Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
El título del guión que le había enviado Leonardo Padura no lo convencía. Se habían propuesto filmar una película tras conocerse durante el rodaje de 7 días en La Habana (2012). Pero algo no le encajaba del todo a Laurent Cantet, quien más de una vez pidió al cubano que buscara otra forma de titular aquella catarsis en la emblemática azotea, principal escenario de la película. Padura, convencido desde el inicio de lo que estaba contando, fue obstinado y mantuvo su apuesta. Finalmente el largo se llamaría Regreso a Ítaca. El filme fue la argamasa que unió a Cuba con la obra del director europeo.
Laurent Cantet falleció a los 63 años el pasado 25 de abril, víctima de un cáncer, pero dejó una filmografía caracterizada —y así lo ha reverenciado de forma unánime la crítica internacional— por el humanismo con que fue capaz de representar la sociedad de las últimas tres décadas.
Pero mucho antes de Regreso… y de su contacto con Cuba, el director y guionista galo ya conmovía a través de su cámara y estética.
Nació en Melle, una comuna al oeste de Francia. Era apenas un niño cuando sucedieron los acontecimientos de mayo de 1968. Hijo de profesores, creció en una familia con profunda conciencia política y social, en un momento de auge de la socialdemocracia en Europa. Estudió fotografía en la Universidad de Marsella y luego cursó el Institut des Hautes Études Cinématographiques (IDHEC), del que se graduó en 1986.
Durante esos años de estudio, Cantet formó sólidas amistades con compañeros de profesión, con los que luego contaría para llevar adelante algunas de sus producciones cinematográficas. Con ellos —aseguraba a la prensa siempre que salía el tema— creó un grupo de fértil colaboración. Se intercambiaban los guiones de sus proyectos y debatían ideas y aspectos de sus obras. Fue así desde el primero hasta el último guión de su vida. Allí estaban Dominik Moll, Robin Campillo, Gilles Marchand y Vincent Dietschy, quienes con los años también se convirtieron en reconocidos cineastas.
Cantet se especializó en la fotografía. Al principio de su trayectoria estuvo al servicio de varios de los proyectos de sus amigos, integrando sus equipos técnicos, algo que lo ayudó a ganar experiencias antes de enfrentarse a su primera dirección.
Debieron pasar siete años luego de graduarse de la universidad hasta su primer cortometraje. Entonces reunió a un nutrido grupo de amigos —la mayoría de ellos, aficionados— para hacer cine social. Y lo lograron.
Tous a la manif (1994) es una estampa de esos años de ebullición que llevaría a tantos jóvenes parisinos a las calles para cuestionar las hegemonías de su tiempo.
El corto fue la carta de presentación de Cantet. En el resto de su filmografía veríamos la recurrente preocupación por hacer pensar al individuo/protagonista en medio de su contexto. “La idea del grupo enfrentando al mundo siempre me ha interesado. Y luego, en el grupo, mirar al que no siempre está en su lugar: siempre hay un poco de eso en mis proyectos”, aseguró el cineasta en una entrevista concedida al diario español El País en 2008, cuando acababa de ganar la Palma de Oro en Cannes por su cinta Entre les murs (2008), “una película en estado de gracia”, según Sean Penn, presidente del jurado del certamen de aquel año. Pero ya llegaremos a esa parte de la historia.
Tiempo antes, con su segundo corto Jeux de plage (1995) Laurent Cantet expone la relación de un padre estricto y su hijo de dieciocho años, un joven en busca de emancipación frente a la autoridad del patriarca. Allí trabaja por primera vez con el nobel Jalil Lespert —su contraparte sería Jean Lespert quien, además, era padre de Jalil en la vida real—, intérprete con el que repetiría en su siguiente producción, el mediometraje Les Sanguinaries (1997).
En Les sanguinaires el director canaliza el estrés y la ansiedad de fin de siglo a través de un hombre (Francois, interpretado por Frédéric Pierrot) que decide aislarse junto a un grupo de amigos, a modo de vacaciones lejos de la civilización, justo en los últimos días de diciembre de 1999, antes de la llegada del 2000.
La cinta fue la antesala para el salto a una producción más ambiciosa: el largometraje, con el que el director entró por la puerta grande. Recursos Humanos (1999), con Laspert como protagonista, entra de lleno en el mundo de las relaciones laborales y los conflictos entre trabajadores y propietarios.
