Ya es oficial. Jirafas, dirigida por el cineasta cubano Enrique Álvarez, forma parte de la representación nacional en competencia por los premios Coral en el próximo Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, a celebrarse en La Habana durante los primeros días de diciembre. Producida por KA Producciones, Galaxia 311, Producciones Largasluces y Open Roads Media, se trata de una de esas películas paradigmáticas de un cine generado fuera de las instituciones oficiales del cine en Cuba.
Reconocido como “filme intimista, que se desarrolla mayormente en una sola locación y representa tal vez el segmento más progresivo y realista del cine reciente generado en la Isla”, Jirafas habla sobre la necesidad de tres personajes jóvenes, dos mujeres y un hombre, abocados a la necesidad de encontrar una supervivencia decorosa, y de llegar a consensos de comprensión y tolerancia, en medio del litigio por tomar posesión de una casa donde los tres protagonistas se ven obligados a convivir.
Según el portal cinematográfico Noticine Jirafas radicaliza el estilo de filmar de Enrique Álvarez, conocido por anteriores películas de sesgo también intimista, y sobre parejas en crisis, como La ola, Miradas yMarina. El portal asegura que este nuevo largometraje de ficción significa “un triunfo de la cinematografía cubana en el sentido de que la libertad creativa ya se puede difundir fuera de sus fronteras. Esperemos que Enrique Álvarez siga llevando más allá los límites de su cine y su mirada reflexiva sobre el estado actual de las cosas. Ya se extrañaba ese cine crítico que ha tenido dignos representantes en el pasado del cine cubano”.
Cuando habla sobre los “dignos representantes en el pasado del cine cubano”, refiriéndose a una tradición de cine crítico, el cronista tal vez estuviera pensando en títulos como Hasta cierto punto, Se permuta, y en particular Amor vertical o Entre ciclones, que aluden igualmente, con mayor o menor profundidad, a una crisis habitacional muy profunda, tema candente para una metrópolis amenazada por el deterioro creciente de sus edificaciones y el muy lento ritmo en la construcción de nuevas viviendas. Jirafas toca de lleno este asunto, pues se refiere a una pareja de jóvenes, Lía y Manuel, que ocupan una casa deshabitada en Centro Habana, pero muy pronto aparece Tania, la sobrina del difunto dueño, reclamando sus derechos sobre la vivienda. Los tres se tienen que resignar a la difícil convivencia, mientras son amenazados con el desalojo. La pugna por el espacio terminará acercándolos.
Una de las novedades indiscutibles de la película proviene del hecho de que sus tres personajes, protagónicos absolutos, se ven reducidos al encierro, y por tanto el noventa por ciento de la trama, aproximadamente, ocurre en interiores. El filme fue rodado mayormente en la casa del director, precisamente en Centro Habana, y trabajaron con una cámara que permite rodar en alta definición y permite seguir a los personajes en sus atrincheramientos domésticos. Debe señalarse que, como la mayor parte del cine joven en Cuba, Jirafas se realizó en régimen de cooperativa, a partir de un grupo de actores y técnicos que aportaron su trabajo gratis esperando alcanzar remuneración con el resultado.
La difícil dirección de fotografía, por la dificultad de movimiento en espacios no muy amplios, estuvo a cargo del colombiano Nicolás Ordoñez. Según cuenta Enrique Álvarez “cuando la protagonista salía a caminar por la calle, la gente prácticamente no se daba cuenta de que estábamos filmando una película, todo el mundo lo que estaba viendo era una cámara de fotos, muy pequeña, manuable, que puedes llevar donde quieras, y así te puedes acercar mucho a los actores, trabajar en espacios muy reducidos y eso da unas posibilidades muy grandes de experimentar con el lenguaje y afrontar de forma distinta la escritura cinematográfica”.
Un verdadero tour de force interpretativo significa Jirafas para sus tres jóvenes y principales intérpretes, acosados constantemente por una cámara fisgona e inquisitiva. Claudia Muñiz coescribió el guión con el director, al igual que en la anterior Marina, e interpreta a Lía, una mujer fuerte, asertiva y con un sentido de supervivencia muy orientado a lo práctico. Yasmani Guerrero se bate con un personaje de hedonista medio vulgar que todo el tiempo requiere un extra del joven actor. Olivia Manrufo interpreta, con singular fineza y desconcertante aplomo, el personaje de la tercera en discordia.
El mismo equipo creativo de Jirafas rodó poco después Venecia, también escrita por Claudia Muñiz, y que cuenta la historia de Mónica, Violeta y Mayelín, trabajadoras de una peluquería estatal, que el día del cobro deciden acompañar a una de ellas a comprarse un vestido. Se inicia así un itinerario de sucesos imprevistos que las llevará a una noche de aventuras bastante singulares. Al amanecer, tienen el sueño común de abrir un salón de belleza al cual nombrarán Venecia. Pero este largometraje todavía está lejos de su encuentro con el público. Antes, dentro de unos días, hay que ver Jirafas.
Foto: Nicolás Ordóñez