Faltan unas horas para que se inicie en La Habana la 35 edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, sin embargo, desde la mañana de este miércoles 4 de diciembre los pasillos del Hotel Nacional han visto desfilar ya a algunos de los miembros del jurado e invitados a la fiesta del audiovisual cubano.
Entre los primeros en llegar estuvo el joven realizador brasileño Murilo Hauser, quien fungirá como miembro del jurado en las especialidades de Animación y Carteles en este 2013. Hasta el patio del emblemático edificio capitalino se trasladó OnCuba para conversar con él.
Hace cuatro años se presentó en concurso su obra Sombra y Silencios, ¿cuán diferente es ahora su posición como jurado?
“Es un gran cambio de perspectiva, pues permite ver los cortos o filmes desde un cierto distanciamiento. No es lo mismo ver las obras como colega de producción que hacerlo como juez. Estoy seguro que será una experiencia muy rica.
“Además, me gusta mucho la idea de poder conocer otros trabajos que, posiblemente, no vería nunca si no estuviese acá”.
En 2009, cuando concursó en el certamen cinematográfico, Murilo no estuvo presente en la capital cubana. Esta es su primera vez en La Habana y viene cargado de excelentes referencias de sus amigos, listo para adentrarse en una ciudad que, por estos días de diciembre, se convierte en la meca del cine latinoamericano.
¿En qué punto está la producción de animación latinoamericana? ¿Se puede hablar de una estética propia del continente?
“Creo que hoy somos más libres para crear. No estamos atados siempre a contar pequeñas historias o anécdotas, como sucede con los cortos norteamericanos, y eso nos distingue. Expresamos otras preocupaciones, quizás ideas más personales y por ello no están ajustadas a estructuras convencionales.
“Muchas de las creaciones de los realizadores latinoamericanos son en cierta manera más experimentales por el hecho de ser más libres. También hay muchos como yo que no trabajamos solo la animación, sino que la vemos como otra forma de expresión con la cual lograr imágenes y conceptos que no son tan concretas, que escapan del espacio real como lo entendemos y buscan lo sensorial.
“Por otro lado en Latinoamérica no existe una escuela predominante en cuanto a la estética de la producción. Hoy tenemos un panorama muy especial en el cual hay muchas cosas interesantes aconteciendo, marcado por formas muy personales de creación y de hacer animación y que no están necesariamente conectadas con las maneras más tradicionales de hacer cortos”.
Hauser conversa pausadamente, midiendo con cautela su español y recostado en su brazo derecho que reposa sobre la rodilla. La tarde en La Habana es poco visible desde el patio del Hotel Nacional, pero algunos rayos rojizos cambian el tono de las copas de los árboles a nuestro alrededor.
Según Murilo, la revolución tecnológica de los últimos tiempos ha transformado ampliamente la forma de hacer, consumir y pensar el audiovisual, y por supuesto la animación.
“Por ejemplo, Sombra y Silencios demoró ocho años en completarse; hoy, con los adelantos con que contamos, el tiempo se reduciría a apenas unos meses de trabajo”.
No se trata solo del proceso productivo, explica, pues también la forma de distribución del material audiovisual condiciona algunas de sus características. “Muchas veces los creadores ya piensan el corto para ser consumido en Internet y no para proyectarse en una sala de cine, eso trae cambios en el tiempo narrativo, la duración, el lenguaje y el sonido”.
“Todo eso ocasiona que los creadores estén hoy descubriendo a plenitud todas las potencialidades del nuevo contexto, experimentando cómo conjugar los sentimientos e imágenes. Por eso pienso que estamos en un momento muy rico de la animación”, aseguró.
Es su primera aparición en el Festival, ¿qué expectativas tiene Murilo Hauser con esta visita?
Con una amplia sonrisa, quizás la más amplia de la tarde desde que conversamos, responde: “La mejor. Tengo muchos amigos que han participado ya en ediciones anteriores y tengo excelentes referencias sobre la selección de filmes y la organización que encontramos aquí.
“La Habana tiene una gran diferencia con otros festivales del mundo, pues acá se crean espacios de discusión y análisis. Va mucho más allá de mostrar trabajos, hacer contactos y distribuir filmes, es más que un sitio comercial.
“Este es un lugar para realmente pensar nuestro cine, entender un poco qué está aconteciendo y hacia dónde vamos yendo; hacia dónde vamos caminando juntos. Lo mejor del Festival es encontrar un espacio de diálogo y ver que, sin importar las diferencias de lenguaje o estética, compartes un tema, una misma idea. Es la posibilidad de reconocerse en los otros”.
Foto: Laura Prada