Dany y la Casita del Lobo: cine independiente en Cuba

Durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, el diciembre pasado, entrevisté a Víctor Alfonso Cedeño, aunque no había visto su Dany y el club de los berracos ni otro trabajo de animación suyo. Ahí en el Hotel Nacional, un poco incómodos los dos por la forma en que se dio la oportunidad, intercambiamos parte de las palabras que aparecen a continuación. Si bien en aquel momento cedí a realizar la entrevista sin haberme preparado porque se trataba de un compromiso contraído meses atrás, me aseguré de no publicar los momentos que se alejaban del estricto dato de actualidad hasta que no llegaran a mi memoria flash Dany…, Incontrolable, Invertebrados, algunos de sus materiales más comentados.

Desafortunadamente no encontré sitio en La Habana —y lo digo con la conciencia de haberme asignado la tarea— que reuniera lo mejorcito que está produciendo la nueva ola de realizadores cubanos, y mucho menos si se trata de animación. Así que esperé, y esperé, a que se diera el cotidiano milagro de encontrar lo que buscaba en la computadora de un amigo. Retando las posibilidades de que uno se tropiece con alguien de otra provincia (Cedeño vive en Cienfuegos) varias veces en el año, intercambiamos palabra en algunos eventos de animación; él, quizás sin conocer que parte de nuestra conversación de diciembre vivía escondida en la grabadora; y yo, sin olvidar ese compromiso.

En Holguín, tuve la suerte de dar con el popularísimo Dany y el club de los berracos, del que todo el mundo me hablaba (porque ha recorrido el país de flash en flash) pero que nadie tenía. Vi también Incontrolable e Invertebrados. Y aunque ahora en realidad se impone un estudio más profundo de su obra, puedo afirmar sin temor que se halla entre los títulos de animación más interesantes que están saliendo del horno cubano. Juan Padrón puede vivir tranquilo su retiro fecundo, porque hacia La Casita del Lobo (así se llama la productora que se inventaron en Cienfuegos) se mudó su herencia.

Los materiales de Víctor Alfonso Cedeño destacan no solo por la excelente apropiación del argot juvenil cubano de ahora mismo, sino por la caracterización de los personajes, extraídos de los nuevos arquetipos (no los de los 80 por ejemplo) que conforman la idiosincrasia del adolescente actual. En un momento en que los animados del ICAIC no logran esas voces de antaño que Frank González o Irela Bravo daban a sus personajes, podemos —sí— elogiar la dirección de actores en Dany y el club de los berracos, que oscila apropiadamente entre el realismo, con el personaje de Dany y los roles femeninos, y la caricatura con los amigos del protagonista, Chino y Mauricio. Destaca y mucho, el trabajo con la banda sonora, desde la grabación hasta la edición musical que realizó Dj Marcel, tan responsable de la oreja en estas cintas como lo es Cedeño de los ojos.

Eres arquitecto. ¿Qué te motivó a dedicarte al cine de animación?

Estudié Arquitectura, pero siempre me gustó mucho la historieta. He estado dibujando desde que soy un niño, haciendo historietas, haciendo mis cuentos. Se publicaban allá en Cienfuegos, donde yo vivo. Entonces, me decidí a saltar hacia la animación. La arquitectura me ayudó a saber cómo programar, cómo organizar el trabajo, a comprender qué elementos necesito para producirlo. Me di cuenta de que el tipo de obra que yo quería la podía hacer una sola persona, y ahí me tiré.

¿Una sola persona!

Sí.

Los Estudios de Animación del ICAIC se pasan generalmente meses, a veces años para producir un material. ¿Cómo logras tú hacerlo solo?

Paso mucho trabajo. Tengo que optimizar la producción. Echo un cálculo de las personas con las que cuento para realizar mi obra y… bueno, si cuento con tres, entonces, no puedo complejizar el producto visualmente. Presto atención al tiempo que va a durar el corto. Estudio obras, extranjeras fundamentalmente, que sigan una línea similar, aunque cuenten con un equipo grande. Lo que pasa es que ese equipo hace 50 capítulos de 20 minutos en poco tiempo, y yo me paso cinco meses para sacar un Dany y el club de los berracos.

¿Sigues como aficionado o te genera una entrada de dinero que te permita dedicarte a esto exclusivamente?

Eso es lo que quisiera. Ahora se aprobó un presupuesto para Dany y el club de los berracos. Pero no es todo. Tengo dinero para hacer la serie, pero hay que ver cómo distribuirla después de modo que ese producto genere ganancias. O sea, cuando tú inviertes, eso es lo que buscas, ¿no?: hacerte costeable. Pero aquí se realiza todo por amor al arte y necesitarías además la infraestructura del ICAIC para hacerlo. En mi caso, por ejemplo, sería imposible que además de dedicarme a hacer el trabajo de diez y realizar mi corto, tuviera que ocuparme luego de su distribución. Necesito otras personas, y es imprescindible encontrar dinero con qué pagarles, por supuesto. Ahora es que estamos aprendiendo cómo es que funciona una empresa.

En Dany y el club de los berracos demuestras tener dominio del lenguaje popular cubano, y del lenguaje del adolescente de ahora mismo. ¿En qué te inspiras para escribir las historias?

Todo es muy estratégico. Planeo cada capítulo y tiene que ser así porque uno da continuidad al otro. No es algo que realizo de manera acalorada, sino con frialdad, sobriamente. Respecto al lenguaje, trato de que pase igual que en South Park, que la gente le gusta por lo que dicen, por el guión, aunque los muñecos sean feos. Entonces, quería que mis personajes se oyeran como los cubanos están hablando ahora mismo. Así no importa la técnica que uses. Pixar está haciendo Brave cuando lo que hacemos en 3D en Cuba son bolitas y palitos. Pero como usamos el lenguaje popular, todo el mundo va a querer ir a verlo. Por ahí viene la honda del lenguaje que empleo en Dany y el club de los berracos. Con todos esos planes de rescate de valores y todos los amaneramientos de los Estudios de Animación del ICAIC se está perdiendo eso, no parecen cubanos. En cierta medida es una estrategia para buscar mercado fuera del país, en vista de que aquí no hay. Pero nuestro público entonces no está disfrutando del producto como antes en el caso de Elpidio Valdés. Ni siquiera el Rui la Pestex de los animados es el de las historietas. Existe como un freno, se cuida la forma en que se habla para que se comprenda en Colombia y en Venezuela. A mí no me interesa que me comprendan allá, si no me entienden, les pongo subtítulos en español.

Si tuvieras que mencionar los retos que enfrenta la animación cubana en estos momentos, ¿cuáles serían? ¿Qué caminos debería estar recorriendo y cuáles debería descartar?

Primero le hace falta una escuela, una academia de animación. Segundo, y no es solo en Cuba sino también en la mayor parte de Latinoamérica, tener claro que los animados no son solo para los niños. En los festivales, siento que la animación se mantiene como excluida, no se le da la misma importancia que a otras formas audiovisuales. A pesar de que aquí se consume animación de Francia, Japón, Canadá, no creo que en Cuba y América Latina se esté realizando a ese nivel. En los festivales me he encontrado con buenas obras, que imitan lo que se produce en el primer mundo; pero la gran mayoría son para niños. ¿Por qué? si existe un mercado para adultos que sí consumen animación. Los jóvenes más bien consumimos animación, vemos series. Los japoneses, por ejemplo, producen para los niños, para los jóvenes y para los adultos, y tienen un espacio que genera ganancias. Tenemos que ver cómo lo hacen ellos, porque tienen mercado.

https://www.youtube.com/watch?v=uvtibahYeAw

Salir de la versión móvil