Esta historia le valió a su director el Premio César a la Mejor Ópera Prima en 2001, máximo galardón que entrega la Academia de Cine Francés. Ese mismo año estrenó su segundo largometraje, El empleo del tiempo (2001), una ficción inspirada en un hecho real que había visto en la prensa. Jean-Claude Romand, un hombre que durante dieciocho años mantuvo engañados a sus allegados, fingía ser un alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud para realizar estafas. En 1993, luego de que Jean-Claude asesinara a su esposa, sus dos hijos y sus padres, la historia saltó a los medios de comunicación.
“Si tengo que elegir una película única en mi filmografía —comentó el director en una entrevista al periódico digital chileno Culturizarte en 2018—, donde conseguí el vínculo fundamental entre lo íntimo y lo social, es esta. La historia de este hombre solitario que se inventa una vida en apariencia satisfactoria, me toca todavía”.
“Lo que más me interesa del ser humano son las incoherencias (…) Una película nunca va a cambiar el mundo, pero sí puede hacer reflexionar. Es lo máximo a lo que aspiro”, comentó a El País en una entrevista de 2014.
Cantet no cambió el mundo con su obra; hizo más que eso. Reflejó la realidad que conoció y nos hizo pensarla. “Mi obra persigue que el espectador se pregunte si está delante de un documental o de una ficción, y por tanto aspiro a borrar las fronteras entre ambos géneros. Mis películas dicen lo mismo que yo pudiera escribir en un ensayo sobre un tema si me gustara escribir o supiera hacerlo, pero como no me gusta escribir ensayos, prefiero decirlo todo a través del cine, de la emoción, de las trayectorias de los personajes y de la historia”, respondía el cineasta francés al crítico cubano Joel del Río en una conversación para el diario Juventud Rebelde, mientras cavilaba sobre sus influencias estéticas entre el neorrealismo italiano, la nouvelle vague, la mirada de Jean-Luc Godard.
Concedió aquella entrevista luego del estreno de La clase (2008) —Entre les murs, Palma de Oro en Cannes— en La Habana, durante la clausura del 30mo. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Con la cinta, que versaba sobre las experiencias de un profesor de literatura en una escuela secundaria de París, el director conectó con el público cubano. El mensaje y la sensibilidad de Cantet llegaría a Ítaca, pese a cualquier obstáculo.
La fuente marcó el regreso
Tras la acogida que tuvo La clase (2008) en La Habana, Laurent fue invitado a impartir un taller de dirección en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Ya desde entonces pensaba contar algo de la realidad cubana.
Desde su primera vez en la capital, el cineasta había sentido una “densidad histórica” —así lo mencionaría en algunas entrevistas concedidas durante aquellos años— que contrastaba con la compleja realidad que él necesitaba entender.
Antes de recorrer las calles habaneras —cuenta en el primer capítulo del libro Regreso a Ítaca (2016), consecuencia literaria de la película— Cantet ya fabricaba en su mente imágenes más o menos fidedignas de la capital cubana y de su gente. Su pasadizo hacia nuestra realidad fueron los libros de Leonardo Padura.
No lo pensó dos veces cuando surgió la oportunidad de participar en un proyecto con el escritor cubano. 7 días en La Habana (2012) fue ese punto de encuentro. Siete historias para siete directores (uno cubano, Juan Carlos Tabío, y seis foráneos).
Era el debut como director de Benicio del Toro, a quien se sumaban el palestino-israelí Elia Suleiman, el español Julio Medem, los argentinos Pablo Trapero y Gaspar Noé, y Laurent Cantet. Padura y su esposa, Lucía López Coll, fueron el aglutinante de esos siete guiones.
Laurent conectó de inmediato con el autor de las novelas de Mario Conde —Pasado Perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994), Máscaras (1997), Paisaje de otoño (1998)— y juntos esbozaron paulatinamente sus ideas.
Para su guion de 7 días… Cantet se había inspirado en un episodio de La novela de mi vida (2001), un relato alrededor del tema del exilio, el retorno de uno de los personajes y la amistad. Tres elementos eran indispensables para armar su guión: la historia debía transcurrir en una sola noche, en una azotea y con el Malecón como telón de fondo.
A partir de ese pie forzado, Padura tuvo total libertad para dar forma a la charla desgarradora. Cinco amigos de unos cincuenta y tantos años se reúnen con motivo del regreso de uno de ellos, Amadeo, que llevaba 16 años viendo en otro país y ahora regresaba con la intención de quedarse. Cuando esa decisión es comunicada al grupo se abre la veda de los miedos, los reproches y las desilusiones de una generación frustrada —tanto como otras—.
