En la 68 edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, Berlinale, se estrena la película Cuban Food Stories de Asori Soto: un un viaje culinario a través de Cuba hasta los lugares más remotos de la Isla para rescatar los sabores más auténticos de la cocina local.
Los sabores “son recuerdos que nunca tuve”, afirma el director en una entrevista con Efe previa al estreno del filme, cuyo rodaje fue consecuencia, en cierta de manera, de una “deuda” que tenía con su propio país.
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Pasó su primera infancia en Nueva York, donde sus padres trabajaban en la embajada, y en 1991 regresó a “una Cuba totalmente distinta” tras la caída del campo socialista y la llegada del conocido como “periodo especial”.
“Salté de comer la comida de una embajada a comer pan con aceite y sal, y agua con azúcar”, señala, y recuerda que “la pasión por cocinar se perdió” al faltar los ingredientes necesarios, por lo que la comida se convirtió en “pura gasolina”.
Al cabo de los años se fue a vivir a Los Ángeles, donde empezó a conocer “los placeres reales de la comida” y su capacidad de trasladar al que la prueba a cualquier país del mundo, explica.
Fue así como nació su deseo de hacer películas sobre comida, para lo cual, pensó, debía empezar con sus orígenes.
“La ausencia de comida es una historia de comida” también, afirma el director, quien dice que decidió ir a filmar a Cuba para “crear” estos recuerdos culinarios con los que crece todo el mundo y de los que él carece.
Durante la investigación previa y después también en el rodaje descubrió cosas “maravillosas”, como por ejemplo que en los lugares más recónditos, en pleno periodo especial, quizás no había ni comida, ni ropa, ni jabón, pero sí un río en el que pescar camarones todos los días, que los lugareños se comían con coco, como habían hecho toda la vida.
En este sentido, en el campo, donde siempre había un pollo o un cerdo que matar, y en los lugares más remotos, el período especial –crisis económica en la última década del siglo XX– “no les cambió la situación culinaria”, mientras que el impacto de la escasez tras la caída del bloque comunista fue mucho mayor en la ciudad, señala.”
“Nuestra comida es buena, es la que tenemos, es valiosa, tenemos que rescatarla y tenemos que crecerla de alguna manera. Si no lo hacemos, vamos a perder una cosa única que tenemos nosotros”, señala, convencido de la necesidad de difundir esta idea.
Otra cosa positiva que descubrieron durante el rodaje fue la idea de la comida como “lenguaje de diplomacia” y como “mensaje de tolerancia” para los cubanos dentro y fuera de la isla, explica.
En un país dividido, receloso, con gente que se va y no se habla con la que se ha quedado, dice, la comida resultó ser “un lenguaje positivo, de sabores, de pasión por la cultura cubana”, más allá de las convicciones de cada uno.
Según Soto, el filme es “una película sobre comida”, pero ha buscado también historias personales “para ir creando una narrativa” que aborda los diferentes tópicos de la cultura y la sociedad cubanas y que permite al espectador realizar un viaje “por lo muy distinta que es Cuba y hacia dónde puede ir”.
En este sentido, señaló que Cuba está cambiando, aunque no tan rápido como debería.
Cada vez hay un poco más de gente que tiene algo más de acceso a los restaurantes nuevos que están saliendo o a comprar algo más de comida, pero sigue siendo un “porcentaje extremadamente mínimo de la población”, reconoce.
Así, a escala muy pequeña todavía, hay restaurantes que están tratando de rescatar la herencia cubana y crear incluso “una nueva culinaria cubana”, indica.
Cuban Food Stories, que se proyecta dentro de la sección “Cine Culinario” se engloba en un proyecto mayor que consiste en filmar distintos viajes culinarios por diferentes países de la mano de cineastas locales; los próximos ocho incluyen países tan diversos como Kenia Japón, España, Portugal y Perú.
EFE / OnCuba