Desde que El Mégano (1955) irrumpiera en la escena cinematográfica cubana, la contradicción entre los increíbles paisajes naturales y la difícil vida de los habitantes de la Ciénaga de Zapata, se presentan como un descubrimiento que no parece tener fin. Cenagueros, que no campesinos, los lugareños del más grande humedal del Caribe vuelven a ser los protagonistas en el mediometraje documental Hombres de Cocodrilo. Bajo la dirección del realizador Liván A. Magdaleno Cruzata, la ciénaga y sus habitantes exponen sus demonios en este material, que se encuentra optando por participar en la próxima edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y resultó el ganador de la beca de creación, El reino de este mundo, de la Asociación Hermanos Saíz.
Sobre su llegada a Cocodrilo y a sus hombres, Liván conversó con OnCuba.
¿Cómo fue la investigación para el documental?
Este documental partió de la idea original de Francisco Delgado. A mí siempre me había motivado filmar en alguna zona aislada del país, donde pudiera encontrar historias interesantes, pues en algunos festivales encontramos historias citadinas y son temáticas que a veces se repiten, y el público puede estar un poco cansado de ellas.
La idea tiene su precedente en una investigación antropológica de Adrián Álvarez Chávez, que sirvió como la fuente primaria para saber qué era lo que realmente estaba ocurriendo en el poblado de Cocodrilo y a partir de ese momento se desarrolló una primera etapa para saber cómo eran las personas del lugar, conocer el ambiente, la flora, la fauna.
En un primer fin de semana fuimos a compartir con los lugareños, conocerlos a ver cuáles eran sus carencias y ver qué era lo que realmente estaba ocurriendo y compararlo con la investigación del especialista.
Esto me sirvió para decidir que documental yo quería hacer. Decidí utilizar las entrevistas, o la modalidad interactiva, porque a través de este género periodístico tendría un recurso más veraz para que varios actantes contaran sus propias historias, puesto que hay temas que por imagen no se pueden contar. Después de esto decidimos seguir una dramaturgia brechtiana a través de capítulos narrando varios hechos que van a estera segmentados por espacios temáticos.
En mi opinión, la relación entre documentalistas y protagonistas se revierte en este documental, y los entrevistados se apropian muy bien del mismo ¿cómo lo sentiste tú?
Indiscutiblemente esto pasa, pero era la idea, que estos personajes tuvieran voz, es decir ese silencio que los ha acompañado durante años debía ser roto de algún modo con nuestro trabajo. Es una comunidad que se supone logre un desarrollo por el Plan Turquino Manatí, pero que no lo ha alcanzado; así que si, esa fue una de las cosas que tratamos de focalizar: personajes que pudieran plantear sus propias vicisitudes.
Nosotros compartimos mucho tiempo con ellos incluso sus recursos y los nuestros, pues no queríamos llegar sin saber cuáles eran las bases de sus problemas y filmar directamente, convivimos incluso en sus casas, así que esto sin duda alguna aportó a que ellos estuvieran cómodos y sintieran el documental.
Ellos no son campesinos en el sentido estricto de la palabra, porque no viven de la tierra, no la producen, ya sea porque no está entre sus tradiciones o porque la tierra del lugar no reúne esas condiciones, ellos son cenagueros, y esto no se debe perder de vista a la hora de crear un plan para su desarrollo como comunidad, y muchas veces no se tiene en cuenta. Nosotros tratamos de mostrarlo en el documental.
El tema género está presente en Hombres….. ¿Surge cuando llegan allá, o era uno de los objetivos del proyecto?
El tema género estaba cuando desarrollamos el proyecto documental, era uno de los objetivos principales. Nuestras intenciones eran encontrar al menos una mujer que nos diera su testimonio. Porque el machismo se ve en la zonas rurales del país como una tradición. La idea era tomar este tópico de manera que apareciera como arista en todos los personajes y que la propia mujer pudiera contar su problemática en la historia. Ahí aparece la doble función: el trabajo fuera de la casa y las tareas domésticas.
La banda sonora del documental utiliza recursos originales ¿cómo fue su creación?
La banda sonora está trabajada de una manera más directa, porque desde el momento de filmación ya sabía lo que quería. Me apropié de algunos efectos del lugar, sonidos muy limpios donde no encontramos ningún elemento de ciudad. Yo quería romper un tanto con el mito de utilizar la guajira, para mostrar el campo cubano. Quería utilizar sonido extradiégetico para poder construir un lenguaje de sensaciones que pudiera mostrarme parte de lo que está ocurriendo como cadena de sucesos.
Estuve tiempo en buscando un intérprete de un birimbao (instrumento brasileño, que se utiliza para practicar capoeira) pues su sonido daba una mezcla de emociones fuertes ligada a los instintos de supervivencia que aparecen en el documental. Es una mezcla de sonido ambiente e instrumentos musicales básicamente.
¿Por qué homenajear a El Mégano?
No era la intención tomar El Mégano como pretexto y hacer una obra cuestionadora. Tomamos El Mégano porque era el primer documental que se hizo sobre este lugar, pero también estéticamente se le rinde homenaje al cine documental de la década del 60 y 70, como es el caso de la obra de Sara Gómez, de Bernabé Hernández.
El Mégano es un elemento referencial pero Hombres de Cocodrilo está contado de una manera diferente, desde el siglo XXI, aunque si llega a un mismo fin: después de tantos años este lugar se mantiene igual.
¿Qué deja Hombres de Cocodrilo para Liván?
Realmente es el documental que más tiempo me llevó hasta ahora. Nos tomó casi un año. En cuanto a la estética contiene una estructura mejor hilvanada a nivel episódico. En cada trabajo que he hecho trato de contar historias de diferentes maneras. Desde el mismo comienzo del trabajo nos identificamos con las problemáticas de sus personajes y esperamos que esa cercanía llegue también hasta los receptores.
Por: Mayté Madruga Hernández
Fotos: Cortesía de la periodista