Pero esa historia tan compleja que tenían entre manos Padura y Cantet no encajaba en los 15 minutos de los que disponía el francés para su corto dentro de 7 días…
El material quedaría guardado hasta encontrar un productor interesado para filmar un largometraje. Entonces, para completar los siete cortos, Laurent creó La fuente, la historia que cierra la película, un corto que habla de la fe que persiste entre las ruinas de una ciudad que a pesar de su evidente deterioro promueve la unión y la fuerza colectiva, con la religión como motor.
Regreso a Ítaca: un ejercicio envidiable
“Trabajar con Cantet fue un ejercicio envidiable”, aseguró Leonardo Padura a OnCuba mientras caía la tarde en el Museo Napoleónico. Todos se habían ido ya, y el escritor aprovechaba para fumarse un cigarro de la marca Popular Rojo.
Acababa de dar una conferencia en la que disertó sobre su libro más reciente, Personas decentes (2022), entre otros temas, a lo que siguió una extensa firma de libros. La fila era de más de cincuenta personas, cada una con dos ejemplares mínimo de las novelas de Mario Conde, de Ediciones Unión, que se vendieron aquella tarde.
Durante la conferencia, Padura hizo mención al director francés y aseguró que le dedicaría su próxima columna en el diario español El País.
Ahora estaba sentado en uno de los bancos del jardín de la emblemática mansión habanera. Recordó de soslayo aquella negociación con el cineasta para dar con el título de la película. “Cantet no veía Regreso a Ítaca como el título del proyecto, pero finalmente se convenció. No encontró otro mejor. Creo que ha sido un título muy afortunado y que la película ha estado bien acompañada por esa marca simbólica”.
Tras culminar La fuente (2008) y con el compromiso fijado entre ambos, Cantet partió a Canadá para filmar su siguiente largometraje, que ya estaba en proceso. Era Foxfier: Confesiones de una banda de chicas (2012), inspirada en una novela de Joyce Carol Oates. Antes de salir de Cuba se llevó algunos videos de actores; de ellos seleccionaría el elenco para Regreso a Ítaca.
El rodaje de Foxfire terminó. Con un productor dispuesto a llevar adelante su siguiente obra, se reunió con Padura, Lucía y la asistente de dirección del largo, Elisa Ravelo, en París. Durante cuatro días, rememora el autor de El hombre que amaba a los perros (2009), terminaron de darle forma al proyecto.
“Laurent me dio toda la libertad para decir lo que yo quería expresar respecto a una historia muy cubana. Solo remarcaba la unidad de tiempo (una noche), de espacio (azotea habanera y malecón de fondo) y la cantidad de personajes: cinco. Yo tenía la historia en mente desde hacía tiempo; era sobre alguien que regresaba, se encontraba con los amigos y decía que se iba a quedar a vivir en Cuba nuevamente. Esa era la premisa, pero después la fuimos desplazando porque el drama que traía Amadeo era mucho mayor, creció.”
Padura, quien había visto La clase, Recursos Humanos, El empleo del tiempo comentó que “me di cuenta de cuál era el universo de Cantet, su curiosidad por penetrar en los comportamientos de los individuos. Los personajes son lo más importante para él. La historia tiene que estar en función de la densidad de los personajes. Para él esa era la esencia de cada una de sus películas”, aseguró aquella tarde de mayo el Premio Nacional de Literatura (2012).
Para Regreso… el director escogió un elenco de primer nivel, integrado por Jorge Perugorría (el gerente), Isabel Santos (una oftalmóloga que vive sola desde que sus hijos salieron del país), Fernando Hechavarría (un pintor resignado y ex alcohólico), Pedro Julio Díaz (mecánico que sobrevive haciendo trabajos clandestinos) y Néstor Jiménez (padre), quien interpreta a Amadeo, el regresado y atribulado escritor.
En una conversación paralela que sostuvimos por WhatsApp, Néstor recuerda detalles de los diecisiete días de rodaje en aquella azotea. “Laurent era un hombre con una visión precisa de los problemas de Cuba. Eso nos provocaba una entrega especial a la hora de interpretar los personajes. Fue una excelente experiencia, intensa y demandante, como si estuviéramos en medio de una obra de teatro.”
