El cine según García Márquez publicado originalmente hace diez años por Ediciones ICAIC regresa esta vez como una de las propuestas de la Feria Internacional del Libro en su edición 31 que tiene a Colombia como país invitado de honor.
“En aquel momento (2013) el libro analizaba, por primera vez, hasta donde yo supe —porque luego aparecieron emprendimientos similares en varios países—, la relación del escritor con el cine desde su infancia hasta su último suspiro. Intentaba demostrar, sobre todo, que los críticos no hemos sido del todo justos ni profundos a la hora de evaluar los filmes inspirados en sus obras, pues se dejaron llevar, en mayoría, por el habitual prejuicio de comparar los logros de las películas con el alcance del original literario. De esta manera, el libro dedica un capítulo a cada una de estas versiones, y analiza el interés artístico y legitimidad cultural que las habita”, nos dice Joel del Río, periodista, crítico, profesor y autor del volumen.
“Se incluyeron críticas —ni diatribas ni panegíricos—, de la mayor parte de las adaptaciones al cine de sus cuentos o novelas, o la puesta en pantalla de guiones escritos especialmente por el autor de Cien años de soledad, y en cada filme se destacan los logros de cineastas eminentes, enfrentados al reto de re-crear narraciones perfectamente instauradas en su universal resonancia.
“Tal es el caso de varios directores reincidentes como los mexicanos Jaime Humberto Hermosillo (María de mi corazón, El verano de la señora Forbes) y Arturo Ripstein (Tiempo de morir, El coronel no tiene quien le escriba); el cubano Tomás Gutiérrez Alea (Cartas del parque, Contigo en la distancia); el mozambicano-brasileño Ruy Guerra (quien se ha encargado de llevar a la pantalla Eréndira, Fábula de la bella palomera, Me alquilo para soñar, El veneno de la madrugada) o el colombiano Jorge Alí Triana (Tiempo de morir, Edipo alcalde), quienes se cuentan entre los afortunados que lograron plasmar en celuloide, aunque fuera fragmentariamente, la cabal comprensión del universo garcíamarquiano.
Hay numerosos cineastas latinoamericanos, sostiene el autor, que consiguieron sus mejores filmes versionando historias creadas por el colombiano y Premio Nobel de Literatura, 1982.
“Todavía pueden recordarse filmes inusuales, desbordados, mágico-realistas como Presagio (Luis Alcoriza), En este pueblo no hay ladrones (Alberto Isaac), El gallo de oro (Roberto Gavaldón), El año de la peste (Felipe Cazals) y La viuda de Montiel (Miguel Littín), que le dieron color y alcance a las cinematografías de nuestro continente en los años sesenta y setenta, cuando fueron catalogados, todos y cada uno de ellos, como el mejor empeño del cine por traducir en imágenes la prosa del colombiano. Y si algunas de las películas que menciono están insertadas entre los mejores títulos latinoamericanos de todos los tiempos, no sé por qué tendríamos que seguir repitiendo el estribillo de que García Márquez y el cine conforman un matrimonio mal avenido, como el mismo escritor declaró muchas veces. Recorrer cincuenta años de cine garcíamarquiano significa adentrarse en los laberintos recorridos por quienes se atrevieron a transformar los signos verbales-literarios (cuentos, novelas, artículos periodísticos) en códigos cinematográficos, visuales y sonoros. Como aseguro en la introducción, “ojalá que después de leer este libro, el lector-espectador nunca más permita que las virtudes innegables de un libro vuelvan a estorbarle el disfrute de una película, por muy inspirada que esté en esta o aquella literatura”, asegura Del Río.
