Ya se estrenó La pared de las palabras y Fernando Pérez al fin me concedió la “tan esperada” entrevista sobre este desgarrador filme. Se trata de la octava película del cineasta, pero sin dudas la más intimista de toda su filmografía, pues posee disímiles elementos autobiográficos filtrados y permeados por la subjetividad de la escritora Zuzel Monné, coguionista del filme.
Marcado por una sobrecogedora carga emotiva, la película, calificada por su director como un drama humano, posee un guion visceral, capaz de conmover hasta al más reacio de los espectadores. La historia deviene un manejo espectacular de emociones, en la cual el realizador pone en alto su experticia para entregar un genuino cine de autor. El amor y el instinto maternal, la comprensión, la resignación, la esperanza son aristas inequívocas de la historia, que gira en torno de la disfuncionalidad de una familia de la Cuba de hoy provocada por la extraña enfermedad neurodegenerativa que padece Luis, uno de sus miembros.
Metafórico, doloroso y tierno resulta este largometraje donde Fernando regresa a los primeros y primerísimos planos que tanto le caracterizan. Regala una vez más inolvidables imágenes de su Habana, de la belleza intrínseca de sus ruinas, de la ciudad de sus sueños y pesadillas que se derrumba mientras caen las paredes y las palabras, siempre bañada de mar. Y otra vez el mar, esta ocasión el de Santa Fe, donde transcurre gran parte del filme que también se rodó en la Quinta Canaria. El filme fue la primera experiencia en la realización independiente de Fernando Pérez. Se realizó con un presupuesto de 115 mil CUC aproximadamente, aunque ni él ni Perugorría cobraron por su trabajo.
La pared de las palabras toca temas de la cotidianidad como la falta de comunicación, critica la burocracia y a esos verdaderos locos que ponen paredes en vez de palabras y bloquean las aspiraciones y fantasías de los demás. Funciona como un análisis de la condición humana, como un llamado de atención; convida al respeto a la diversidad, a la libertad de expresión y a la unión familiar. Representa tanto el muro de contención como el tablero de las emociones de sujetos que, como Luis, no pueden expresar la riqueza de su mundo interior, por lo que durante la trama se aprecia otra dimensión, en la que “no hacen falta las palabras”.
Fernando, ¿además de sus vivencias personales que más le inspiró a aventurarse en esta producción?
En el filme hay vivencias tanto íntimas como de otras personas cercanas que la vida misma me ha llevado a conocer en ese mundo de las instituciones mentales. He tenido la oportunidad de interactuar no solo con pacientes sino con familiares que atraviesan situaciones muy dramáticas que muchas veces ni imaginamos. Esa fue mi principal motivación.
¿Cuáles son los mayores propósitos del filme?
Descubrir que ese mundo diferente que a veces uno repele con razón, lo que no critico, existe. Las personas no solo lo repelen sino que se enfrentan a él con cierta desestabilización. Este filme intenta un poco convocarlos a mirar de otra manera a este universo. Aparte de eso siento que uno de los elementos fundamentales a los que llevan situaciones de este tipo es justamente a preguntarse donde están los límites del sacrificio, de la entrega y del dolor. Esta película trata de explorar estas situaciones y emociones humanas. Pienso que algunos espectadores no querrán involucrase, y con toda razón, no lo digo como una crítica porque a mí me pasa en ocasiones. Porque no siempre estamos con el estado de ánimo necesario para enfrentar estas circunstancias, tanto en el cine como en la vida real. Eso es comprensible, estoy preparado e hice la película teniendo en cuenta esta proyección de los espectadores hacia ella y por eso no hice concesiones, traté que la realidad fuera lo más cruda posible, sin perder matices de humanidad y sensibilidad.
¿Cómo fue la selección de actores y la preparación de los personajes?
Debo esta película a Jorge Perugorría (Pichi), él quería trabajar conmigo y me propuso este proyecto. Pichi se involucró mucho con el personaje, hizo una caracterización muy intensa, adelgazó casi sesenta libras y sobretodo estuvo metido bastante tiempo dentro del rol para prepararlo. Fueron jornadas muy fuertes de concentración. Se sometió a un gran deterioro físico y espiritual, debido a que su papel padece una rara enfermedad y no puede hablar. El sufrió su interpretación.
Muy al principio del proyecto cuando aun estábamos hablando antes de comenzar, le dije que teníamos que observar su caracterización y sus expresiones antes de darle el personaje. Recuerdo que fui a su casa para hablar de otras cosas. Me abren la puerta y entro y veo en la terraza a un hombre de espaldas, con las espaldas caídas que me dio una sensación de estar muy desvalido y me pregunto ¿quién será esta persona que estaba mirando al mar con una postura y expresión de tanto dolor? Era él mismo que estaba entrando en la piel del personaje y me estaba esperando para darme la sorpresa con la caracterización. Y entonces me dije, ahí está Luis, y es por ahí por donde debemos trabajar.
