Brays Efe (Las Palmas de Gran Canaria, 1988) debe ser imbatible en el juego de adivinar las películas. Eso pensé cuando conversamos y constaté su profundo amor por el cine, reflejo de su formación, sensibilidad y talento, ejercitado incluso más allá del séptimo arte.
“Estuve en Cuba”, compartió el artista en sus redes sociales. Recordaba así su presencia en La Habana a principios de junio, como parte de la Muestra de Cine Español que cada año trae a las salas de proyección de la capital parte de las mejores producciones de España en el último año.
En esta ocasión el evento despegó con una propuesta más diversa: obras premiadas y películas con un recorrido más modesto, cortometrajes, animados, series mainstream y documentales. Todas de una diversidad temática abarcadora, reflejo de la mirada plural que propone el cine español más reciente.
Entre esas obras estaba El fantástico caso del Golem (2023), protagonizada por el propio Brays. La ficción, dirigida por Nando Martínez y Juan González —ambos conocidos como los Burnin’ Percebes— se sumerge en el absurdo, con una estética que a ratos recuerda el estilo de Wes Anderson.
Juan, el personaje que interpreta Brays, descubre que su mejor amigo en realidad es un golem —“figura humana hecha normalmente de barro o arcilla a la que se insufla vida para que cumpla las órdenes de su creador”, lo define la Real Academia Española (RAE)—, tras precipitarse, borracho, desde una azotea y romperse en pedazos. A partir de ahí se desarrolla una trama rocambolesca: el protagonista viaja en busca de respuestas mientras caen pianos del cielo.
Pero más allá de hacer pasar un buen rato, El fantástico caso del Golem es un pretexto para repasar la trayectoria profesional de Brays Efe.
Todo comenzó en la Universidad Complutense de Madrid, de donde es egresado de Comunicación Audiovisual. En ese momento no pensaba que se dedicaría a la actuación y mucho menos que tendría una presencia tan destacada en el teatro, la televisión y el cine. Dirigir, escribir guiones y operar cámaras era todo lo que pensaba para sí. Pero su debut como actor estaba a la vuelta de la esquina. Empezó con el micro teatro, hasta que llegó su primer trabajo en cine en Cómo sobrevivir a una despedida (2015), de Manuela Burló, y más tarde Paquita Salas (2016), bajo la dirección de Javier Calvo y Javier Ambrossi, “Los Javis”.
Con la serie de Los Javis, que duró tres temporadas, llegó el éxito. Con la primera temporada —disponible en la plataforma Flooxer—, Paquita Salas catapultó a sus creadores y a su protagonista; con las otras dos, en Netflix, el fenómeno se extendió más allá de las fronteras españolas.
Como Paquita, Brays Efe dio vida a una mujer dedicada a la representación de artistas y el descubrimiento de talentos. En la serie, la protagonista debe sortear los obstáculos propios de la dura existencia junto a su grupo de amigas. Los ecos de esa propuesta llegaron a Cuba por vías del Paquete Semanal y otros medios alternativos de difusión.
“Seguro la película que vengo a presentar ya la vieron por el Paquete, pero siempre vale la pena ir al cine”, bromeó Brays durante la conferencia de prensa de la Muestra de Cine Español en La Habana, que aconteció en Artehotel, regentado por el fotógrafo español Héctor Garrido y la actriz cubana Laura de la Uz.
Allí, Brays Efe conversó con OnCuba sobre su trayectoria y El fantástico caso del Golem, una obra “en la que la lógica no es lo más importante”, según el propio Brays, quien además advierte que la película “rompe totalmente con cualquier representación naturalista y eso te acerca a mundos como el de Wes Anderson; es una de las referencias de los directores. Es una película surrealista, absurda y ahí está la clave por la que resulta interesante verla”.
Brays conoció a los Burnin’ Percebes cuando fue jurado de un festival en el que los dos directores obtuvieron premio con La reina de los lagartos (2019). Conversaron en aquella oportunidad y, tiempo después, le hicieron llegar un dossier al actor con la propuesta del protagónico en El fantástico caso del Golem.
