La búsqueda de la libertad siempre ha latido desde abajo, imponiéndose hacia una zona trascedente de la historia de la música. Ya sabemos que libertad ha sido un concepto tan manipulado como descontextualizado, y no pocas veces ha perdido en el camino parte de sus significados más vitales.
Pero el ansia de conquistarla ha sido un objetivo fundamental de muchas contiendas, como lo han exhibido las minorías sexuales frente a la opresión, la marginación o la discriminación de todo signo. No ha tenido esa lucha una sonoridad acética o gris. Más bien ha tenido detrás una banda sonora delirante, que ha dado consistencia y fervor a los cantos del arcoiris.
De acuerdo con sus propias experiencias personales, cada quien le ha otorgado una interpretación a las canciones que les han acompañado a lo largo de ese trayecto.
No ha sido fácil, pero al final, desde la intimidad o desde las marchas con las banderas multicolores en alto, han logrado unirse en canciones que han devenido himnos de una causa que no es solo de homosexuales, lesbianas o intersexuales. Esta cancionística es también de quienes saben que, aunque un tema no puede curarnos del todo, sí ejerce su influencia curativa sobre la historia y el espíritu de las generaciones que atraviesa.
El movimiento LGBTIQ en todo el mundo celebra en junio el Día del Orgullo Gay, y este redactor les propone cinco temas empapados de luz, de madrugada y de resistencia, que seguramente volverán a sonar como los himnos que son, en cualquier rincón del planeta.
La lista quizá debería empezar con “I Will Survive”, de Gloria Gaynor, pero creo que, por la propia historia de Freddy Mercury y de Queen, es mejor romper esa “regla” para entregarles las llaves del universo a uno los vocalistas más grandes que ha parido el rock and roll.
Ya Freddy había declarado abiertamente su homosexualidad cuando publicó en 1984 el video del tema “I Want to Break Free”. El clip rompió todos los récords de audiencia y provocó que más de uno se llevara de golpe las manos a la cabeza. Cuatro hombres de pelos en el pecho, vestidos como mujeres, era un primer impacto. Después que aquellas mujeres hicieran labores domésticas, Freddy pedía libertad a todo pulmón.
El tema, por razones obvias, fue tomado como un emblema por el movimiento LGBT de la época, constituyendo un disparo a la sien de los sectores más conservadores de la sociedad, la cual ya venía transformándose por la imparable influencia del movimiento hippie, del punk, del glam y otras vertientes de la contracultura, que con el tiempo fueron pasando a los entretelones de los discursos del mainstream.
A Queen le agradecemos un rosario de himnos que hoy integran la banda sonora de la historia de la música y de la nuestra. Le agradecemos además, la osadía de Freddy por dinamitar los cánones y abrir la puerta para que otros también se miraran al espejo y optaran por el camino de la liberación.
La otra puerta se abre para Gloria Gaynor. La cantante tuvo un buen debut con “Never can say goodbye”. Con su primer disco parecía que podía alcanzar rápidamente el “boleto al paraíso”. La suerte, sin embargo, se le fue escurriendo entre las manos con sus producciones posteriores. Hasta un día. Los productores Perren y Ferakis habían sido despedidos del famoso sello Motown y comienzan en Polydor. Le ofrecen a la Gaynor, que se recuperaba de un accidente en pleno escenario y de la muerte de su madre, la posibilidad de realzar su carrera con la publicación de algún tema que se ajustara a sus coordenadas vocales.
Perren y Ferakis habían compuesto “I Will Survive”, pero el alto mando de la disquera no confió a la primera en el tema. A Estudio 54, sin embargo, no se le escapó el olor del éxito y comenzó a radiarlo en el corazón de Nueva York hasta que se convirtió en un emblema en las fiestas de las minorías latinas, las comunidades afroamericanas y el movimiento LGBTI.
La canción terminó por ser asumida como un canto de libertad. La estela de su éxito se alargó hasta alcanzar un premio Grammy en 1980 y situarse en el peldaño más alto en la inauguración del esplendor de la música disco.
Un año antes, en un noche newyorkina, la madrugada se convertía en el mejor estimulante para la bohemia; para las criaturas del underground que salían en grupos de las arterias del metro; para las prostitutas, cuyos escotes eran una invitación en las esquinas; para los travestis; para las drag queens. Precisamente a estas últimas Diana Ross cantó en su himno “I’m Coming Out”, compuesto por Nile Rodgers. Desde la letra, Diana insta a salirse de la tupida telaraña de los tormentos para ser uno mismo y escapar de ese dios moribundo de las convenciones sociales. Y para mayor fortaleza, trata el tema con el desenfado y la alegría que le corresponde a la verdadera naturaleza de la libertad. ¿O no?
Ya sé que andan preguntando cuando Madonna va a asomar el rostro en esta incompleta lista. Bien, aquí está su majestad con su canción Vogue. ¿La recuerdan, no? De lo contrario, vuelvan a escucharla y luego sigan leyendo sobre esta hermosa criatura que, como nadie, ha sabido muy bien ir de un lado a otro del abanico sexual, o al menos aparentar esa delirante travesía, que a sus 61 años ha dejado, al parecer, aparcada.
Para muchos Vogue es el himno perfecto de la diversidad sexual. Con Madonna no se trata de cuál sea tu género, sino de que asumas lo que te identifique y disfrutes los placeres de la vida hasta el desenfreno. En nuestro idioma también se han escrito canciones himnos para la comunidad LGBTI. No estoy muy seguro que hoy se escuche con la misma intensidad de sus inicios, pero “A quién le importa” se convirtió, en la voz de la cantante española Alaska, en otra de las canciones tomadas como referencia por las minorías sexuales. Al menos para una parte de ellas.
La canción, compuesta por Carlos Berlandga, ha sido interpretariada repetidamente en todas las marchas y desfiles del orgullo gay, sobre todo aquellos que se han realizado en España y América Latina. Con una envoltura pop por excelencia, el tema es un canto contra la intolerancia y a favor de la reafirmación personal. En 2017 fue lanzado como tema oficial del WorldPride en Madrid y tres años después seguro volverá a sonar con los ribetes de un himno, ya sea en la soledad de una habitación o en una pequeña marcha, sobre todo ahora que algunos países están suavizando las medidas del confinamiento. En cualquier caso, estas cinco canciones podrán volver a escucharse como un recordatorio y una celebración del significado más amplio de la libertad del arcoíris.