La segunda actriz que escogí fue a Isabel. Hacía tiempo que no trabajaba con ella y sentí que era la correcta para este rol, tuvo situaciones personales que contribuyeron a su interpretación. Luego vinieron Laura de la Uz y Maritza Ortega, que no es una actriz profesional, la encontramos en La Castellana. Ella se interpreta a sí misma incluso con el mismo nombre, y da vida a la novia del protagónico. De Maritza dependen los momentos más graciosos y de reír con cariño porque transpira calidez, ese el momento de relajarse en la cinta.
¿Por qué tituló al filme La pared de las palabras?
Porque uno de los temas de la película es la comunicación y Luis trata de expresar algo que no puede porque no tiene las palabras; sin embargo, también la familia no se comunica, cada uno tiene sus razones y tienen las palabras, pero las palabras no expresan lo que realmente el otro puede entender. A veces el ejercicio de la comunicación humana encuentra una pared, hay un muro que nos impide entendernos. Más allá del lenguaje articulado la expresión debe estar en las emociones y la identificación de la sensibilidad humana. La verdadera comunicación está más allá de las palabras.
¿Cómo fue el trabajo de preparación e investigación para abordar el complejo tema de la película?
En el caso de la caracterización de los personajes, que tenían cada uno una patología específica, investigamos bastante. Nosotros fuimos a diversas instituciones y tuvimos la asesoría de varios doctores. Fueron de gran ayuda el doctor Douglas Calvo y la doctora Susana Ángela Borges. También nos apoyamos en los médicos del Calixto García y de La Castellana. Pudimos filmar la película en cualquier locación menos compleja, pero decidimos filmar en la Quinta Canaria a pesar de ser más complicado desde el punto de vista logístico. Esto estética y humanamente nos ayudó mucho porque los actores y el equipo técnico estábamos siempre interactuando con los pacientes y el proceso de rodaje se convirtió en una experiencia profesional y humana muy profunda.
El personaje de Laura de la Uz, a pesar de ser secundario, es muy importante por la carga simbólica que contiene. ¿Qué importancia le concede en la trama?
Quisiera que la película no quedara solamente en el plano del drama familiar y que cada espectador pudiera establecer asociaciones y lecturas con el contexto social nuestro en este sentido. Es precisamente el personaje de Laura el que conduce a esta línea asociativa. Porque ella debido a la pared de las palabras se ve imposibilitada a comunicarse, no la entienden, quiere poner orden en algo que no está bien y no logra expresarse. Son los dos conflictos del filme, el de la familia es el macro y el de ella es el micro. No quisiera que la película tuviera una sola lectura, quisiera que se abriera a múltiples interpretaciones como el cuadro que sale al final, el que realiza el personaje de Carlos Alberto, que nos ayudó inmensamente.
¿Cuánto contribuyó el cuadro Mar de noche, de Yoan Capote al mensaje del largometraje?
Estaba buscando qué cuadro poner y llego a esta obra de Yoan, a quien ya conocía por su creatividad y sensibilidad: Mar de noche. Cuando llegué a su estudio y lo vi, me impactó. Él nos hizo una versión especial para nosotros. Con los anzuelos que son el símbolo del dolor. Primeramente pienso que es un privilegio que el filme cuente con una obra de este artista. No nos pidió absolutamente nada por eso y siento que película y cuadro se unen en la misma dirección. La metáfora que transmite el filme tiene que ver con el cuadro hecho de anzuelos, que de lejos puede verse como el mar calmo, que puede ser un alivio, pero si te acercas y miras desde dentro ves los anzuelos que simbolizan el desgarramiento.
Cada uno de sus filmes es muy diferente al que le precede, aunque la sensibilidad humana funciona como común denominador en todos, este no es la excepción ¿Cómo es el estilo sin estilo de Fernando Pérez?
Cada película es única en sí misma, no considero, ni trato de mirar hacia atrás para entender qué tipo de películas hago. Trato de no repetirme ni de seguir un mismo estilo, solo de expresarme según el tema que me atrape.
¿Qué vendrá después de La pared de las palabras?
Cada cuatro años filmo una película, es mi destino y me siento privilegiado en que así sea porque filmar en los tiempos en que vivimos se hace cada vez más complejo. Al parecer el próximo año se romperá la tradición. Estoy trabajando en un nuevo proyecto que ha recibido el apoyo de Ibermedia y es casi seguro que pueda filmarlo con el apoyo de Wanda Visión y del ICAIC. Se trata de un drama alegre ubicado en el Barrio de los Sitios que pienso se puede realizar de manera muy sencilla. No quiero adelantar aun la historia pero estoy muy motivado y tengo esa ilusión para el 2015.