“Me encantó su estética y sabía por dónde venía la cosa, porque la película de ‘La reina…’ va de un alienígena que está en la Tierra y se enamora de una madre soltera; es como un E.T., pero más extraño. Sentí curiosidad por cómo íbamos a lograr todo lo que decía en el guión: la propuesta visual, las escenas con retroproyecciones, los forillos, grabar con 16mm. Ellos quisieron reivindicar todos esos trucos del cine que convierten el proceso en algo maravilloso”.
¿Qué te atrapó de tu personaje, ese niño mimado que enfrenta la realidad desde cierta ingenuidad?
La idea de tener un golem no era tan rebuscada. Todos tenemos en nuestra mano algo que nos aísla un poco de la realidad y a la vez nos conecta con ella. Dentro de toda esa locura yo sentía que era una película sobre cómo enfrentar la pérdida.
Algo que me hizo conectar mucho con Juan, mi personaje, fue pensar en esos momentos de la vida en los que tienes que ponerte de verdad a hacer algo. El personaje tiene de repente que gestionar un montón de cosas que le vienen encima. No quiere hacerlo. Esa sensación de confusión, de que todo deja de tener sentido a tu alrededor y tienes que ocuparte, pero en realidad lo que quieres es que te dejen tranquilo, me pareció muy humana.
Has contado en varias ocasiones que ser actor no estaba en tus planes de vida. ¿Cómo se produce el inicio de ese viaje?
Siempre me ha interesado un montón el cine, pero no pensaba que fuera a dedicarme a esto, quizá porque no veía muchos actores como yo en las pantallas, no sé, pero la verdad todo fue surgiendo de manera muy natural.
Al principio me interesaba escribir, dirigir, incluso estuve en muchos rodajes como ayudante de cámara. Me habría gustado estudiar cine en una academia especializada.
De repente, en un rodaje en el que trabajaba como ayudante de cámara, necesitaban que alguien estuviera detrás, en la escena, y dijera una frase. Ese tipo de cosas me fue enamorando de la actuación. Luego hice teatro y de ahí surgió la primera oportunidad en el cine, con Cómo sobrevivir a una despedida (2015), de Manuela Burló. Esa fue la primera vez que tuve contacto con ese mundo. Me gustaba cada vez más.
¿En qué momento coincides con Los Javis?
La obra de microteatro que te comentaba la escribí con ellos. Los conocí cuando todavía no eran pareja, o sea, hace más de diez años. Éramos amigos, los conocía de Madrid y poco a poco fuimos fraguando una amistad que dio origen a Paquita Salas.
Ellos tenían muchas ganas de hacer cosas, de crear. Nos conocimos en un momento de boom del microteatro en España; había gente joven que quería espacios en los que hacer cosas, pero como los grandes teatros no te daban el lugar, tenías que buscar sitios más pequeños en los que entrar con tu obra.
Los Javis han logrado un reconocimiento notable desde Paquita Salas con el largometraje La llamada (2017) y series como Veneno (2020) y La mesías (2023) ¿Cómo has visto la evolución de estos creadores?
Los admiro un montón y siento un profundo respeto por lo que hacen. Son personas muy creativas, trabajadoras y la pasión que ponen en sus obras es clave para el éxito.
Ellos quieren contar algo de verdad y para lograrlo hacen el proyecto, te transmiten lo que quieren y te hacen formar parte. Eso es lo que ha ido enganchando cada vez más a la gente, a todos los niveles; también al público. Son piezas muy bien escritas, dirigidas y que hablan de temas muy importantes, pero a la vez nunca pierden el humor ni el contacto con lo divertido de la cultura popular.
La mesías (2023), por ejemplo, fue la primera serie creada por ellos que ví sin haber participado del proceso de producción. Me tocó de una manera muy particular porque habla del trauma y de cómo lo enfrenta cada uno, de cosas muy necesarias de las que la sociedad no habla lo suficiente.
¿Qué representó para ti Paquita Salas?
