Nicolás Guillén Landrián fue un visionario del cine cubano, pero la censura acabó marchitando su obra. Ahora, su legado ha sido salvado de los archivos para darlo a conocer al gran público en un documental que lleva su apellido y que ha sido estrenado en el Festival de Venecia.
“Fue posiblemente el cineasta cubano más reconocido en su momento internacionalmente, después de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) o Humberto Solás, pero sigue siendo un desconocido para el gran público”, explica el realizador de “Landrián”, el realizador cubano Ernesto Daranas Serrano.
El documental, presentado fuera de concurso en la sección Clásicos de la Mostra veneciana, desentraña la búsqueda en los archivos de La Habana de las latas con los filmados de este artista, el primer cineasta negro de Cuba, que acabaron eclipsados por la censura.
Una voz irreverente
Landrián (1938-2003), sobrino del poeta Nicolás Guillén, colaboró en la lucha contra la dictadura de Batista, pero tras la Revolución fue imputado por “actitud licenciosa” y por comentarios “no acordes a un joven revolucionario”, según el expediente mostrado en la cinta.
Su cámara recogía el folclore e idiosincrasia de la sociedad cubana, al tiempo que cuestionaba el espíritu de propaganda y fervor por el triunfo de la Revolución de Fidel Castro en 1959 (incluso satirizó un año antes la producción de café en Coffea Arábiga).
“Yo no he encajado en ningún lado, salvo en mi obra”, solía decir. De ese modo, en su ficha acabó esculpiéndose la acusación de “desviación ideológica”, emprendiendo un vía crucis perennemente encarcelado, internado en psiquiátricos y sometido a electroshock hasta que consiguió exiliarse en Miami, como muchos otros.
Sería el lugar en el que moriría en 2003 a causa de un cáncer de páncreas, mientras en su isla su memoria iba evaporándose entre el público y sus filmaciones pudriéndose en los estantes del archivo.
En busca de landrián
Pero dos décadas después, la ida de recuperar su legado surgió de un modo “casi accidental”. En 2019, Daranas Serrano husmeaba el archivo cubano para otro trabajo y, buscando material, se percató del “lamentable” estado de conservación del patrimonio que custodia.
Así, le vino a la memoria un título de “gran valor sentimental” para él: Ociel del Toa (1965), la historia de unos navegantes que vio infinidad de veces en el cine de su infancia porque la usaban para cubrir cualquier interrupción de las proyecciones.
“La película estaba medio perdida y muy dañada y me pregunté por el resto de las obras de Landrián. Todas estaban más o menos en el mismo estado y algunas no se sabía dónde estaban”, recuerda.
Tras lograr la autorización de la presidencia del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), el documentalista empezó la búsqueda de los negativos para restaurarlos.
Poco a poco se fueron descubriendo hasta diez de aquellas cintas silenciadas, como Los del baile (1965), En un barrio viejo (1963), premiado en el Festival de Cracovia, o la propia Ociel del Toa, Espiga de Oro de la SEMINCI de la española Valladolid.
El documental presentado en Venecia revela, en primer lugar, los esfuerzos para hallar en La Habana y restaurar en Madrid los filmados perdidos en las sombras de la censura. Por otro lado, recupera la figura de un creasdor de quien se decía que había nacido “con los ojos abiertos” y que es retratado aquí con los testimonios de su esposa Gretel Alfonso Fuentes y de su director de fotografía, Livio Delgado, entre otros.
Contra la censura
“Con la restauración que hemos hecho de diez de sus películas y con este documental buscamos justamente presentar al gran público un cineasta excepcional que enfrentó una problemática que lamentablemente están enfrentando todavía hoy en este momento, gran parte de los cineastas cubanos, o sea, la censura”, apunta Daranas.
Y zanja: “La censura sigue siendo una espada de Damocles sobre el cine cubano”.
“La denuncia de la censura en el cine cubano no es solamente mía, es de todo el gremio de cineastas cubanos que en este momento le estamos exigiendo a nuestro Gobierno un diálogo sobre la censura que ha dañado tanto el cine y a tantas vidas”, sostiene.
Guillén Landrián: “demasiado creativo, demasiado negro, demasiado popular”
Tanto es así que la presencia de su documental en Venecia tiene un “doble valor” para los realizadores cubanos como él.
Primero, un reconocimiento a un cineasta “excepcional y prácticamente desconocido”; segundo, un espaldarazo a “la lucha que están librando todavía hoy los cineastas cubanos contra la censura y la exclusión”, termina Daranas, ganador en 2004 el Premio de Periodismo Rey de España por Los últimos gaiteros de La Habana.
Gonzalo Sánchez/Efe/OnCuba.