De nuevo en su viejo despacho, Iván Giroud siente que ha vuelto a casa: entre sus cuadros, un buró desnudo y un librero a medias, el recién restaurado director general del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano se siente tranquilo…
Tranquilo porque sabe de qué va todo en la casona del Festival: vinculado a la gran fiesta del cine latinoamericano desde 1988, en 1994 comenzó a dirigirlo y en eso estuvo hasta 2010, cuando se concentró en la coordinación de las América en la redacción del voluminoso Diccionario del Cine Iberoamericano.
“Lo más difícil es hacer que parezca fácil: armar un Festival es un verdadero trabajo de orfebre, como tejer un vestido y que no se vean las costuras”, comentó Giroud, que tiene ante sí la epopeya de organizar para diciembre próximo el Festival del 35 aniversario, que rendirá tributo al recién fallecido Alfredo Guevara.
Admitió que regresa en medio de circunstancias especiales, complejas y dolorosas que, a su vez, refuerzan su compromiso con esta institución del cine latinoamericano: “los festivales necesitan alimentar la cinefilia, preparar una programación que logre un diálogo entre las películas y con el espectador, y que colme las expectativas de un público cultivado”, advirtió.
Adelantó que trabajará a partir de ciertas premisas que dejó Alfredo, pero según venga la producción en un año que, particularmente para el cine cubano es intenso, inmerso como esta en un proceso de replanteo de sus estructuras que Giroud no udó en calificar de “muy interesante”, sobre todo por su carácter participativo.
En particular destacó el consenso en torno a una necesaria Ley de Cine que, entre otras cosas, proteja los derechos de los creadores. De hecho, le indigna sobremanera que en las calles se vendan impunemente copias piratas de películas cubanas como si se tratase de pan con tortilla. “Me preocupa que no se enfrente ese problema como algo grave, y que se mire al techo: es muy fuerte que se dilapide tanto recurso para que luego nadie pueda recuperar la inversión”.
También lamentó el deterioro físico y el retraso tecnológico de los cines en Cuba, así como la pérdida de una disciplina en las salas de proyección, degradación que se nota principalmente cuando llega el Festival.
“Por lo pronto, necesitamos defender la identidad del Festival, que es la única garantía de su supervivencia para responder a las necesidades del público y del cine mismo”, enfatizó. Advirtió que hacerse de un público demora años, pero se puede perder muy fácilmente si se pierden las líneas de identidad de un evento.
A su vez, considera que si bien proliferan los certámenes fílmicos en la región, la cita habanera todavía es uno de los eventos más importantes dentro de la red de festivales, que constituyen hoy día el principal circuito de distribución y proyección del cine independiente. Fundado en 1979, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano surgió con el objetivo de reconocer y difundir la cinematografía de la región con valores que reafirmen la identidad cultural autóctona.
Pero armar un evento de tal magnitud requiere no solo de recursos, sino de mucha cultura y una vasta red de contactos y relaciones que faciliten gestiones como la obtención de derechos o copias.
Sin embargo, en su antigua oficina, que aún no ha terminado de acondicionar, Iván Giroud se siente tranquilo. Se siente como en casa… La Casa del Festival…