Ha sido un proyecto muy importante en mi vida, un personaje que me ha dado mucho. La primera temporada que rodamos —filmamos en seis días— no sabía si se iba a ver, quién la vería, nada.Pero cuando terminó aquel rodaje, antes de que existiera un capítulo empaquetado, yo ya tenía una sensación muy plena de lo que habíamos hecho. Me sentía orgulloso del trabajo y muy feliz: para mí ya estaba.
Todo lo que vino después ha sido muy impactante. Siento de verdad que Paquita Salas forma parte de la cultura popular española; todas las semanas entro a una red social y veo un meme de Paquita; la gente que me sigue parando en la calle y le sigue gustando. Eso es hermoso.
¿Te imaginas a Paquita Salas creando una sucursal de su empresa PS Management en Cuba?
Hombre… Paquita en Cuba se lo pasaría increíble, lo que pasa es que estaría sudando todo el día (sonríe), que es lo que me pasa a mí también. No es que no le guste el calor, pero le resultaría algo incómodo.
¿Y cómo se siente Brays Efe sobre las tablas?
Lo último que hice fue un monólogo que se llamaba Las cosas extraordinarias (2019); lo interpreté 108 veces y fue una experiencia increíble. Después de eso no he vuelto a hacer nada de teatro, quizá porque no sé si vaya a darse otra experiencia que me llene tanto como aquello.
Era un monólogo bastante intenso. El teatro tiene algo que me gusta mucho y, por supuesto, la interacción con el público. Quizá por eso también me gusta ser presentador y participar en programas televisivos, porque siento que hay algo en esas dinámicas con el público en vivo y tener que reaccionar a ello que me gusta. Se aprende un montón.
Es tu primera vez en Cuba, como parte de esta muestra de cine español tan apreciado por los cubanos. ¿Qué opinión tienes del cine de tu país actualmente?
Creo que venimos de vivir unos años bastante diversos del cine español en el que la participación de las mujeres está siendo fundamental.
Los últimos seis o cinco Goyas a dirección novel, de años recientes, han sido para directoras y hay otras obras notables como Alcarrás (Oso de oro de Berlín, 2022), el éxito también de Sofía Otero, la niña de 20 mil especies de abejas (Oso de plata en Berlín, 2023). Obras que han pasado por Cannes como Creatura (2023), de Elena Martín, o Elena López Riera con sus cortometrajes. Son éxitos para estar orgullosos.
Siento que el cine español está en un momento interesante y a la vez es como estos carros cubanos que funcionan a pesar del tiempo. Los hitos son grandes excepciones y pienso que es momento de creernos el buen momento y promoverlo, apoyarlo más.
¿Qué representa el cine para ti?
Es una de las cosas más importantes en mi vida. Yo me paso los días viendo películas. El cine me ha salvado la vida mil veces y es mi pasión real.
Tengo una lista de mil películas para ver desde los 18 años. Me quedan como 200 por ver en este momento. Es una lista muy diversa, aunque a veces intento ver obras fuera de ella y, por supuesto, lo nuevo que va saliendo. Las últimas que he visto son las comedias de los Estudios Ealing, la productora británica de la posguerra, tienen comedias sociales espectaculares.
También en España se ha editado un fanzine muy interesante que se llama “Gangster maricas” y hace una revisión de los grandes clásicos del cine negro, para hablar de los personajes queer code, es decir, en una época en la que los personajes no podían ser queer abiertamente, qué personajes sí lo son en esas películas y cuáles son los símbolos que lo indican. Hay grandes películas, desde Al rojo vivo (1949), de Raoul Walsh, o El halcón maltés (1941), de John Huston, Atraco perfecto (1956), de Stanley Kubrick, en las que hay personajes queer. Me ha gustado mucho verlas desde esa óptica.
Sobre mí dentro de este mundo, como artista siempre me enfoco en lo que está en mi mano. Trato de hacer lo mejor posible los proyectos que me ofrecen, intento elegir, si puedo, cosas que sean interesantes y que el público disfrute. De eso se trata el cine.