Lo ha hecho casi todo en el mundo del entretenimiento. Estudió Filología Inglesa, pero su amor por la actuación, el teatro y el humor pudo más. Eva ha asumido todos los retos que le han propuesto en sus más de dos décadas de carrera artística. Como figura reconocida del stand up comedy español, fue la primera mujer en ese país que asumió la conducción de un late night televisivo —Noche Hache—, tras el éxito que supuso su etapa en El Club de la Comedia. Fiera de teatro como es, hasta tuvo su propio grupo musical —Vintache—, ha sido jurado de programas mainstream como Got Talent y ahora presenta su primera película como directora.
Eva Hache paseó, por estos días, de un lado al otro de la capital habanera, entre cines, espacios teatrales y otros entornos de la ciudad donde se reclamaba con entusiasmo su presencia. La actriz, presentadora y humorista española vino a presentar Un mal día lo tiene cualquiera (2024) —la película con la que ha debutado como directora—, como parte de la programación del 45to Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en el apartado no competitivo.
Pero la obra de esta creadora llegó mucho antes que ella a nuestras costas. Ya desde hace años que el público cubano disfruta —a través de medios alternativos como el Paquete Semanal— de sus monólogos en El Club de la Comedia (12 temporadas, emitidas en dos etapas, entre 1999 y 2017), ese certamen de stand up ibérico del que ella fue ganadora en 2003 y del que luego pasó a ser host en 2011. En ese tiempo, su participación en El Club… la hizo brillar y ganar una alta popularidad, también entre cubanos que ahora la paran por las calles de El Vedado y le piden fotos que ella, con especial cariño y naturalidad, accede a hacerse.
Su forma de presentar su película en este Festival —que tuvo dos pases en el cine Yara— se percibía diferente para lo que exige este tipo de momentos, tal vez más solemnes. Fue algo fresco, natural y hasta gracioso. En Eva se notaba el talante y la predisposición de una oratoria que busca conectar con la audiencia a través del humor. “No dejemos de reír, que es de lo poco gratis que nos queda”, decía entre risas de los espectadores antes de la última proyección del thriller protagonizado por Ana Polvorosa y producido por el reconocido director español Álex de la Iglesia y la actriz Carolina Bang.
De sus saberes y experiencias como artista del teatro y el humor, también se nutrió un grupo de actores y comediantes cubanos que tuvieron oportunidad de reunirse con Hache en la Nave Oficio de Isla, comunidad creativa que lidera el actor Osvaldo Doimeadiós. Viendo allí sentados a Hache y Doimeadiós, era posible ver a dos tipos de intérpretes, hechos de una misma esencia, capaces de conectar y hacer reír al público con su mera naturalidad (¡qué bueno sería ver un proyecto entre estos dos maestros!).
De ese encuentro en la Nave, Eva pudo tomar el pulso a algunas experiencias en el arte de la comedia en Cuba. Contó su visión y perspectiva del desarrollo del stand up en España, al que tanto ha aportado, y supo de los empeños por llevar adelante un laboratorio de ese género en La Habana, para potenciar la calidad y el número de artistas, provenientes del humor o no, que puedan llevarlo adelante. Hasta se tanteó la posibilidad de tender lazos creativos entre monologuistas cubanos y españoles, para lo que Hache se propuso como puente.
Para la artista española esta viaje a La Habana, más allá de la labor promocional de su obra, supuso una oportunidad para la exploración de esos otros saberes de su profesión que en nuestro país tienen otro deje, otra sonoridad, algo que Eva Hache pudo comprobar en su primera visita hace un par de años. Aquella vez vino como espectadora invitada a las presentaciones de Los vecinos de arriba —una obra original de Cesc Gay—, dirigida por Caleb Casas en Argos Teatro, de cuyo elenco español formó parte durante algún tiempo.
Ahora, su presencia en el Festival de Cine llega como un viento fresco en estos días del último mes de un año que ha sido bastante áspero para los cubanos. Son las 7:40 p.m. del jueves 12 de diciembre en El Vedado habanero. Eva Hache camina junto a su esposo con paso firme por la esquina de 23 Y L, rumbo al cine Yara. Va con premura, pues acaba de salir de grabar su participación en el programa 23 y M y a las 8:00 p.m. presenta, por segunda vez, su película al público del Festival.
Pero antes, en el lobby del cine conversa con OnCuba, un encuentro pactado de antemano que la actriz y presentadora, pese al ajetreo de estos días, no quiso pasar por alto. Y mientras el público va entrando en la sala, Eva Hache habla, poseedora de un discurso preciso y natural —se nota el talento, la carne de monologuista— y nos cuenta sobre su momento vital como creadora, parte de su trayectoria, su visión del humor y su capacidad para asumir el reto de dirigir una película que no deja indiferentes a los espectadores.