En sus memorias Vivir para contarla (2002) García Márquez relata en detalles el largo cortejo a su madre, Luisa Santiaga, por parte de su padre, Gabriel Eligio, porque los padres de ella se oponían a la unión en tanto el muchacho era del Partido Conservador y pertenecía a una clase social inferior (era telegrafista). Cuenta la biografía del colombiano que Gabriel Eligio la conoció en un funeral y le regaló una rosa con las palabras “le entrego mi vida en esta rosa”, luego le escribió una carta, la invitó a un baile, y cuando salieron a bailar, él le dijo “ya no tiene que decirme que sí, porque su corazón me lo está diciendo”. Luego, para impedir el romance, los padres de Luisa se la llevaron en un largo viaje por los Andes, pero los amantes se comunicaban por correo, por telégrafo, y mediante señales de cualquier tipo. Finalmente, los padres de Luisa accedieron, ellos se casaron, y varios años después nacería Gabriel García Márquez, quien puso el idilio tantas veces contado por sus padres, en su quinta novela, El amor en tiempos del cólera, y en el guión de la película Cartas del parque, que asimilaba, sin ningún tipo de complejos ni prejuicios, el mundo del folletín, la canción romántica, la radionovela y su posterior sucedánea, la telenovela. La confluencia entre las llamadas alta y baja cultura que caracteriza la época postmoderna se pone de manifiesto, espléndidamente, cuando Gabriel García Márquez confesó su admiración por el compositor español Manuel Alejandro, los boleros cubanos o mexicanos, y por Félix B. Caignet, el autor, entre otras obras, de la radionovela El derecho de nacer, de amplia influencia en la cuenca del Caribe y mucho más allá. El colombiano llegó incluso a reconocer la influencia de la oralidad y la radionovela en su obra. Más tarde, en una entrevista para el periódico El País, en 1996, dijo ser gran admirador de la telenovela como género, “pero que los intelectuales la han dejado en manos de los ineptos”. Sustancia para una telenovela de muchísimos capítulos suministraba Amor en tiempos del cólera, la tierna historia de amor publicada exitosamente en 1985, y cuya versión cinematográfica llegaría veinte años después. Pero antes, en 1988, sendos episodios de esta novela fueron adaptados al cine, en Brasil y en Cuba, con los títulos de Fábula de la bella palomera y Cartas del parque, dos melodramas concentrados en la descripción de amores contrariados e infelices, y que formaron parte de la serie para televisión Amores difíciles. Fragmento del capítulo titulado “Cartas del parque: el Titón más romántico” |
¿Es la primera vez que se analiza desde Cuba esta temática? ¿Cómo fue el proceso de investigación?
La relación de García Márquez con el cine ha sido tratada en centenares de artículos periodísticos, dentro y fuera de Cuba, pero hasta donde yo sé a nadie se lo ocurrió penetrar en el mundo del escritor a partir del cine inspirado en sus obras y guiones.
Por supuesto que, a lo largo de la investigación, afloraron decenas de contactos e interrelaciones entre Cien años de soledad, u otras de sus novelas, y todas las películas que analizo. Al fin y al cabo se trata del mismo creador, solo que ahora visto a través de los cineastas que se volvieron sus cómplices para contar historias.
Todo comenzó en 2003, cuando comencé a trabajar en la Escuela Internacional de Cine y TV, de San Antonio de los Baños, fundada por Gabriel García Márquez en 1986. Allí pude asistir a varias de sus visitas, y accedí a los talleres que ofrecía una vez al año. Siempre admiré al escritor, y en la Escuela fui accediendo a la larguísima huella de su obra llevada al cine.
En la Mediateca estaban todas las películas y centenares de artículos, ensayos, monografías y crónicas sobre cada una de estas obras, y cómo había sido la participación en cada una. Se trataba de reunir todo ello, y darle forma en un compendio cronológico, razonado y jerarquizado.
¿Es el único libro de tu autoría que se presenta en la Feria? ¿En qué otros proyectos te mueves ahora?
Sí, es el único. La docencia y la crisis con el papel me tienen apartado de las publicaciones desde que me publicaron, en 2016, La edad de las ilusiones. El cine de Fernando Pérez, que más tarde salió en versión ebook. En este mismo formato saldrá próximamente una historia del cine universal titulada El cine siempre: del silente al digital, que pensé como libro de texto para las carreras de humanidades que estudian ese tema, y por supuesto para todos los interesados.
De ese proyecto tan ambicioso, en el que estuve trabajando alrededor de cinco o seis años, con pandemia por el medio, hasta el punto de que yo mismo me sorprendo de haberlo concluido, se derivó una historia “otra” del cine; se titula Presagio de arcoíris: Historia del cine con personaje LGBTQ y ya entregué el original a la editora. Quiera Dios que dentro de un año, en la próxima Feria, podamos hablar de estos dos libros, ya publicados, aunque no sea en papel.