“Cantet respetó mucho nuestro criterio, él estaba todo el tiempo atento escuchando —entendía muy bien el español, aunque se comunicaba en su idioma natal por medio de intérprete—. No era un conocedor profundo de esa realidad cubana tan específica, ni de ciertos elementos de la expresión corporal del cubano. La emigración es un fenómeno internacional, pero la cubana es un poco más sui géneris. Tal vez no sea la más compleja del mundo, pero tiene un punto raro, extraño, sobre todo para el entendimiento de los extranjeros.
“Nuestra diáspora crece en números inconmensurables; no sabemos dónde va a parar, así que me imagino que seguirán surgiendo mucho más Amadeos en nuestras vidas, y tal vez no regresen. Es difícil vislumbrar un futuro que sea promisorio para todos. Siento que la trascendencia de Regreso a Ítaca será perenne, hasta que un día logremos, si es que se puede, estabilizar esas situaciones que nos frustran como sociedad.”
Una película que Cuba vio fuera de los cines
Regreso a Ítaca fue estrenada mundialmente durante la 71 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia (2014). Luego se exhibió por el circuito de cines de Francia, sobrecogió en Biarritz y pasó a su periplo internacional. El paraguas se trabó cuando llegó a Cuba y el otrora celebrado director de La clase constató que su película se eliminaba de la programación del 36to. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (2014).
El acceso de los cubanos a internet era bastante limitado por aquella época, así que el hecho no trascendió más allá del habitual rumor y la curiosidad por lo que contendría el filme. Mucha gente encontró la censurada cinta en los bancos de películas de sus barrios.
El 17 de diciembre de 2014, justo el mismo día que se anunciaba el inicio del proceso de normalización de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, un grupo de cineastas cubanos emitió una declaración al Ministerio de Cultura y al Icaic en el que denunciaban la censura de la película de Cantet. Los medios internacionales también se hacían eco del hecho y el cineasta francés, muy prudente en sus declaraciones, envió una carta de agradecimiento a quienes lo apoyaban en la denuncia.
“Para mí esta película no tiene verdadero sentido si el público cubano no puede compartirla con el resto de los espectadores del mundo. Me parece que hoy, más que nunca, es indispensable, para poder avanzar, poder hacer un trabajo de memoria revisitando y reflexionando sobre su propia historia. Atreverse a mirar hacia atrás para reflexionar sobre los errores, pero también y sobre todo para poder preservar lo bueno que se ha logrado es algo que considero fundamental; tengo la pretensión de creer que Regreso a Ítaca puede participar de ese trabajo”, puede leerse en la carta enviada por Laurent Cantet.
Pero al parecer ciertas instancias no estaban interesadas en semejantes reflexiones. Poco les importaba, tal vez, que fuera una obra capaz de poner frente a frente a los cubanos de adentro y de afuera. Desentrañar verdades es un hecho tan difícil como doloroso.
“La película fue censurada en el Festival de Cine de 2014; la sacaron de programación porque consideraron que decía cosas que no era conveniente ventilar en nuestra sociedad. Finalmente, después de muchas discusiones, se hicieron dos pases en la semana de cine francés, como en abril o mayo del año siguiente”, comentó a OnCuba Leonardo Padura, todavía sentado en aquel banco del Museo Napoleónico.
Regreso a Ítaca es una película que la inmensa mayoría de los cubanos no pudo ver en cines…
La película nunca se ha exhibido en espacios públicos cubanos, fuera de esas dos proyecciones que te mencionaba, pero mucha gente la ha visto porque, afortunadamente, la piratería ha sido bendita para los cubanos. Gracias a ello hemos podido acceder a audiovisuales y libros que de otra manera no habríamos podido consumir.
Nadie tiene derecho a decirnos qué libros podemos leer, qué películas podemos ver o a qué obras de teatro debemos asistir. Eso va por encima de cualquier convenio o percepción de lo permisible.
Siempre debe haber límites, por supuesto, que tengan que ver con cuestiones de carácter ético, por ejemplo con una percepción homofóbica, sexista, fascista, xenofóbica, racista. Pero en cuanto a opiniones con respecto a la realidad, creo que tiene que haber libertad. Nadie tiene el derecho de decirte qué cosas puedes consumir en el terreno artístico.
En la película conversan cinco amigos cincuentones que remueven sus recuerdos, constatan frustraciones, comprueban que “esto no se sabe para dónde va a coger”. Han pasado diez años de esa conversación. ¿Qué cree que diría un personaje como Amadeo ahora, siendo un sesentón?
