peggy Seeger y Daniel Viglietti.
En 1997, a treinta años de aquel suceso, la artista se presentó nuevamente en Casa de las Américas. Lo hizo por primera vez junto a su hijo y su nieto, quien entonces era un adolescente. Dos años después, en 1999, participó en un multitudinario concierto junto a Silvio Rodríguez, Carlos Varela, Sara González, Luis Eduardo Aute y Ángel e Isabel Parra.
La compañía musical
Para su último concierto en La Habana, Barbara Dane se acompañó de músicos estadounidenses que participaron en la grabación del disco Throw It Away. Por primera vez en Cuba, Ruth Davies y Tammy M. Hall expresaron su alegría por presentarse.
“En Estados Unidos había tocado junto a Bárbara, en el Jazz Center de Santa Cruz, California, y en otros lugares; pero aquí la experiencia ha sido mágica. Ella es una artista muy generosa, transmite profundas emociones con su música, y eso el público pudo percibirlo. Ella tiene mucho poder, en el mejor sentido de la palabra, y abre su corazón a la gente”, comentó la pianista Hall.
Ruth Davies, quien toca el contrabajo, afirmó que “ver cómo la música une a dos naciones como Cuba y Estados Unidos me hace sentir muy bien. Esto no parece real. Que ella haya regresado al mismo escenario de hace tantos años es muy importante, y me agrada formar parte de eso, de vivir algo histórico. Sentí esa sensación en el auditorio, cómo el público le daba su amor”.
La japonesa Yuko Foumato, quien formó parte del coro junto a la cubana Yori Gómez, se estrenó en un escenario junto Barbara Dane. “Nunca había cantado con ella, y es un gran honor para mí haberlo hecho. Sentí cómo todo fluyó, fue un ambiente muy natural y agradable. Me encantó la interacción con el público y estar junto a la intérprete de blues más grande del mundo”, expresó la artista.
¿Por qué cantar todavía?
Barbara Dane es uno de los últimos vestigios de una generación de soñadores. Sus contemporáneos protagonizaron la Revolución Sexual de los años 60, la lucha por los Derechos Civiles y contra la guerra de Vietnam, la fusión de la música electrónica y la tradicional, el impulso de novedosas culturas populares al margen del poder, los movimientos estudiantiles y juveniles que estremecieron el mundo con sus protestas. De esa amalgama de vivencias compone su lírica: sus canciones son testigos de la época. Pero una vez que esta ha quedado atrás, ¿por qué pervive la obra?
“No ha habido realmente muchos cambios, lo que pasa es que ahora la Canción Protesta sale de las minorías, de los trabajadores marginales, y encuentran un referente en la música que antes hicimos nosotros. Las comunidades negras en los Estados Unidos tienen una protesta muy viva dentro del hip-hop y el rap. Y esto se aprecia muy bien dentro de la comunidad asiática, chicana, entre los estudiantes americanos, incluso dentro de los blancos pobres”, responde Barbara.
Sin embargo, no puede decirse que esta música tenga la misma fuerza ni la misma presencia de antaño…
Lo que pasó es que en aquella época hubo un boom de la música folklórica en los Estados Unidos, y las empresas discográficas la comercializaron. Eso coincidió con el surgimiento del movimiento de la Nueva Canción o la Canción Protesta. Así llegaron a conocerse figuras como Bob Dylan, Sandra Kerr, y otros más. Pero la presencia sigue: hoy día no existe la comercialización de la Canción Protesta, pero la Canción Protesta existe.
¿La música de temática social es exclusiva de las minorías, de los marginados?
No lo creo. Las formas han cambiado, ahora son otros géneros y otros artistas. Hay cantantes famosos que hacen protesta en lo que venden, pero no lo dicen explícitamente. Hay que leer entre líneas para comprender el mensaje…
A pesar de los obstáculos, la canción ha ayudado a acercar nuestros países, a tejer un puente. ¿Coincide con ese criterio?
Por supuesto. Por eso canto todavía.