Por estos días han visto a Jack varias veces sumergido en una selva roja con conejos blancos. Está armado. Su fisonomía no ha cambiado mucho desde la última vez que se supo de él. Aún conserva sus fibras musculosas bien definidas, su apariencia andrógina. Nadie sabe que trae entre manos esta vez.
Solo aquellas personas que asistan a la capitalina Galería Habana (Línea, #460, e/ E y F, Vedado) durante el mes de agosto y hasta el 7 de septiembre, podrán descifrar en qué pasos anda. La artista cubana Rocío García lo ha retomado en su más reciente exposición junto a otros personajes y símbolos más o menos presentes en su obra pictórica.
La autora de la serie Geishas (1996) y El thriller (2007), entre otras, inauguró recientemente El regreso de Jack, el castigador, una muestra donde todos, tanto el hombre como la mujer, están figurados desde la satisfacción del goce sexual por ver aflorar el dolor, el asedio o el sometimiento (no se sabe a ciencia cierta quién es la víctima).
Más allá de las semejanzas iconográficas entre las figuras, se devela la unidad entre las obras como una posible serialización de su legado pictórico. En El regreso…, mientras asume lo femenino como una condición que casi no se desliga de la morfología y la intención de las geishas, lo masculino queda atrapado en las concepciones del varón representado en El domador y otros cuentos (2002) y se hace extensivo a otros protagónicos como el policía. Y es que los personajes de Rocío mutan de un estado a otro en cada propuesta enunciada desde la subjetividad femenina.
En la muestra, la autora nos presenta a un nuevo personaje: el conejo, una especie asociada a la sexualidad desde los tiempos de la antigüedad y reconocido por el zodiaco chino como símbolo de fertilidad. En la expo, el nuevo inquilino, reconocido en algunas culturas como signo de suerte y éxito, se cuela a saltos largos y rápidos en ámbitos privados como el tocador y el dormitorio, claves que ha empleado Rocío para conformar la escenografía intimista tan presente en su obra. El animal de color blanco (tal vez sea el más asediado) es utilizado como referente en la asociación de planos cinematográficos propuestos por la autora desde sus piezas para validar la esencia narrativa.
Cuando vieron a Jack acechando tras una hendija o ventana la intimidad, en ocasiones lésbica, de una odalisca reducida a la complacencia del estatismo de su figura, cual modelo regodeada en su belleza consigo misma, pocos advirtieron el por qué de su regreso. Tanto el conejo y el domador, como la alusión a la cultura asiática, entre otros símbolos empleados por la autora en otras ocasiones, fueron razones suficientes para percatarse de que Rocío había regresado con sus historias.