Lo que diría Amadeo está presente en la novela que estoy escribiendo ahora. Es sobre unos personajes que llegan, en los años 2022 a 2023, a la edad de jubilación. Se deparan con que, después de más de 40 años de trabajo, tienen que vivir de lo que uno de ellos llama las “donaciones”: lo que le mandan los hijos desde el extranjero.
Es sobre el fracaso de una generación que trabajó, se sacrificó, estudió, cumplió con lo que le pidieron, a veces más de lo que era necesario, y al final se encuentran en una situación de precariedad que puede resultar humillante. Por ahí está la respuesta a lo que podría pasarle a Amadeo en el presente.
Luego del formidable trabajo con Laurent, ¿no pensaron seguir trabajando juntos?
En algún momento hablamos de la posibilidad de que dirigiera alguna de las películas de la serie de Mario Conde —Cuatro estaciones en La Habana (2016)—, pero él estaba inmerso en otros proyectos que quería filmar. Su última película fue Arthur Rambo (2021).
Le costaba mucho trabajo montar los proyectos, porque su cine no era especialmente comercial. El mundo del cine se ha complicado muchísimo. Con el auge de las series, este mercado ha perdido espacios productivos. La banalidad es lo que funciona; se tienen que complacer muchos requisitos que no son necesariamente artísticos, sino sociales y a veces políticos.
Un cine tan personal y profundo como el de Cantet sufría para encontrar productores. Afortunadamente, siempre los encontraba, porque era un director con una gran calidad creativa.
Luego de una larga batalla contra el cáncer, Laurent Cantet murió con 63 años, mientras preparaba su siguiente película. Estaba en estado de fertilidad creativa.
Pérdidas como la de Cantet siempre las lamento mucho. La muerte de Manuel Vázquez Montalbán también dejó un vacío; era un tipo que llenaba espacios. Cantet, de alguna manera, también llenaba un espacio dentro del cine social; Paul Auster llenaba otro en la literatura estadounidense.
Son personalidades artísticas que desbordan el propio ejercicio estético y se convierten en actores representativos de cierta mirada en la sociedad, de una complejización de los procesos sociales que se están viviendo, en una época que tanto necesita de esa posibilidad de comprensión, de reflexión, de diálogo, de entendimiento.
¿En algún momento usted creyó que diez años después el escenario que refleja Regreso a Ítaca podría cambiar?
Las sociedades evolucionan, y no siempre para bien. En el caso de Cuba, aquella sociedad de hace diez años, cuando hicimos la película, ya estaba en un estado crítico; hoy lo está más.
Todas las condiciones sociales se han ido deteriorando y con ellas el comportamiento de las personas. La miseria crea miserables, y estamos viviendo en un estado generalizado de miseria.
Lo que está ocurriendo con los precios, con el dinero, con el acceso a los productos, es parte de una reacción casi natural de una sociedad que está en un punto crítico, muy agudo. Esos comportamientos tienen que surgir en un contexto como el nuestro, es inevitable, el problema es que no se ven las soluciones posibles a esa situación y que se vaya agravando.
¿Usted volvería hoy a esa azotea?
Yo sigo en esa azotea, porque allí dije cosas que quería decir sobre la sociedad cubana, sobre la vida de mi generación. Escribo fundamentalmente sobre los dramas de mi generación y lo que he seguido haciendo, las novelas que he seguido escribiendo, la que escribo ahora, las reflexiones que sigo publicando, tienen ese empaño.
Como polvo en el viento (2020), de alguna manera es una continuación de Regreso a Ítaca. En la película Amadeo vuelve a Cuba; en Como polvo… los personajes se van de Cuba.
Miro siempre la sociedad cubana y trato de escribir una crónica sobre ella. Yo siempre digo que la mentira es absoluta, en cambio la verdad puede tener muchas lecturas; hay verdades relativas.
Sobre la realidad cubana nunca he dicho una mentira, aunque mis verdades puedan ser discutibles; pueden haber otras. Eso está en mis libros y en los guiones de las películas que escribo. Es algo que Laurent Cantet sabía perfectamente.
Lo q pasa es que Padura niega verdades , sigo sus entrevistas y jamás condena con fuerza la política hostil contra Cuba, se refugia en las carencias del pueblo y en los errores cometidos , pierde seriedad , no puede existir un análisis realista y completo sino lleva implícito una condena a esa política q lleva años golpeando la vida del cubano y a Padura se le ha olvidado eso o será q no quiere problemas q le puedan acarrear males mayores con los enemigos del proyecto cubano