En el año 2012, todo parecía posible para un grupo de realizadores independientes cubanos. El viejo sueño del cineasta Humberto Solás de convertir en un set cinematográfico la ciudad de Gibara, en Holguín, cobraba vida a través del proyecto Gibaras.
Poco antes de la celebración del décimo Festival de cine pobre de Gibara, Lester Hamlet, el nuevo director del festival, decidió materializar esa idea de Solás y para ello convocó a un grupo de realizadores a presentar propuestas de guiones de ficción y rodar esas historias durante el evento, realizado entre el 17 y el 22 de abril de 2012. Ese año, la vida del productor Reymel Delgado sufrió un vuelco total cuando, de la noche a la mañana, se convirtió en el director de producción del llamado proyecto Gibaras.
“Llego a Gibaras porque me llama Arturo Santana -realizador de uno de los cortometrajes- para que produjera su historia. En principio eran once cortometrajes de ficción. Luego se convirtieron en 14. Ya conocía a Lester Hamlet, aunque nunca habíamos trabajado juntos. Entré a su oficina con el guion del corto de Santana. A la hora me había convertido en el productor general de todos los cortos”.
¿Cuáles son los retos que tuviste que enfrentar para rodar los cortos en medio del Festival de Gibara?
Se filmaron 14 cortos en seis días, algo que desde el punto de vista productivo se considera imposible. Teníamos tres equipos de filmación trabajando simultáneamente. Solo contábamos con los servicios que el Festival nos podía ofrecer en cuanto a transportación, alojamiento y alimentación.
El poco equipamiento disponible lo aportaron algunos realizadores y la productora independiente El Central. Solo teníamos un kit de luces, dos kits de sonido y tres equipos de cámara, para tres equipos de rodaje.
Rodábamos de manera continua, las 24 horas del día, sin parar. Se pasaban las luces de un equipo a otro porque los recursos no alcanzaban. Tuve que hacer el foco en un corto, las luces en otro. La producción se realizó bajo esos presupuestos. Fue un trabajo muy agotador pero al final logramos.
Como casi no teníamos presupuesto, tuve que ir a prefilmar dos días antes de que llegara todo el mundo: buscar las locaciones, los permisos de guarda fronteras, buques, la autorización de las casas que nos iban a apoyar para tener organizado cada set de filmación, y cuando llegaran los productores explicarles lo que debían hacer.
El resultado final de esta experiencia sería el largometraje Gibaras, ¿qué sucedió con el proyecto?
Cuando finalizamos el rodaje regresamos a La Habana pensando en que el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) nos iba a dar el apoyo financiero y de infraestructura para terminar el largometraje algo que, en la práctica, no sucedió. Los motivos los desconocemos. Todos sabemos que los fondos para la realización de los audiovisuales están llegando, generalmente, del exterior, a manera de co-producciones.
Entonces los 14 cortometrajes se fueron terminando, con el esfuerzo de los propios realizadores, las aportaciones económicas de ellos, las mías y de otras personas. Al final, el largometraje no se pudo conformar. A mí me hubiera encantado verlo hecho realidad porque se hizo con mucho deseo y significó un gran esfuerzo para muchos realizadores.
También se generó una polémica en cuanto a si podían competir en el Festival de Gibara o en otros eventos…
Que no puedan competir en Gibara es comprensible porque el jurado no puede evaluar un material producido por el propio festival. No obstante, se hizo la premier en la última edición del evento. Se presentaron en el Multicine Infanta de La Habana, como una compilación de cortos producidos por la Oficina del Cine Pobre.
Ahora estamos intentando aplicar algunos de los cortos al Comité de Selección del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. En una primera entrevista se nos dijo que como habían participado en el Festival de Gibara no podían estar en el de La Habana porque ya habían concursado en un evento internacional. Le explicamos al Comité de Selección que no aparecemos en el Catálogo de participantes del Festival de Cine Pobre y nos autorizaron a aplicar como mínimo cuatro cortos de manera independiente. Eso no significa que los acepten.
¿Qué aprendizaje te dejó trabajar en el rodaje de Gibaras?
El Festival de Gibara tuvo el atrevimiento de auto filmarse y de contar historias que versaran sobre el evento que, además, fueron rodadas durante la celebración del mismo. Fue un atrevimiento bueno porque de él podía salir un material sui-géneris, con un nivel de realización elevado aún cuando su presupuesto fuera bajo. Esta experiencia nos resultó útil a todos, como punto de partida para insertarnos en el mundo de la realización de cortometrajes de ficción.
Sabemos que a raíz de la reestructuración económica que se vive en Cuba hoy se han producido recortes en los presupuestos para la realización de muchos eventos culturales. Ojalá que el Festival de Cine Pobre de Gibara no desaparezca por el significado que tiene para ese pueblo. Es el hecho más trascendente de la cultura gibareña.
En estos momentos Reymel se encuentra inmerso en varios proyectos de largometrajes. El más inmediato es Eating the Sun, un thriller psicológico dirigido por Alfredo Ureta donde se desempeñará como productor general. Los otros futuros filmes son Hemingway Suit, A Todo Color y Surfing to Baracoa.