Un mal día lo tiene cualquiera transcurre en una noche en que el mundo se le viene encima a una joven ordenada y con un sentido de la norma muy estricto. La tesis parece clara: frente al caos y lo que no podemos controlar, a veces conviene improvisar. Mientras todo pasa, hay que hacer lo que está en nuestras manos.
Es una cuestión que nos está pasando de unos años a acá; tratamos de tener todo muy controlado. Creo que lo verdaderamente importante y la lección que nos da la vida todos los días, y bueno, estamos hablando de este tema en Cuba, es que es muy importante tener una buena cintura y una grandísima capacidad e improvisación.
Al final, pienso que eso también requiere más inteligencia; el control es más cómodo, precisa un esfuerzo diferente, pero creo que la imaginación y la improvisación van muy de la mano. Esa es una de las cosas que viene a contarnos la película, quizá la más obvia.
Luego hay otra que a mí también me parece muy importante: la soledad. Estamos en un mundo ultra comunicado, globalizado, en el que parece que tenemos todo al alcance y estamos siempre en grandes comunidades, pero al final cada vez estamos más solos, cada vez somos más individualistas y, sobre todo en Europa, tratamos de salvarnos el culo sin pensar en nada más.
Este proyecto, has contado en otras entrevistas, llegó como otros en tu vida, sin que lo pretendieras inicialmente. En este caso, la propuesta surge de parte de Álex de la Iglesia. ¿Cómo fue esa comunión de intereses creativos?
Pues fue muy sencillo y a la vez bastante convulso, porque Álex es un hombre muy cardiaco, muy pasional. Estábamos en el confinamiento y se le ocurrió llamarme porque tenía un guión y pensó que era muy buena idea que lo dirigiera yo.
La propuesta vino en un momento en que estábamos todos parados, metidos en casa desde hacía un tiempo. Yo también estaba buscando qué camino tomar: ya había cumplido unos años, igual debía pensar en no exponerme tanto, no ser la cara visible de un proyecto siempre y no sé si entre el aburrimiento y que Álex es tan expeditivo, le dije rápidamente que sí, sin haber leído el guión. De hecho, cuando lo leí dije: “¡Ostras! Igual me estoy precipitando”, porque es un texto complicado, es un rodaje duro, una película de mucha acción y no una comedia de gente sentada charlando.
Siempre había tenido en mente esa idea que parece que está tan separada —pero al mismo tiempo tiene mucho sentido— de mezclar comedia con terror, porque ese nerviosismo que uno tiene cuando ve películas de terror, creo que es muy bueno para provocar la risa en medio. Es como sembrar de pronto ese surrealismo que no se sabe muy bien a dónde va y luego tener la risa como catarsis.
Me parecía muy interesante y por eso nos apoyamos mucho con el tipo de iluminación, la fotografía que tiene la película, el hecho de que sea de noche y esa mujer realmente está pasando una historia tremenda, lo peor que le ha pasado. Todo eso acompañado por la música de una compositora fabulosa, Vanessa Garde, nos ayudó a trabajar mucho la diferencia.
Yo creo que no soy nada fiel a los géneros. Creo que como es mi primera película tampoco tenía ningún prejuicio y hay mucha mezcla. Hay un poco de thriller; no es una comedia al uso, y eso me gustó.
¿Qué le pediste a Ana Polvorosa en ese diálogo director-actor? ¿Cómo fue ese trabajo juntas?
Elegí a Ana en el casting porque es una mujer que tiene sentido de la comedia. Ella trabaja el tempo de este género, lo tiene bien asumido después de tantos años en la serie Aída —asumiendo el personaje de Lorena— y además es muy disciplinada, buena compañera y todo eso yo lo sabía, aunque no nos conocíamos mucho personalmente.
A las dos nos parecía correcto que ella no estuviera en actitud de comedia. Todo lo que le sucede al personaje es lo que puede ser más o menos divertido, más o menos exagerado o más o menos surrealista, pero ella actúa desde la más absoluta de las verdades.
Luego tuvimos un acuerdo: como todos los personajes van apareciendo de manera fortuita durante la película, ella no quería ensayar demasiado con ellos, para no perder la frescura de ese primer encuentro. Al final, son prácticamente todos desconocidos para su papel.
Has pasado por la dirección de cine, el stand up comedy, la música, el teatro, la actuación en distintos formatos y la presentación de programas televisivos. ¿Cómo definirías ese tránsito por géneros tan diversos dentro del ámbito del entretenimiento? ¿Cómo ha sido ese trayecto para ti?
Muy natural, porque no soy muy buena haciendo planes a largo plazo y tampoco he sido nunca demasiado ambiciosa. Me gusta trabajar poco, pero intensamente, porque cuando trabajamos lo hacemos de una manera muy dura y profunda.
Me gusta también tomarme mis descansos y durante mucho tiempo estuve trabajando prácticamente todos los días, de lunes a domingo. Hubo un momento, cuando empecé a presentar Noche Hache (2005-2008), que dije “bueno, voy a procurarme mi descanso, porque si no nadie lo procura por mí”. El hecho de tener la mente tan limpia me hace aceptar cosas que ni yo misma hubiera pensado que sería capaz de hacer.
No creo que hubiese hecho estos planes si los hubiera proyectado desde el comienzo; mi vida ha ido surgiendo a medida que la gente me veía en un sitio o en otro, y eso al final es estupendo. He hecho cosas que nunca habría esperado.
Disfrutas trabajando.
Siempre, siempre. Yo soy muy perezosa, muchísimo y siempre que salgo es un poco como el personaje de Felipe, en Mafalda, que iba al colegio pensando “a ver si hoy cae una bomba, no hay colegio y me puedo volver a casa” (sonríe). Pero una vez que salgo de casa voy a tope con todo. Me gusta ser efectiva, no perder el tiempo, trabajar duro, hacer una buena preparación y que todos los equipos —porque siempre he trabajado con equipos muy numerosos— se vayan a casa cuanto antes, con la sensación de trabajo bien hecho. Una de las cosas más bonitas del mundo es terminar de trabajar.
Es tu primera vez en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, pero no en Cuba. ¿Cómo recuerdas tu primer acercamiento a este país?
Fue muy especial ver Los vecinos de arriba en Cuba porque, además, habían pasado varios años desde que hicimos el montaje en España. A medida que iba viendo la función, rememoraba todo el diálogo. Jacqueline Arenal hacía el mismo personaje que yo, el de Ana, y era como estar viendo otro ser vivo que desarrollaba algo que tu sabías muy bien; fascinante.
Luego, la maravilla de ver la versión cubana, cómo cambian el lenguaje y los modismos. Me pareció un gran regalo y una manera estupenda de viajar. A mí me cuesta mucho ser turista, porque ya no tengo costumbre, pero viajar a otro sitio trabajando —en este caso venir a ver el trabajo de otros actores— y encontrarte con personas que te enseñan el país de otra manera, me pareció una experiencia divina.
Originalmente, la actriz española Candela Peña hizo la primera temporada de Los vecinos… Después cambiaron las actrices y entré con María Lanau —que es la misma actriz que hace de taxista en mi película—; nos hicimos muy amigas y sabía que quería trabajar con ella cuando me tocó componer el reparto de la película. Estuvimos un año, o más, haciendo gira. Fue un disfrute tremendo.
¿Sigues haciendo teatro, actualmente?
Terminé de hacerlo recientemente, después de casi un año y medio. He vuelto a los monólogos en directo con un espectáculo que se llama Mentes peligrosas, que va a continuar en 2025, pero haré ahora un paréntesis, porque voy a volver otra vez al teatro tradicional con una obra que se llama Nunca he estado en Dublín. Estaremos cuatro meses en Madrid, en el Teatro Pavón.
¿Recuerdas las sensaciones del primer día en que te paraste delante de un público a hacer monólogos?
Cuando yo estaba en secundaria había un taller de teatro y practicábamos durante todo el año. Hicimos una función de fin de curso. Era una comedia de Fernando Arrabal, un escritor de surrealismo, un clásico; es español, pero vive en Francia. Su estilo es parecido al de Eugéne Ionesco (1909-1994). Cuando salí al escenario hubo una carcajada —yo tenía quince años— y pensé “¡Ostras! Yo quiero sentir esto más veces”.
Hacer reír es algo maravilloso, pero no solo para el público. Es fantástico, como tener un don. Además, te nutre tan rápido, el feedback es tan instantáneo, que yo creo que el que no se engancha es porque está un poco muerto por dentro.
¿Qué te llevas del encuentro en Nave Oficio de Isla con actores y humoristas cubanos?
Pues me llevo mucho amor. Tengo la sensación de ser muy querida en Cuba y me lo hacen sentir con frecuencia. Ustedes los cubanos son muy abiertos y sinceros; es algo bello. Creo que además hay un gran nivel interpretativo por acá.
Ellos están empezando a agruparse con el tema del stand up, según me contaban, pero creo que en seguida se van a poner a un nivel muy alto. La comedia es muy importante en la vida de cualquiera, pero en Cuba ahora mismo lo es todavía más. Yo espero que sirvan de algo los consejos que pude compartir con ellos y que luego el público pueda disfrutarlo.
A raíz de esta experiencia con Un mal día lo tiene cualquiera ¿seguirás dirigiendo películas en el futuro? ¿Algo nuevo que estés cocinando?
No lo sé (sonríe). En principio, no, porque ha sido tan duro; es tan difícil. Pero, claro, todo lo que he aprendido es imposible tirarlo por la borda, o sea, que les avisaré.